La "gesta heroica" de producir leche en Cuba

Elías Amor Bravo economista

Quizás los comunistas cubanos deberían leer “La increíble máquina de hacer pan”, una obra del autor R.W. Grant que en 1986 fue traducida al español por Jesús Huerta de Soto, dando lugar a un interesante poema que ayudaría a explicar por qué en Cuba la producción de leche es tan complicada y exige tantos sacrificios a todo el mundo.

Este es el argumento que más o menos se expone en un reportaje en Granma titulado “De impagos, papeleo, acarreo y otros modos para «cortar» la leche”, que recoge distintas cuestiones relativas a este producto en Cuba, un bien de consumo básico que, sin embargo, el régimen comunista con todas sus “garantías” (Raúl Castro y su vasito de leche) nunca ha conseguido enderezar su producción.

Los problemas enunciados son muchos, pero hay uno que destaca por encima de todos ellos, los precios muy elevados, lo que se corresponde con el nivel de inflación que asola la economía, reconocido por el propio Díaz Canel, un 63,3% de variación interanual hasta septiembre. En el caso de los alimentos, la inflación ha sido incluso superior, un 84,04% (fuente ONEI).

Este aumento de los precios tiene un motivo principal, que es la baja producción de leche, y sus múltiples usos y costes de producción asociados, lo cual hace que el precio final sea elevado por cuanto recaen numerosas actividades que se tienen que retribuir, incluidos los insumos del proceso de producción ganadero. Actividades que, prestadas en su mayor parte por entidades estatales, actúan como otro mecanismo adicional de extracción de rentas del régimen a la población. Si la distribución fuera liberalizada, es decir, privada y competitiva, esos costes intermedios bajarían de forma notable. Es lo que tiene el monopolio estatal.

En suma, la producción, acopio y comercialización de la leche en el país es un problema para el régimen comunista, de difícil solución, porque recae prácticamente en el estado. Y el reportaje de Granma ofrece algunas pistas de este desastre que no se arregla, sino todo lo contrario, con “las medidas que ha tomado la dirección del país para incentivar la producción lechera” ya que cada vez va a peor. Y todavía hay alguien que se pregunta por qué.

Algún ganadero entrevistado puso el dedo en la llaga al decir que “pensaron que subiendo el precio unos pesitos a este producto se iban a resolver los graves problemas de la ganadería, y que, de manera automática, iba a incrementarse la entrega a la industria, lo cual no es así”. Siempre hemos dicho en este blog que si Díaz Canel escuchara más a los guajiros cubanos sabría que se tiene que hacer para producir más.

Este ganadero está explicando muy bien que los precios no dependen de decisiones de gobierno alguno, sino que deben reflejar la realidad técnica y productiva y del mercado para que puedan provocar decisiones eficientes. Es decir, en el caso de la leche, producción suficiente para atender todas las necesidades de la población y la industria.

Y no solo que los precios se fijen por el mecanismo de oferta y demanda, sino que los insumos[1] o los tratamientos sanitarios estén igualmente en condiciones competitivas y disponibles en los mercados de aprovisionamiento, con cantidades suficientes para todos. Es muy fácil, pero esto no se logra en la economía cubana, donde los ganaderos nunca serán dueños de las reses “que gestionan” y de ahí los bajos aumentos de la cabaña, ya que no existen incentivos para hacerla crecer.

Como consecuencia de lo anterior, el trabajo no rinde lo que se espera. Hay ganaderos que lo que ganan “no les da ni para la cuota del mes que deben pagar a la cooperativa a la que están obligados a pertenecer”. El sentido de una cooperativa debería ser otro. Un aspecto para revisión de las estructuras jurídicas.

Otros problemas para no producir leche, que se citan en el reportaje son numerosos, como la retirada de acarreadores por el cambio del precio del acopio en medio de la campaña, que en algunos casos fue inferior al que recibían con anterioridad y que obligó a algunos ganaderos a tener que asumir de su bolsillo el pago de sus servicios.

También se cita la manera tardía en que se hizo el reordenamiento de los precios en clara referencia a los efectos negativos de la Tarea Ordenamiento en el sector.

La cuestión de los impagos cuando se dice que “la diversidad de precios creó mucho burocratismo en un contexto de carencia de las estructuras necesarias en las cooperativas para llevar tantos documentos, lo cual ralentizó el proceso de retribución a los productores y estimuló el consiguiente desvío a otros destinos”.

También se citó el problema de los pagos tardíos de la leche a los campesinos en varios momentos de la campaña.

Hasta los efectos del COVID-19 y el cierre de instalaciones provocó demoras y retrasos en los pagos. Alguna referencia hubo a la sequía y la muerte de reses por depauperación (menos mal que nadie habló del embargo/bloqueo).

Algún dirigente del régimen debería explicar por qué (se cita el dato en el reportaje de Granma) solo se entrega poco más del 53% de las comprometidas y además en descenso con respecto al año anterior. Si el sistema de entregas fracasa y nadie lo quiere, ¿por qué no se elimina y se deja a la libre comercialización actuar? Porque al final, el consumidor es el que paga esta desidia estatal y sus consecuencias ya se conocen.

Al final todo se reduce a incumplimientos que en el caso del reportaje de Granma en Villa Clara afectó al 63% de los productores y hasta un 87% de los que realizaron un contrato con la Empresa Láctea. En cifras absolutas, 8.965 productores. Miles de litros que no se entregan y que afectan a los precios por la menor oferta. El plan no se cumple. 

Hasta cierto punto, los comunistas justifican la existencia de un mercado informal que haga una competencia desleal a la ruta que termina en la industria, “está claro que tiene una causa principal: una insuficiente producción a la cual, al amparo de los precios inflados en la calle, se le hace demasiado tentador venderse al mejor postor”. De modo que muchos ganaderos se ven obligados a una “venta por la izquierda” en la que no desean caer, pero que no les queda más remedio por culpa de la desidia y la indiferencia de la organización estatal. Y luego vienen las delaciones, las responsabilidades penales, y todo lo demás.

Los obstáculos de los controles de precios, los impagos o las demoras burocráticas gravitan sobre la producción de leche en Cuba e impiden que satisfaga las necesidades de consumo de la población y la industria. Es la actividad agropecuaria más dependiente del estado. ¿No ha llegado quizás la hora de cambiar las estructuras hacia la libertad económica?



[1] Es asombroso el ejemplo del rollo de alambre que cuesta 107 dólares.

 

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