El negocio aeroportuario en Cuba: a medio camino entre el cántaro y la lechera
Elías Amor Bravo, economista
Es la noticia económica de hoy, sin
duda alguna. El régimen castrista ha anunciado que dos compañías
francesas gestionarán, bajo la modalidad de concesión, dos
aeropuertos cubanos, el internacional de Rancho Boyeros y el
aeródromo de San Antonio de los Baños. Hasta la fecha, el capital
extranjero se había dirigido principalmente hacia la planta hotelera
existente en el país, de modo que la gestión de los aeropuertos
supone un salto cualitativo en las prioridades políticas e
ideológicas del régimen, dada la naturaleza insular de la nación y
la necesidad de contar con unos servicios aeroportuarios adecuados
para facilitar las comunicaciones y la integración global.
La noticia ha llegado de forma
sorpresiva, como todo lo que tiene que ver con la gestión de la
economía castrista. Al parecer, no han existido los oportunos
concursos internacionales transparentes, ni se han establecido plazos
para la presentación de las candidaturas, ni tampoco se han fijado
criterios objetivos de valoración de las entidades solicitantes.
Nada de eso funciona en el modelo de la economía castrista. Por el
contrario, la nota informativa en Granma habla simplemente del final
de un “proceso de negociaciones en curso que incluye no solo las
mejoras que necesita la terminal No. 3, sino un reordenamiento
también de los flujos de pasajeros nacionales e internacionales”
sin más precisión.
De ese modo, el Ministerio del
Transporte, por medio de esta operación, se abre a la inversión
extranjera, de la misma forma que el de Turismo, y emplea un
procedimiento similar: la concesión. Detrás de esta operación se
encuentra la urgente necesidad del régimen castrista de acceder a
financiación para atender sus prioridades inversoras, a la vez que
se consigue trasladar a la isla un conjunto de buenas prácticas en
la gestión del espacio internacional que estas empresas privadas
pueden ofrecer. Todo ello, como dice Granma, “con vistas a ampliar
y rejuvenecer al principal aeropuerto de Cuba, el cual lleva el
nombre de nuestro héroe nacional y por cuyas terminales arriba
más de la mitad de los viajeros procedentes del exterior”. La
verdad es que una cosa es reponer toallas, sábanas y jabón en un
hotel, y otra bien distinta es la gestión del handling de un
aeropuerto. Espero que lo hayan tenido en cuenta.
¿Qué beneficio obtienen las empresas
francesas de la gestión de estos aeropuertos, que nunca serán de
su titularidad, y que precisan una atención urgente por su
deficiente estado tras décadas de parálisis inversora? Solo se me
ocurre una: el mayor tráfico que cabe esperar de viajeros, que
durante el primer semestre de este año se ha situado en dos
millones, con un avance del 11% respecto del ejercicio anterior,
según fuentes oficiales del régimen. Pero esas cifras absolutas
tienen un recorrido y a medio plazo, los objetivos de la gestión
empresarial aeroportuaria van por otros caminos mucho más lucrativos
¿Está preparada la economía castrista para ello?
Por otro lado, con esta solución, el
régimen asume que el Estado, dueño de los medios de producción que
siguen siendo estatales (los aeropuertos) no tiene por qué prestar
el servicio de manera directa, conforme la gestión de volúmenes
crecientes de tráfico debe ir asociada a una “debida seguridad
operacional y de la ampliación”, en armonía con las regulaciones
aeronáuticas y las normativas y metodología recomendadas por la
Organización de la Aviación Civil Internacional
(OACI). Básicamente, un reconocimiento de que la gestión privada es
mucho mejor que la pública. Cuidado con los rendimientos
decrecientes. Nada que objetar.
Entonces, ¿qué es lo que no se puede
aceptar de esta decisión del régimen de poner a empresas privadas a
gestionar los aeropuertos? Básicamente, lo que se ha señalado al
comienzo de este post. Una cosa es gestionar hoteles, donde los
servicios de manutención y alojamiento se concretan en unos
determinados objetivos de negocio, y otra cosa bien distinta es la
gestión de las comunicaciones aeroportuarias. Más aún cuando el
acuerdo que se persigue no sólo incorpora realizar las mejoras que
necesita la terminal No. 3, sino acometer una reordenación de los
flujos de pasajeros, nacionales e internacionales. Aspectos de
relevancia estratégica que van a tener consecuencias muy relevantes
sobre la economía castrista en los próximos años, sobre todo
cuando las responsabilidades del régimen no quedan bien definidas en
este proceso de gestión integral de aeropuertos.
Para acometer este tipo de iniciativas,
la transparencia es fundamental. Decisiones de carácter estratégico,
como trasladar a empresas privadas el tráfico de los aeropuertos, no
puede ser el resultado de acuerdos y decisiones burocráticas
adoptadas de manera oscura, sino que se tienen que someter a
escrutinio internacional, básicamente porque de ese modo se elimina
cualquier presunción o sospecha de que las cosas no se han hecho
correctamente. Más aún cuando se quiere continuar con estas
operaciones incorporar otros aeropuertos de la isla como Varadero,
Santa Clara (incluyendo la cayería), Holguín, Cayo Coco, entre
otros.
Ni se sabe a dónde se tienen que
dirigir las empresas interesadas, ni se han hecho ofertas públicas,
ni se conocen los criterios de valoración, ni mucho menos, se han
ofrecido datos cuantitativos sobre el impacto en cifras, pero sí
que las autoridades del régimen creen que se trata de una inversión
multimillonaria con significativos saldos para el sector en el país.
Esta es otra opinión, cuyos resultados ya se verán, porque en el
caso de la hotelería, las estimaciones iniciales han quedado
igualmente muy por debajo de la realidad.
En cualquier caso, ante este tipo de
políticas, que insisto son positivas, luz y taquígrafos. Cuentas
claras, transparencia en la negociación y firma de las posibles
relaciones contractuales para la gestión de las instalaciones
aeroportuarias, sobre todo, cuanto tanto se insiste en que “para
nada variará la propiedad ni las actividades inherentes a la
regulación, sobre las cuales el Estado —en representación
del pueblo cubano— se reservará el derecho de control absoluto”. De algún modo, esta experiencia puede servir para orientar el proceso futuro de transformación del sistema jurídico de derechos de propiedad de la isla, por lo que conviene sembrar bien.
Es curioso, que de las dos empresas
seleccionadas, Bouygues Batiment International y
Aeropuertos de París, una de ellas, además, haya sido objeto de
numerosas críticas recientemente por la contratación de
trabajadores indios para las obras de remodelación de la Manzana de
Gómez en La Habana. Cabe suponer que para la gestión de aeropuertos
siga una metodología similar, lo que puede estar restando empleos de
calidad y bien retribuidos a los nacionales a pesar de las
advertencias de las autoridades sobre este asunto. Por mucho que Rita
María García, jefa del Grupo de Negocios de la Corporación de la
Aviación Cubana S.A. (Cacsa) “pondere los beneficios múltiples
que puede traer para los recursos humanos el nutrirse del know-how de
compañías de marcado liderazgo en su ámbito de negocios y
actuación”, y que José Antonio Regalado, responsable de la
dirección integrada de Proyectos, unidad empresarial de Cacsa,
encargada de las negociaciones, diga “que las
contrapartes extranjeras han reconocido la calidad y la
preparación de los trabajadores de la aviación civil cubana, y el
potencial que existe para este trabajo, credenciales que hablan muy
bien de esta esfera estratégica del transporte y, a su vez, de la
economía”, no sería extraño que en pocos meses estas empresas trasladasen a empleados extranjeros a la gestión de los
aeropuertos, con lo que esos objetivos positivos tampoco se podrían
alcanzar.
Así que, una sugerencia, antes de que
se produzca la rúbrica del anunciado memorando de entendimiento y
la negociación de los contratos definitivos sería conveniente que
las autoridades del régimen implicadas en este proceso se
replanteasen la operación y anunciasen públicamente un concurso sin
restricciones, transparente, abierto y con criterios objetivos, a
empresas de gestión aeroportuaria de todo el mundo. A veces se puede romper el cántaro antes de empezar a ordeñar la vaca. Tal vez se
podrían llevar alguna sorpresa. O tal vez no.
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