Las erróneas expectativas de los dirigentes de la economía de Cuba

Elías Amor Bravo, economista
El pasado 28 de julio Cubadebate publicó un artículo de José Luis Rodríguez titulado “La política económica en Cuba: valorando lo alcanzado y los retos a enfrentar”. Para aquellos que no lo recuerden o no lo sepan, Rodriguez fue ministro de economía y actualmente se desempeña como asesor en el Centro de Investigaciones de la Economía Mundial en La Habana.
Frecuentemente, los artículos de Rodríguez aportan algunas evidencias interesantes sobre cómo se interpretan los procesos económicos en Cuba. Esta última colaboración, de la que habrá una siguiente ya anunciada, es un buen ejemplo de ello.
Tras pasar revista a los temas tratados en la sesión constitutiva de la Asamblea Nacional celebrada el pasado 19 de abril, y con especial atención al discurso de Raúl Castro en el que hacía un balance de los resultados de la política económica aplicada durante los siete últimos años, reconociendo que “no se logró avanzar lo suficiente en la creación de las bases para el desarrollo del país –eje central de la estrategia económica implícita en los Lineamientos del 2011”, Rodríguez en su artículo abordó la coyuntura actual ofreciendo algunas ideas que llaman la atención. Voy al grano.
En esencia, el exministro castrista afirma en su balance personal que “el aspecto en el que se alcanzaron los mejores resultados fue precisamente en el proceso de saneamiento de la balanza de pagos mediante procesos de renegociación y pago de la deuda externa”. Ante la ausencia de estadísticas oficiales sobre esta materia, lo único a que podemos atenernos es a un juicio de valor como éste, ya que no existe referencia alguna en este momento que permita asegurar que la posición exterior de la economía castrista esté mejor ahora en su posición externa que hace unos años.
Además, existe alguna contradicción en el análisis de Rodríguez cuando tras afirmar lo anterior, señala que es “requisito indispensable para obtener financiamiento externo e inversión extranjera directa”. En esto no podemos negar que tiene razón. Los mercados internacionales de capitales no regalan el dinero por la cara a nadie. Para poder obtener financiación, los estados tienen que ser creíbles en sus políticas económicas y otorgar la necesaria confianza a los inversores. Nadie arriesga el dinero de nadie, sino tiene la seguridad y la confianza oportuna.
Sucede, sin embargo, y por eso es tan interesante el análisis del ex ministro, que en Cuba, al parecer, los dirigentes de la economía de Cuba pensaron que tras la condonación generosa de las deudas con el Club de París y otros acreedores internacionales, se iban a obtener más recursos. Y he aquí que no. Si, no se puede ser más ingenuo, desinformado o inexperto. Como señala Rodríguez, y cito textualmente sus palabras, “sin embargo, en diversas ocasiones se partió del supuesto de que –una vez normalizada la situación con los acreedores- se recibirían nuevos créditos en una proporción similar a lo pagado, cosa que no sucedió”. 
Pues claro que no podía suceder. ¿A quién con un sano juicio y unos mínimos conocimientos de cómo funciona la economía financiera, se le puede ocurrir lo contrario?. El que debe, tiene que pagar. Si no lo hace, su crédito es nulo. Puede decir lo que quiera, gritar, protestar, quejarse, inventarse cualquier majadería al uso, como convertir deudas a largo plazo en programas de desarrollo, pero al final, todo llega al mismo sitio. A pagar. Sólo si se cumple con lo debido, se obtiene más financiación. Los dirigentes de la economía cubana, según Rodríguez, pensaban en otra cosa. Qué ingenuidad por calificarlo de algún modo. Así les va.
Pero hay más información para analizar en el artículo del exministro. A continuación, explica, y cito textualmente, “por otra parte, la normalización de la deuda externa del país tuvo un elevado costo, ya que su servicio durante el período 2009-2017 alcanzó una cifra estimada cercana a los 23.000 millones de dólares, lo cual limitó objetivamente la posibilidad de elevar el monto de las inversiones o el consumo con recursos propios”. El nivel de endeudamiento de un país en los mercados internacionales no viene impuesto por nadie. No hay una “espada de Damocles” sobre la cabeza de gobernantes despilfarradores, que malgastan el dinero que obtienen procedente de la financiación internacional en aventuras de gasto improductivo de dudosa solvencia. El país que no puede asumir sus deudas, no debe endeudarse. Si Cuba tenía que asumir 23.000 millones de dólares en servicio de la deuda, es porque habría obtenido mucho más anteriormente. Por ejemplo, unas importaciones superiores a las exportaciones durante décadas abren esa brecha deficitaria que acaba siendo una pesada losa de deuda ¿Dónde está ese dinero del exterior? ¿Para qué se destinó? Los cubanos deben saber qué ocurre cuando llegan finanzas del exterior que se gestionan al margen de sus prioridades.
Rodríguez hace referencia además a lo malo que resulta en economía construirse "castillos en el aire", con  expectativas erróneas. Y dice textualmente, “al partir de un conjunto de premisas que resultaban de difícil cumplimiento, resulta evidente que primó una visión excesivamente favorable sobre las posibilidades objetivas para alcanzar rápidamente transformaciones estructurales en la economía nacional, estableciéndose –entre otros propósitos- metas de crecimiento muy elevadas. Al respecto cabe recordar que se fijó en el 2011 que la economía debía crecer un 4,4% promedio anual hasta el 2016”. Y yo añado que entre 2011 y 2016 el crecimiento promedio de la economía cubana ha estado por debajo de la mitad de ese objetivo, no ha llegado al 1,7% (Rodríguez cita un 2,3% en su artículo entre 2009 y 2016 para subir un poco la tasa, da igual son 6 décimas más: insuficiente) lo que ha impedido alcanzar los resultados previstos en el castillo en el aire. Y así les va durante casi 60 años. Confiando el funcionamiento de la economía de Cuba a los burócratas planificadores de un sistema económico intervenido centralmente, en el que se proscribe la libre empresa, la propiedad privada y el mercado como institución de asignación de recursos, que de activarse, podrían cambiar ese lúgubre escenario comunista.
El autor describe el discurso de Raúl Castro como un espacio que “debe servir para reflexionar sobre lo logrado, pero sobre todo para meditar sobre lo que nos falta por hacer y los errores cometidos, partiendo –como revolucionarios- de la visión de que se trata de un vaso medio lleno y no un vaso medio vacío”. Créanme que no doy crédito a lo que leo. Errores cometidos, vaso medio lleno/vacío, revolucionarios.... demasiados conceptos mezclados que no casan bien. Además, todavía tenemos que esperar algo mejor. El propio ex ministro lo dice, al anunciar en un próximo artículo, “el balance de esta etapa no puede tampoco excluir la existencia de un grupo de errores e imprecisiones, que llevaron a los planteamientos expresados por Raúl en abril”. Yo lo estoy esperando como agua de mayo.

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