Propuestas ante el Congreso del PCC para un debate económico (I)

Ante el próximo Congreso del PCC a celebrar a mediados de abril me propongo realizar una serie de misivas en abierto, para tratar de ofrecer argumentos críticos y constructivos hacia el documento denominado “Lineamientos”, con el que se pretende sentar las bases de una eventual transformación de la economía castrista hacia una mayor eficiencia y productividad.

Esta es la primera. Quiero que el tono sea pedagógico. Me propongo tratar de explicar, con detalle, por qué el diseño planteado por el régimen no puede conseguir sus objetivos. Propondré soluciones alternativas. No quiero que esta labor se convierta en un ejercicio de dirigir pelotas contra una pared. Me gustaría recibir opiniones críticas para contrastar puntos de vista. Trataré de formular mis aportaciones dentro del marco específico de los “Lineamientos”, para que resulte más fácil realizar el análisis.

Vaya por delante, que creo que el documento en sí, como ya he señalado en repetidas ocasiones, no es un programa de política económica al uso porque en él no es fácil identificar la necesaria coincidencia de objetivos e instrumentos. Tampoco está claro que se trate de un programa para actuar a nivel macroeconómico, o microeconómico, porque las medidas apuntadas tienden a mezclarse unas con otras, sin el debido ordenamiento instrumental.

Tampoco creo que la transformación de una economía de base estatal, burocrática y planificada, sin propiedad privada, ni mercado como instrumento de asignación de los recursos, con un elevado nivel de actividades en régimen de monopolio estatal, se pueda realizar practicando ajustes en determinadas actividades y dejando todo prácticamente como está.

En mi opinión, se debería prestar más atención a las reformas institucionales y jurídicas de la economía que, como algunos analistas dentro de Cuba advierten, son fundamentales para restaurar tanto la confianza interna como externa y la credibilidad de la economía.

Por desgracia, en los “Lineamientos” no ocurre nada de esto, y la apuesta por una economía socialista, estatal y sin mercado ni propiedad privada, se refuerza ideológicamente, al tiempo que se apunta, de forma contradictoria, a una progresiva reducción de los gastos públicos para minorar el tamaño del presupuesto estatal.

Contradicciones como ésta, unidas a la desaparición de empleos estatales o gratuidades, sin su correspondiente canal efectivo hacia la economía de los gestores privados, así como el manejo deficiente de la política monetaria o cambiaria, recientemente, apuntan a que el debate sobre los “Lineamientos” que puedan realizar los comunistas cubanos, puede llegar a ser parcial, restrictivo, ideológico y, por ello, dejar fuera de contexto aportaciones procedentes de distintos sectores de la sociedad cubana que, sin ser comunistas, aspiren a un modelo de economía similar, eficiente, competitiva y productiva.

Es cierto que sustraer el debate sobre los asuntos económicos del plano político ideológico no es fácil, pero en el caso de la economía cubana, y de su actual situación, difícil de comprender con los modelos y esquemas analíticos que poseen los economistas para otros países, entiendo que sería posible realizar esta abstracción, y a ello me emplazo en las próximas colaboraciones que van a ir viendo la luz en estas páginas.

Sería conveniente que los “Lineamientos” fueran evolucionando en medio de estos debates comunistas hacia dos escenarios convergentes.

De un lado, que fueran capaces de integrar propuestas económicas de una ideología lo más amplia posible del espectro, habida cuenta de que el modelo estatal y comunista ha quedado sin referencias a nivel internacional y que la etiqueta “socialista” permite al sector privado un amplio marco de ejecución económica que en la economía cubana es impensable.

De otro, que se avance hacia un programa real de política económica dotado de sus correspondientes objetivos, intermedios y finales, así como instrumentos para alcanzarlos. Programa que debería tener el máximo consenso social porque sólo así es posible avanzar en cualquier sociedad, y que deje a un lado las prohibiciones y las restricciones que durante décadas han impedido una plena normalización de la economía cubana.

A partir de estas dos acciones, los “Lineamientos” deberían evolucionar hacia un modelo de economía mixta, en la que servicios, como educación, sanidad, servicios sociales, queden garantizados en términos de su prestación pública, al tiempo que se establece un marco equiparable al de otros países occidentales para el ejercicio de los derechos de propiedad, la libertad de empresa y la acumulación, como elementos fundamentales del arraigo microeconómico de la economía cubana.

Me atrevo a afirmar que no será posible lo primero en el futuro si lo segundo no queda definitivamente garantizado esta vez. Ya no hay margen para dilatar más en el tiempo lo que supone la vuelta de la economía cubana a la ortodoxia, sin perder los logros alcanzados, pero sentando las bases para que la financiación de esa estructura se realice por medio de la actividad económica privada. El siguiente paso debe consistir en aprobar la participación prevista en el PIB de la economía cubana de los gastos públicos y, sólo entonces, iniciar los ajustes, sin improvisaciones ni gestos que crean más incertidumbre e inestabilidad.

Esta sería la forma de comenzar. En próximas colaboraciones, vamos a tratar de proponer cómo llegar a esa economía privada competitiva, eficiente y dinámica que ayude a la consolidación de la estructura pública, y sobre todo qué estructura pública.

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