Emprender en la agricultura castrista: todo un reto lleno de obstáculos


Elías Amor Bravo, economista



¿Puede ser Osmeidi importante para el futuro de Cuba? ¿Puede realmente ser “dueña de su destino? Déjenme que les presente el relato.


Si ustedes no suelen leer Granma, no se preocupen. El órgano oficial del régimen castrista lleva meses presentando historias humanas de trabajadores por cuenta propia a los que parece irles bien en su proyecto. Nada nuevo bajo el sol. Siempre hemos defendido que la iniciativa por cuenta propia, la vocación emprendedora, las ganas de salir adelante son valores que han calado históricamente en la mentalidad de los cubanos.


Aunque la llamada “revolución” los ha intentado perseguir y eliminar durante más de medio siglo, tan pronto como se han abierto pequeñas rendijas, han vuelto a florecer. Como heredero de aquellos cubanos emprendedores de comienzos del siglo XX, me siento satisfecho cada vez que leo estas historias.


Y cuidado. También soy consciente de que existe mucha propaganda detrás de esta nueva campaña por difundir los valores del cuenta propismo. Propaganda que, en ocasiones, tiene un sabor almibarado, que no se corresponde con la realidad. Y lo peor, lo más grave de todo, son los peligros y amenazas que gravitan sobre estos emprendedores raulistas, que se han tirado a una piscina semivacía, con grave riesgo para sus vidas. Por desgracia, un régimen que se sigue calificando como socialista, y que defiende la planificación central y la ausencia de propiedad privada como ejes fundamentales, no está preparado para historias como la que se relatan en este artículo.


Este es el caso de Osmeidi Rigueira Hodelín, una mujer joven, que en el entorno rural de Buena Vista, está sacando adelante una explotación de 13 hectáreas de tierra de cría y producción de carne de cerdo para consumo.  Como dice textualmente el cronista de Granma, Osmeidi, “se siente por encima de las adversidades, optimista frente a la vida y dueña de su destino: el que eligió hace poco más de tres años, cuando pidió tierras en usufructo para fomentar, básicamente, la crianza de animales”.


El artículo de Granma esboza, en líneas generales, lo que ha sido la evolución de esta arrendataria de tierras. Desde su comienzo, con sólo “tres puercas, para alcanzar en este momento más de 130 cerdos, 155 ovinos, además de gallinas, guanajos y patos”. Para añadir que este resultado se ha conseguido “trabajando duro junto a mi esposo y a dos hombres más”.


La historia de Osmedi es admirable. El Estado le concedió en arrendamiento 13 hectáreas de tierra, de las que nunca será propietaria. Tierras que se encontraban “perdidas de marabú, pero las limpiamos a golpe de chapea y con todo lo que fue posible”, lo que confirma una vez más la absoluta escasez y falta de medios de producción para las tareas agrícolas. Y todo ello, acompañado de la determinación de quién emprende, cuando dice “siempre supe que de esa área tenía que salir alimento para nuestros animales”, aun con las dificultades para la compra de pienso para en una economía en la que no se ha fomentado este tipo de empresas.


Osmeidi lo tiene muy claro cuando afirma que "el campo, la crianza y la agricultura no están hechos para perder el tiempo”. Tiene razón. Antes que ella, muchos años atrás, miles de agricultores cubanos, y otros muchos procedentes de diversos países, consiguieron el milagro de la agricultura cubana de mediados de los años 50, una de las más competitivas, modernas y diversificadas del mundo. Con un sector fundamental en el que Cuba poseía el dominio del mercado mundial. Lo consiguieron gracias al trabajo, el esfuerzo y la dedicación, los mismos valores que defiende Osmeidi, pero también, porque en Cuba existía un sistema de derechos de propiedad estable y predecible, que les permitía, libremente, decidir el aumento de sus explotaciones, sin necesidad de solicitarlo al Estado, y dedicarlas a los cultivos o los productos que el mercado, vía precios, fijase como los más rentables.


Así es como aquellos desposeídos progresaron y vieron sus sueños realizados, antes de que Castro les confiscase sus propiedades en un ejercicio de irresponsabilidad que medio siglo después siguen pagando los cubanos en forma de escasez, altos precios y racionamiento.


Lo que Osmeidi debe saber, es que ella puede tener éxito en su proyecto, pero necesita sustentarlo sobre unas bases más firmes y coherentes que las existentes actualmente en el régimen castrista. Que mientras no sea la dueña de su propiedad con libertad absoluta para dedicarla a lo que crea conveniente, nunca será libre, y que la evolución de su trabajo y esfuerzo, vendrá condicionada por lo que un partido, un gobierno, un estado diga que se tiene que hacer. Que esa vía hacia la independencia que ha elegido es formidable, y que solo puede tener que satisfacciones, pero que debe estar en permanente vigilancia, porque el poder comunista de los Castro siempre estará al acecho para evitar que sus ganancias aumenten, que las pueda dedicar a lo que ella estime conveniente, y en cualquier caso, actuar con libertad en su negocio.


Y debe ser consciente de que el trabajo y el esfuerzo son necesarios, pero hasta un límite. Que si se ve obligada a trabajar de sol a sol, comprando desechos para alimentar a su ganado, es porque la economía en la que se encuentra nunca ha apostado realmente por este tipo de actividades, existiendo un vacío difícil de rellenar. En cualquier caso, Osmeidi es una heroína de nuestro tiempo, es una emprendedora, merece todo mi respeto, y solo quiero que triunfe, porque esa victoria suya no es más que una derrota sonora del modelo implantado por la fuerza en la economía castrista durante más de medio siglo.


Tan solo me quedo con unas palabras de Osmeidi, "no me arrepiento de haber escogido este camino. Todo lo contrario; estoy cada día más embullada para continuar". Y un deseo personal: que tenga éxito, que todo le vaya bien y que vea sus sueños realizados, con independencia del castrismo.

Tomado de Miscelanea de Cuba, 17 de enero 2013

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