Modernización de los sistemas de distribución alimentaria
Elías Amor Bravo, economista
Llevo siguiendo desde hace algún tiempo, con cierta
expectación, el proyecto Artemisa.
Para aquellos que no sigan los asuntos relacionados
con la economía castrista, conviene informar que en la bella ciudad, las
autoridades del régimen, de la mano de Marino Murillo, jefe de la Comisión para
la Implementación y Desarrollo de los llamados “lineamientos”, han realizado lo
que llaman “un experimento económico” consistente en liberalizar la
venta de productos agropecuarios.
Es la primera vez que en 55 años, el régimen castrista
recupera la figura, criminalizada y sometida a todo tipo de vejaciones desde
los primeros momentos de la llamada “revolución” de los intermediarios
privados, esas personas que se preocupan de negociar con los productores
agropecuarios la compra de sus cosechas o producciones, posteriormente las
mantienen a buen cuidado, y las canalizan más tarde a los mercados de consumo
asegurando que los ciudadanos tengan cubiertas sus necesidades de alimento.
Por supuesto, que por este tipo de labor, obtienen
unos beneficios, que les permiten aumentar las dimensiones de su empresa,
contratar más personal y mejores equipamientos e incluso, mejores precios a sus
proveedores de mayor calidad y compromiso. Con los intermediarios privados
funcionando en condiciones normales, rara vez se quedan las cosechas en los
campos sin ser recogidas o los mercados desabastecidos.
En ese sentido, no hay nada de negativo en el proyecto
de Artemisa. Lo lamentable es que no se haya generalizado a toda la nación, y
que se mantenga como un experimento que, en cualquier momento, alguna autoridad
del régimen, con una cierta desazón por los tiempos pretéritos, pueda decidir
que se archive y no se implemente más. No conviene olvidar que las decisiones
políticas están por encima de las económicas en la Isla, y no sería nada nuevo
que se adoptase este tipo de decisiones.
De momento, en la reunión del pasado sábado ante las
autoridades de defensa nacional, ya me pregunto yo qué interés pueden tener los
militares en el funcionamiento de los mecanismos de comercialización
agropecuarios, se informó sobre esta política de distribución y venta
liberalizada de productos agropecuarios en La Habana, Artemisa y Mayabeque, insistiendo
que la experiencia de resultar positiva, se extenderá al resto del país.
Pero, ¿es que tienen dudas? Las noticias que llegan de
Artemisa hablan que, por primera vez en 55 años, la gente tiene asegurados productos
básicos de acopio centralizado, como: arroz, frijoles, papa, malanga, boniato,
cebolla, ajo y tomate, y cualquier otro tipo de productos agropecuarios. Grande
es la satisfacción, y hasta la fecha, al parecer, los precios no han sido
obstáculo para que las cestas se llenen diariamente.
El plan Artemisa permite, por primera vez en la
economía castrista, a las entidades de la base productiva la contratación
directa con los clientes de los productos con destino al pedido estatal, con lo
cual se eliminan los intermediarios burocráticos que anteriormente entorpecían
esta cadena. También, luego de cumplir con lo pactado en el contrato, las
entidades de la base productiva podrán vender productos a terceros para su
comercialización, lo que permite rentabilizar excedentes. En ese nuevo diseño,
los compradores de las tiendas estatales, tradicionalmente desabastecidas por
la pésima gestión de Acopio tendrán que acudir a los mercados mayoristas al
igual que los compradores no estatales. La competencia entre unos y otros
ejercerá una clara influencia sobre los precios. La dinámica económica es, qué
duda cabe, altamente positiva.
La pregunta es por qué no se liberalizan todos los
mercados. Las autoridades castristas encargadas del control de la economía no
saben que la principal característica del mercado, como instrumento de
asignación de recursos por medio de los precios, es su funcionamiento
instantáneo e interdependiente entre la oferta y demanda, para el conjunto de los bienes y servicios de
una economía. Es decir, cuando el panadero decide fabricar pan para venderlo a sus clientes, es porque
alguien produce la energía eléctrica y otros el trigo y la levadura o las máquinas para hornear el pan, y así
sucesivamente.
Este tipo de experimentos parciales y limitados como el de Artemisa carecen de cualquier racionalidad
económica. Tan solo se requiere unos conocimientos limitados de cómo funciona una economía de mercado libre.
Situar el experimento en una ciudad y en un determinado tipo de mercados es
querer y no poder, es actuar con mediocridad y cortedad de miras. Es ignorar o
no querer para los cubanos el mismo modelo de organización económica que ha hecho
a chinos, vietnamitas y europeos del este ser más ricos y disfrutar de mayor
prosperidad tras la etapa empobrecida del comunismo.
Los mercados agropecuarios tienen una gran aceptación
entre los cubanos. En ellos se puede conseguir prácticamente de todo. Es cierto
que las regulaciones solo permiten, de momento, los administrados por el estado
o los gestionados por las cooperativas. Tal vez las autoridades lo ignoren,
porque no tardaremos mucho tiempo en presenciar el nacimiento de mercados
privados, similares a los establecimientos de venta al público que existen en
otros países, donde las normas de calidad y de servicio son, sin duda alguna,
muy superiores a las que existen actualmente en la Isla. Es solo cuestión de
tiempo y que las autoridades den el visto bueno a esta dinámica que beneficia
notablemente la alimentación de los cubanos. La economía de mercado se abre
camino, como la libertad.
luego la "liberacion" de ulises va hacia la extension de la experiencia o a la retranca?
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