¿Qué pasó con el turismo en 2023? ¿Y qué pasará en 2024?

Elías Amor Bravo economista 

Cerrar la temporada de turismo de 2023 con la mitad de los viajeros que llegaron a la Isla a pasar sus vacaciones en 2019 es un mal dato. Esto lo acaba de dar a conocer la ONEI con la publicación de que el turismo internacional en Cuba cerró 2023 con tan solo 2,4 millones de turistas. Una cifra que, en absoluto, se sitúa en línea con los objetivos de las autoridades. La política turística, a pesar de la concentración de inversiones, es otro de los fracasos de la revolución comunista.

Cierto que la prensa estatal ha puesto en valor enseguida que el dato de 2023 supone un aumento del 50% con respecto a la cifra del año anterior. Mal consuelo porque en realidad se trata de unos resultados muy bajos que apenas recuerdan los ya lejanos años del período especial cuando el turismo se lanzó por Fidel Castro como un sector de la economía. Los datos evidencian, una vez más, que Cuba a diferencia de otros países del Caribe, como República Dominicana, o Costa Rica y el Caribe mexicano, sigue sin recuperar los niveles perdidos como consecuencia de la pandemia mientras que estos países ya lo hicieron en 2022. El retraso de Cuba en la recuperación, que se resiste, pone de manifiesto, una vez más, que el turismo, al igual que otras ramas de la economía se ve condicionado por el modelo incorporado en la constitución de 2019: el turismo no tiene mucho que ver con el comunismo.

A la hora de interpretar estos resultados, conviene no hacer mucho caso a lo que dicen en la prensa estatal. Allí culpan a aspectos como las frecuencias de viajes aéreos y la aparición de nuevos destinos vacacionales en la región, con mejor relación calidad-precio, o la concentración en los mercados emisores, con el 71% del total de las llegadas de visitantes internacionales en cinco segmentos principales: canadienses, cubanos que residen permanentemente en el exterior, estadounidenses, rusos y españoles. De los cubanos residentes en el exterior, 320.193 lo hacen en Estados Unidos.

Es por ello que los dirigentes del turismo cubano aclaran de forma claramente intencionada, que en el caso de la Isla “no resulta válido enfrascarse en recuperar los indicadores de 2019 mal llamados prepandémicos; sino hacer renacer el turismo, con nuevas estrategias y modos de hacer en una nueva época”, un mensaje que puede parecer enternecedor, pero que, está causando un daño estructural en las cuentas de resultados de las compañías hoteleras extranjeras que hacen negocios con el régimen comunista. Por supuesto que, si la cifra de turistas fuera inferior a la de 2019, pero los ingresos por turista fueran mejores, nadie tendría nada que decir. Pero existen evidencias de que la recaudación en divisas del gasto turístico no mejora en estos años. Cae el turismo y caen los ingresos. Pésimo resultado. Lo cierto es que, como ya se ha señalado, República Dominicana o Costa Rica, en presencia de las mismas condiciones financieras difíciles y restricciones, provocadas por la pandemia covid19, han sabido recuperar y mejorar sus balances de turismo.

Y luego viene el argumento manido de siempre, de que Cuba no puede beneficiarse del turismo procedente de Estados Unidos por culpa de las restricciones, prohibiciones y políticas extraterritoriales. Nada de eso es cierto. La comunidad cubana en el exterior residente en Estados Unidos, o los propios ciudadanos de ese país, se sitúan entre los principales mercados de procedencia, de modo que el argumento se cae por su propio peso. Es inconcebible que La Habana trate de mejorar su cuota turística de Estados Unidos si de forma permanente el régimen se prodiga en ataques y denuncias contra este país en los foros internacionales. No es la forma de hacer amigos.

Es una absoluta mentira que, en Estados Unidos, el turismo cubano, sea un “arma política”. Lo que llaman los dirigentes castristas, “medidas anticubanas”, en particular de restricción de viajes. Denunciar como grave problema la eliminación de la categoría de viajes educacionales “People to people”, es faltar a la verdad si se tiene en cuenta que esa modalidad servía solo para unos pocos miles de viajeros. En cuanto a la llegada de cruceros el problema reside en la infraestructura de desembarco y atención a viajeros, lo que no ocurre en otros puertos de la zona. El régimen dedica cuantiosos recursos a construir habitaciones de hoteles, pero descuida las inversiones en infraestructuras que son necesarias para la llegada de turistas por mar o aire.

La serie de denuncias que formula la prensa estatal dentro de la categoría de medidas anticubanas de Estados Unidos contra el turismo de la Isla tienen fácil solución y los dirigentes saben cómo se tienen que arreglar. La multa del Tesoro a Expedia Group, Hotelbeds USA y Cubasphere por supuesta violación del Reglamento de la OFAC, el cese de contratos de arrendamiento con Cubana de Aviación por empresas de Estados Unidos, o la eliminación de Cuba de los servicios de hostelería y alojamiento de Trivago, tienen un efecto limitado en las corrientes de turismo y, en modo alguno, deben ser tenidas en cuenta. Los problemas del turismo cubano son internos, no externos.

Mientras tanto, el régimen sigue haciendo leña del árbol caído sin reconocer las responsabilidades directas de los gestores del turismo internacional para Cuba. Y ahora, cuando se plantean las perspectivas para este 2024, se vuelven a justificar con el asunto del enfrentamiento a una de las crisis más profundas y duraderas de los últimos veinte años, en tanto que nadie dice nada de la subida a los precios del combustible que hará más caras las estancias en divisas de los turistas. Incluso acusan a la campaña presidencial de Estados Unidos como un factor que puede condicionar la demanda hacia nuevos destinos emergentes en el Caribe Mexicano, Centroamérica y República Dominicana.

Alguien debería aportar algo de luz a estos análisis que no conducen más que a otro año de fracasos en el turismo a Cuba. Y así, la inversión estatal en los nuevos resorts hoteleros de lujo puestos a disposición de contratos con empresas extranjeras sigue sin dar los resultados deseados porque la ocupación de habitaciones rara vez aumenta el 20% en cómputo anual. El turismo cubano, al margen de depender de decisiones comunistas alejadas de la realidad y dominadas por criterios ideológicos, no empresariales, debe mejorar la oferta calidad-precio si no quiere volver a registrar otro ejercicio por debajo de 2019. De momento, las tendencias para el destino Cuba prevén un año en el que pudieran arribar 3,2 millones de visitantes internacionales, una vez más por debajo de 2019. Alguien debería asumir responsabilidades.

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