Los trabajadores por cuenta propia y el régimen castrista

Elías Amor Bravo, economista

El Ministerio del Trabajo y Seguridad Social del régimen castrista ha señalado que, al cierre de 2016, alrededor de 535.000 personas pertenecían a la categoría de cuenta propistas, de los que un 32% eran mujeres, y, como dato curioso, un 11% jubilados.

Es importante tener en cuenta que esta categoría nada tiene que ver con la iniciativa privada, tal y como se conoce en otras economías. Los trabajadores que se acogen a esta modalidad simplemente desempeñan sus funciones al margen de la hegemonía estatal, pero no son dueños de las instalaciones en que prestan los servicios (generalmente alquiladas al estado), o de los medios de producción. Ni siquiera tienen libertad para vender sus productos o servicios, ya que dependen de las redes de distribución controladas por el estado, como Acopio, ni tampoco para recibir inversiones extranjeras o asociarse con fines mercantiles, y sus ingresos o actividad son sometidos a un control riguroso por los inspectores estatales, que les impiden crecer, aumentar la escala de prestación de servicios o de producción. Pese a todo, el trabajador por cuenta propia tiene el incentivo vinculado a una mayor independencia y ganancias más altas, aspectos que no se deben despreciar en la aburrida estructura burocrática del castrismo.

Desde que en 2007 el régimen autorizase el ejercicio de algunas actividades al margen de la hegemonía estatal, las cifras han ido en continuo aumento, si bien, no al ritmo que inicialmente preveían las autoridades. Aspectos derivados de una inadecuada implementación de las reformas, tímidas protestas sindicales en los centros de trabajo por los despidos y la falta de una visión estratégica compartida en la dirigencia política comunista, han hecho que este proceso, absolutamente necesario para la mejora de la calidad de vida de los cubanos, haya tenido una evolución bastante errática. Sobre todo, si se tiene en cuenta que esos 535 mil trabajadores apenas representan el 11% del empleo total de la economía, donde cerca de 5 millones todavía pertenecen a la actividad estatal. Por contrapartida, en el conjunto de países de América Latina, no llega al 11% precisamente el empleo dependiente del estado, lo que invierte claramente las ratios con respecto al régimen castrista.

El informe del Ministerio ha sacado a la luz algunos datos que tienen, sin duda, un alto valor sociológico. Por ejemplo, un 31% de los trabajadores autónomos son jóvenes, lo que indica que a diferencia de sus mayores los cubanos de menor edad no desean resignarse a empleos mal retribuidos y sin futuro en las empresas y organizaciones estatales, donde fungen sus padres y abuelos. Esa relación entre trabajo por cuenta propia y juventud es un aspecto positivo a tener muy en cuenta.

Además, otro dato significativo es la participación entusiasta de las mujeres cubanas, ya que un 32% de los cuenta propistas pertenecen a este sexo. Muchas de ellas lo harán como complemento de ingresos familiares, aunque también puede existir una mayor vocación de emprender en libertad. Además, un 16% también desempeña sus funciones en el sector estatal, como claro ejemplo que los sueldos castristas no dan para vivir; y de forma muy significativa, un 11% de los trabajadores por cuenta propia ya están jubilados y se acogen a esta modalidad de actividad laboral por el mismo motivo, en este caso, la insuficiencia de las pensiones que reciben al final de su vida activa. Sin duda, una fotografía precisa de la realidad social y económica cubana que confirma, una vez más, el fracaso del sistema económico y social impuesto por la llamada “revolución”, que en su último tramo, es incapaz de aventurar un mejor futuro para los cubanos.

Además, del medio millón de cuenta propistas, tan solo 367.485 personas se encuentran afiliados al régimen especial de Seguridad Social creado en su momento para fines tributarios. Es decir, que en el país del control absoluto, la planificación central y la ausencia de derechos de propiedad, algo así como un 32% de los cuenta propistas escapan de la seguridad social. O dicho de otro modo, los 167 mil que no están afiliados (titulares de actividad) contratan a los 367 mil restantes que están de alta en seguridad social, una muy baja tasa de generación de empleo que viene a situarse en una media de 2,2 trabajadores por titular. Una baja, muy baja creación de empleo.

De acuerdo con los datos publicados, las actividades que tienen una mayor participación entre los cuenta propistas, continúan siendo la elaboración y venta de alimentos, unas 59.700 personas; el transporte de carga y pasajeros, con 54.350; la renta de viviendas, habitaciones y espacios, con 34.000, y la figura de telecomunicaciones, que agrupa a 24.440 empleados. En general, actividades destinadas al sector servicios y con una clara orientación al turismo extranjero. La posibilidad de desarrollar el trabajo por cuenta propia en servicios avanzados o la manufactura es prácticamente imposible. Conviene recordar que en principio fueron 178 las actividades aprobadas por el régimen, llegando en la actualidad a poco más de 200, y esta limitación, qué duda cabe, es otro factor que frena la expansión de los trabajadores que se acogen a esta modalidad. Por contraste, una clasificación de ocupaciones estándar en una economía de tipo medio como la castrista, arroja alrededor de 700 categorías. Lo que autoriza el régimen en Cuba es una pequeña parte, insignificante.

No me extraña que las autoridades se muestren optimistas con respecto al crecimiento del número de trabajadores por cuenta propia. Sometidos al control de la cúpula de empresas estatales dependientes del ejército y la seguridad del estado, el diseño de la economía está perfectamente orientado a ganar tiempo y recaudar, sin introducir cambios para mejorar la calidad de vida de los cubanos.

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