Las bases de la transformación de la economía productiva en Cuba: dos años después de la entrega de tierras ociosas

Hace dos años, el régimen de Raúl Castro empezó a desarrollar una política de entrega de tierras ociosas a campesinos con el objetivo de aumentar la producción de alimentos y detener la escasez crónica de estos bienes en la Isla. Un artículo reciente en Granma de Ronald Suárez Rivas hace un balance de esta medida. Según datos oficiales, “ya son más de 5.230 toneladas de viandas y 4.783 de hortalizas, 4.143 toneladas de granos y unos 100.700 litros de leche, lo que se han obtenido de forma directa como consecuencia de la puesta en actividad de tierras que, anteriormente, habían estado sin producción.
El propio Granma reconoce que “todavía son cifras discretas, que no alcanzan para cubrir la demanda de los mercados, ni para eliminar la necesidad de importar alimentos imprescindibles en la mesa del cubano; no obstante, los especialistas aseguran que es el despegue de un movimiento que en lo sucesivo aportará mucho más”. Yo creo que si. Es un magnífico avance y me siento satisfecho de que estos nuevos “emprendedores agrícolas cubanos” tengan éxito aunque no sea el esperado.
No me cabe la menor duda. La eficiencia productiva tiene que ser mayor que la de las granjas del Estado, sometidas a una dirección cuartelera que no tiene en cuenta el coste de oportunidad, ni el análisis coste beneficio. Un buen dato lo proporcionan las autoridades. Es asombroso que hasta mediados de 2008, cuando se pusieron en marcha las primeras entregas de tierras en la zona de Pinar del Río, “el 43% del área cultivable —en manos de varias empresas estatales, Unidades Básicas de Producción Cooperativa y organismos a los cuales se les asignó tierra en algún momento— permanecía sin cultivar”. En total 93.170 hectáreas. Esta desidia, abandono e ineficiencia definen el modelo productivo comunista y colectivista que los hermanos Castro idearon para su revolución en Cuba, y 50 años más tarde, la presión de los acontecimientos, les han obligado a plantear soluciones parciales a fin de paliar la grave escasez del sistema productivo.
La entrega de tierras en Pinar del Río alcanza ya 55.980 hectáreas, y se han realizado importantes trabajos de desmonte del marabú y la maleza que asolaban los campos, para cultivar tabaco, arroz o dedicar la tierra al ganado. En total 7.942 campesinos puedan ahora dedicarse a la agricultura y la ganadería, y es sorprendente observar que de esa cifra, 6.894 nunca antes habían trabajado en el campo, lo que supone un retorno de la población activa hacia la agricultura ante las perspectivas favorables que se abren para la misma.
Además, estos pioneros de la nueva agricultura tienen una extraordinaria capacidad para innovar e introducir productos que la desidia del régimen había apartado de la canasta de consumo de los cubanos, como mango, aguacate, frutabomba, guayaba, marañón, mamey, chirimoya, anón y de plantas ornamentales, y también se afirma que los rendimientos obtenidos en poco más de dos años han servido para que muchos de estos nuevos agricultores hayan podido devolver los créditos que tuvieron que solicitar para realizar las inversiones iniciales, y lo que es más importante, están contratando trabajadores con salarios medios superiores a 600 pesos. Niveles de salarios de esta magnitud, en un país con sueldos medios de 200 pesos, van a suponer un atractivo para mucha gente.
Sin embargo, a pesar de que parece que se ha descubierto la piedra filosofal de la riqueza, el régimen comunista sigue haciendo de las suyas, y muchos de estos nuevos agricultores no ocultan sus quejas sobre “las demoras en la tramitación de los expedientes, convenios cancelados por indisciplinas y reticencia de algunas entidades para desprenderse de sus tierras —a pesar de no utilizarlas—“, Todo lo cual confirma que la arbitrariedad comunista ha pasado a adueñarse del proceso de recuperación de tierras abandonadas y que la burocracia del partido único, incompetente e ineficiente, no hace más que jugar con los contratos de usufructo de tierras para someter y convertir en esclavos a los nuevos agricultores.
A pesar de ello, tengo motivos para ser optimista. Siempre. Cada vez que el sistema comunista se mueva hacia atrás, Cuba irá a mejor. Ensayos de estas características en el vetusto sistema comunista e intervencionista de los hermanos Castro muestran que existe una amplia base social de ciudadanos que aspiran a tener libertad económica, libertad social y libertad política que, para los liberales, van estrechamente unidas. El que más de 400 personas se hayan interesado por obtener nuevas tierras por medio de esta fórmula confirma que en Cuba existe una buena simiente para el futuro de la economía del país, a pesar de la torpeza del comunismo en la gestión de los asuntos económicos. Esa generación de cubanos que aspira a un trozo de tierra para sentirse libres de producir lo que pueden obtener con sus manos, con su esfuerzo, con su ahorro, con su capacidad para llegar hasta donde les permitan sus posibilidades, que capean a la burocracia comunista, que devuelven los créditos y que contratan a otros ciudadanos y pagan salarios magníficos, son la mejor carta de presentación de un futuro democrático en Cuba.
Por supuesto que todo ello podría verse potenciado con un nuevo régimen de propiedad de la tierra, basado en el respeto a los derechos de propiedad, la posibilidad de aumentar la dimensión de los campos en cultivo, la posibilidad de asociación entre propietarios independientes por medio de fórmulas de empresa privada con acciones, y no sólo cooperativas, la posibilidad de admitir la entrada de capital extranjero, abonos, fitosanitarios, tecnología y know how. Todo eso sería necesario y cuanto más tarden las autoridades en darse cuenta, peor.

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