Los comunistas cubanos califican de "enemigos" a sus adversarios


 
Elías Amor, Economista

Que conste que cuando escribo estas líneas, aún no se conoce ningún resultado del cónclave comunista de La Habana que comenzó ayer sábado día 28. Con independencia de que me reservo para este análisis, sobre todo si se realiza alguna aportación en materia de asuntos económicos, me ha parecido de interés someter a evaluación el discurso de Machado Ventura, y sobre todo, determinadas frases recogidas en Granma, diario oficial del régimen, que nos obligan a observar con cierta preocupación el estado actual del partido único en la Isla.

La dialéctica de los comunistas cubanos en su Conferencia de este fin de semana es explícita, y nunca antes había trasladado un mensaje tan claro a la audiencia: “hacer los cambios necesarios, pero sin la más mínima concesión al enemigo”.

El contenido de esta afirmación es realmente sobrecogedor.

Primero, se reconoce que es necesario hacer cambios, a los que se otorga una notable relevancia. Cambios que, lógicamente, se inspiran en el ideario comunista, ya que la segunda parte de la frase deja claro que no habrá concesiones al “enemigo”. El comunismo castrista pretende reforzar así su posición hegemónica y dominante en el mapa político castrista. No hay espacio para otras formaciones políticas dentro del sistema.

Es un aviso para cualquiera que tuviera dudas sobre una eventual evolución del régimen hacia el pluralismo político. Sociedad, estado y partido son indivisibles, y forman un cuerpo inmovilista sobre el que solamente pueden situarse los dos hermanos que han dirigido la nación durante medio siglo. Ninguna novedad para nadie.

Segundo, lo que se opone al comunismo cubano se califica de “enemigo”. Dicha consideración vuelve a situar no sólo el lenguaje de quiénes dicen dirigir el destino de Cuba en tela de juicio, sino la violencia que se desprende de este tipo de consideraciones. Yo no me considero enemigo de nadie. Y quiero seguir viviendo así el resto de mi vida. Por supuesto que creo que deben existir adversarios con los que contrastar ideas, pero en ningún caso me planteo batallas ni guerras para tratar de exponer lo que pienso.

Los comunistas cubanos han dejado claro que nosotros, los que pensamos de forma diferente sobre el futuro de Cuba, somos el “enemigo”.  Y ya sabemos cómo se trata al enemigo. Así nos contemplan desde su poltrona instalada en la falsa seguridad de un régimen que se desvanece, y al que se aferran de manera lamentable. Esa dialéctica “enemigo” frente a “adversario” es algo que determina la naturaleza violenta del régimen de partido único en Cuba, y su forma de percibir a la democracia plural. Nada nuevo tampoco.

Entonces, ¿para qué esta conferencia comunista?

Aquí las opciones son más complicadas. No creo que desde el congreso del año pasado hasta ahora se hayan producido cambios en la situación política interna que merezcan una aventura de estas características. Es cierto que del congreso surgió esta iniciativa, pero son incontables las ocasiones en las que la cúpula castrista ha pospuesto, modificado o suprimido otras reuniones del partido único, por lo que podría haber ocurrido otro tanto esta vez.

Una primera tesis es la que se desprende de algunos enunciados de los reunidos en La Habana: no tienen ni idea de qué hacer, ni de cómo hacerlo. Aunque se empeñan en que todo está escrito, en un guión de obligado cumplimiento que nos lleva al “manual del buen revolucionario”, los llamados ”Lineamientos”, parece que existen dificultades para materializar lo que se propone, en suma, “convertir las ideas en objetivos de trabajo, tareas y orientaciones para garantizar el cabal cumplimiento de los acuerdos del VI Congreso del Partido, según palabras textuales del segundo secretario del PCC, José Ramón Machado Ventura, en la inauguración de la cita de los comunistas cubanos, presidida por el Primer Secretario del Comité Central del Partido, General de Ejército Raúl Castro Ruz. De dónde pueden surgir esas dificultades y sobre todo, quiénes las representan es una cuestión de indudable relevancia, que merece un análisis más detallado.

Hasta ahora ha habido mucha discusión de medidas e iniciativas, pero las concreciones han sido un parche de dudosos resultados sobre una economía que, como ya hemos señalado en otras ocasiones, se sitúa en los últimos puestos de las tasas de crecimiento de América Latina. Los comunistas andan buscando responsables para culpar, pero no parece que se percaten, o tal vez no quieran darse cuenta, de que son ellos y sus estrategias los que no van a dar soluciones efectivas a los problemas reales de Cuba-

Una segunda tesis es el intento, tal vez en balde, de recuperar el partido. ¿Recuperar para qué? La edad media de los cuadros es visible en la participación plenaria. Nadie quiere ser miembro de los comités de defensa, que no sólo se han quedado sin jóvenes, es que incluso han perdido buena parte de su misión delatoria e informativa.

La idea de “reconstruir” el interés en la pertenencia al partido, y el vínculo de sangre con la organización comunista, puede tener mucho que ver con esta conferencia del más puro estilo de marketing y propaganda castrista.

Otra cosa es que lo consigan. Viendo el excepcional documental de Carlos Montaner “Los nietos de la revolución cubana” se concluye que la juventud cubana, al menos por mucho tiempo, dará la espalda a la organización comunista, simplemente porque nada tiene que ver entre sí. Las dudas sobre el futuro de la “revolución” ya no se resuelven en el marco interno del partido y su relación con la sociedad, sino que depende de los núcleos de poder del ejército y la seguridad del estado, cada vez más convencidos de que después de los Castro, nada será igual.

Tercero, la elección de la fecha: el 159 aniversario del nacimiento del apóstol, me parece otra nueva ofensa para la trayectoria vital de quién inspiró el nacimiento de la Patria. Que los comunistas traten de seguir reivindicando a José Martí, al que se le reconocieron en vida opiniones muy críticas con la ideología que ya en su época trataba de abrirse paso en los países occidentales, no deja de ser un esperpento histórico que genera confusión entre los cubanos, y que supone un intento más de manipulación de la historia que, en su día, tendrá que ser revisado.

Tomado de Miscelánea de Cuba, domingo 29 de enero de 2012

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