En torno a las deficiencias de la economía castrista: un ejemplo más
En la economía castrista, cualquier noticia puede ser sorprendente. Conocida es la preocupación del régimen por desarrollar el sector de la construcción, por sus efectos directos sobre la actividad económica general, y sobre todo, porque el estado de la vivienda en la Isla es una de las peores herencias del modelo económico ideado por los Castro a partir de 1959.
Hasta los “lineamientos” dedican un apartado específico a tratar sobre ello. Sin embargo, como sucede casi siempre, las recetas son inadecuadas, las soluciones planteadas ineficaces, porque se parte de un análisis previo de la realidad que no se corresponde con el funcionamiento de las economías modernas.
Un interesante artículo de Dilbert Reyes publicado en Granma y titulado “Lecciones en bloque desde un pequeño taller”, permite comprobar lo anteriormente expuesto.
El artículo presta atención a la evolución, ciertamente positiva, de un pequeño taller de producción de bloques de cemento situado en Bayamo, y lo hace apoyándose en las declaraciones de su responsable, Ramón Cámbar.
Para empezar, el propio articulista desvela uno de los principales problemas de las empresas en la economía castrista y cito textualmente, “en la orilla norte de la ciudad de Bayamo, capital de la provincia de Granma, hay un pequeño lugar apenas anunciado con el cartel Polígono de Materiales Alternativos”. Mal punto de partida.
Hay que cuidar la imagen y la señalética de las empresas porque si no, ¿quién las va a conocer y situar de forma adecuada cuando tenga alguna necesidad de sus productos o servicios?
Al parecer este taller es un buen ejemplo de que algunas empresas pueden resultar productivas, aún cuando ello se traduzca en esfuerzos poco recompensados. El taller produce, con una plantilla de 30 trabajadores, una media de 1.000 piezas de bloques y otros productos al día, con un elevado uso intensivo de la fuerza laboral y escasa tecnificación. Los salarios, en torno a 1.000 o 1.200 pesos si se alcanzan los objetivos (unos 50 euros) se sitúan muy por encima de la media (unos 12 euros).
El taller se encuentra atrapado en la maraña burocrática del régimen, que lastra las posibilidades de despegue de la economía, porque se encuentra asignado a esa “bobería” denominada “la creación y ejecución de iniciativas locales de desarrollo”, lo que supone que depende de la empresa municipal socialista denominada “Empresa Municipal de Construcción y Mantenimiento” y cito textualmente al artículo; “una dependencia que ha generado la mayoría de sus dolores de cabeza, por cuanto aquella es una entidad de economía deteriorada, y las ganancias del taller han sido como un subsidio a las pérdidas de su tutora”.
Es decir, el “dueño socialista” de este pequeño taller, altamente productivo en su especialización en la fabricación de material de construcción, en lugar de apoyarlo, lo frena y detrae los recursos necesarios para su crecimiento.
¿Qué les parece? Y, ¿por qué lo frena? El articulo lo señala expresamente “la fábrica no accede a la moneda nacional aprobada por el Gobierno para hacer inversiones inmediatas, amén de las sobradas garantías de amortización, porque el banco argumenta, con razón, la gran deuda de la Empresa; segundo, son obligados a parar la producción varios días cada mes por falta de cemento y áridos, debidamente asignados y en existencia, pero no adquiridos por los problemas de transporte y estado financiero de su rectora, aun cuando el Polígono en sí genera utilidades jugosas”. Son palabras del articulista de Granma, no mías. Desde luego hay que saber mucha “economía” para comprender todo este galimatías castrista.
El problema de la dependencia del Taller de una entidad ruinosa lleva a Cámbar a pensar en el futuro y que lo mejor, en su opinión, es ser un centro de coste independiente que maneje sus propias finanzas para diseñar y ejecutar las políticas de empresa más adecuadas, como “la creación de una nave para el módulo mecanizado de bloques, montar una nueva prensa de losas, otro molino, y adquirir una hormigonera que humanice la fabricación manual de los bloques, pues hacer la mezcla es lo más agotador y demorado." Se me ocurre que cualquier empresa española de la construcción podría ser un socio interesante para estos objetivos de Ramón, pero en el régimen castrista no van por ahí las propuestas de futuro.
La posición de Ramón es absolutamente correcta, pero en la economía castrista es inviable. La independencia económica de las unidades de producción supone un reto al sistema socialista que los Castro no desean desmontar. Una vez más, la ideología se sitúa por encima del funcionamiento eficiente de la economía. El régimen castrista asume así una menor producción de este taller, a sabiendas que podría incrementar el empleo y recaudar más impuestos, a cambio de someterlo al control socialista e ideológico.
Lo cierto es que cada vez más cubanos se dan cuenta de que esta realidad con la que han convivido medio siglo supone la verdadera atrofia de la economía y las raíces del denominado “embargo”. El modelo es insostenible, pero nadie piensa en su transformación. Por el contrario, y aquí viene lo mejor, la solución que proponen para este Taller de Ramón Cámbar es cambiar su dependencia de la empresa municipal socialista a otra provincial, también socialista, el mismo perro con distinto collar, al parecer con más recursos y mejor administrada. Esa otra empresa ideológica y comunista seguirá siendo una rémora para el Taller, frenando sus posibilidades reales de crecimiento y entorpeciendo cualquier acción dirigida a mejorar su productividad. Tal vez muy pronto lo podamos leer de nuevo en Granma, muy dado últimamente a desvelar ineficiencias y sanciones en las empresas del régimen, sin duda para atemorizar a sus gestores y convertirlos en siervos obedientes incapaces de pensar por sí mismos.
Conclusión: Ramón terminará dejando el sector, y posiblemente estableciéndose como cuenta propista, cuando Raúl Castro se decida a aumentar las 178 licencias establecidas actualmente. Si Ramón pudiera llevar a la práctica sus ideas, sin los obstáculos del régimen castrista, la economía de Cuba podría ir mucho mejor.
Hasta los “lineamientos” dedican un apartado específico a tratar sobre ello. Sin embargo, como sucede casi siempre, las recetas son inadecuadas, las soluciones planteadas ineficaces, porque se parte de un análisis previo de la realidad que no se corresponde con el funcionamiento de las economías modernas.
Un interesante artículo de Dilbert Reyes publicado en Granma y titulado “Lecciones en bloque desde un pequeño taller”, permite comprobar lo anteriormente expuesto.
El artículo presta atención a la evolución, ciertamente positiva, de un pequeño taller de producción de bloques de cemento situado en Bayamo, y lo hace apoyándose en las declaraciones de su responsable, Ramón Cámbar.
Para empezar, el propio articulista desvela uno de los principales problemas de las empresas en la economía castrista y cito textualmente, “en la orilla norte de la ciudad de Bayamo, capital de la provincia de Granma, hay un pequeño lugar apenas anunciado con el cartel Polígono de Materiales Alternativos”. Mal punto de partida.
Hay que cuidar la imagen y la señalética de las empresas porque si no, ¿quién las va a conocer y situar de forma adecuada cuando tenga alguna necesidad de sus productos o servicios?
Al parecer este taller es un buen ejemplo de que algunas empresas pueden resultar productivas, aún cuando ello se traduzca en esfuerzos poco recompensados. El taller produce, con una plantilla de 30 trabajadores, una media de 1.000 piezas de bloques y otros productos al día, con un elevado uso intensivo de la fuerza laboral y escasa tecnificación. Los salarios, en torno a 1.000 o 1.200 pesos si se alcanzan los objetivos (unos 50 euros) se sitúan muy por encima de la media (unos 12 euros).
El taller se encuentra atrapado en la maraña burocrática del régimen, que lastra las posibilidades de despegue de la economía, porque se encuentra asignado a esa “bobería” denominada “la creación y ejecución de iniciativas locales de desarrollo”, lo que supone que depende de la empresa municipal socialista denominada “Empresa Municipal de Construcción y Mantenimiento” y cito textualmente al artículo; “una dependencia que ha generado la mayoría de sus dolores de cabeza, por cuanto aquella es una entidad de economía deteriorada, y las ganancias del taller han sido como un subsidio a las pérdidas de su tutora”.
Es decir, el “dueño socialista” de este pequeño taller, altamente productivo en su especialización en la fabricación de material de construcción, en lugar de apoyarlo, lo frena y detrae los recursos necesarios para su crecimiento.
¿Qué les parece? Y, ¿por qué lo frena? El articulo lo señala expresamente “la fábrica no accede a la moneda nacional aprobada por el Gobierno para hacer inversiones inmediatas, amén de las sobradas garantías de amortización, porque el banco argumenta, con razón, la gran deuda de la Empresa; segundo, son obligados a parar la producción varios días cada mes por falta de cemento y áridos, debidamente asignados y en existencia, pero no adquiridos por los problemas de transporte y estado financiero de su rectora, aun cuando el Polígono en sí genera utilidades jugosas”. Son palabras del articulista de Granma, no mías. Desde luego hay que saber mucha “economía” para comprender todo este galimatías castrista.
El problema de la dependencia del Taller de una entidad ruinosa lleva a Cámbar a pensar en el futuro y que lo mejor, en su opinión, es ser un centro de coste independiente que maneje sus propias finanzas para diseñar y ejecutar las políticas de empresa más adecuadas, como “la creación de una nave para el módulo mecanizado de bloques, montar una nueva prensa de losas, otro molino, y adquirir una hormigonera que humanice la fabricación manual de los bloques, pues hacer la mezcla es lo más agotador y demorado." Se me ocurre que cualquier empresa española de la construcción podría ser un socio interesante para estos objetivos de Ramón, pero en el régimen castrista no van por ahí las propuestas de futuro.
La posición de Ramón es absolutamente correcta, pero en la economía castrista es inviable. La independencia económica de las unidades de producción supone un reto al sistema socialista que los Castro no desean desmontar. Una vez más, la ideología se sitúa por encima del funcionamiento eficiente de la economía. El régimen castrista asume así una menor producción de este taller, a sabiendas que podría incrementar el empleo y recaudar más impuestos, a cambio de someterlo al control socialista e ideológico.
Lo cierto es que cada vez más cubanos se dan cuenta de que esta realidad con la que han convivido medio siglo supone la verdadera atrofia de la economía y las raíces del denominado “embargo”. El modelo es insostenible, pero nadie piensa en su transformación. Por el contrario, y aquí viene lo mejor, la solución que proponen para este Taller de Ramón Cámbar es cambiar su dependencia de la empresa municipal socialista a otra provincial, también socialista, el mismo perro con distinto collar, al parecer con más recursos y mejor administrada. Esa otra empresa ideológica y comunista seguirá siendo una rémora para el Taller, frenando sus posibilidades reales de crecimiento y entorpeciendo cualquier acción dirigida a mejorar su productividad. Tal vez muy pronto lo podamos leer de nuevo en Granma, muy dado últimamente a desvelar ineficiencias y sanciones en las empresas del régimen, sin duda para atemorizar a sus gestores y convertirlos en siervos obedientes incapaces de pensar por sí mismos.
Conclusión: Ramón terminará dejando el sector, y posiblemente estableciéndose como cuenta propista, cuando Raúl Castro se decida a aumentar las 178 licencias establecidas actualmente. Si Ramón pudiera llevar a la práctica sus ideas, sin los obstáculos del régimen castrista, la economía de Cuba podría ir mucho mejor.
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