Producir arroz con la cooperación al desarrollo. Otra broma

Elías Amor Bravo, economista

Granma anuncia hoy en titulares "Cooperación al desarrollo para producir arroz". ¿Quién lo iba a decir? El alimento fundamental de la dieta de los cubanos, el arroz, ha tenido que ser recuperado medio siglo después de las reformas estalinistas de Fidel Castro en la economía, por medio de programas de cooperación al desarrollo. Increíble. Es verdad que Cuba nunca produjo arroz suficiente para abastecer a la población, ni siquiera en los años de esplendor de la economía de la República, pero ello no era obstáculo por cuanto se intercambiaba en el exterior por otras mercancías de valor superior, que se obtenían en la Isla.

Han tenido que recurrir a la cooperación al desarrollo con Japón para que el Instituto de Investigaciones de Granos se pueda hacer con una transplantadora con bandeja para preparar los semilleros; un secadero con capacidad para dos toneladas; un venteador; una trilladora, y una balanza; todo ello por valor de un millón de dólares, que incluye además una planta para el beneficio de semillas, dentro de un  Proyecto de extensionismo y difusión de tecnologías para la producción de semilla certificada de arroz en la zona central de Cuba (conocido como DITESA).

El proyecto se va a ejecutar en cinco áreas del país pertenecientes a Cienfuegos, Villa Clara, Sancti Spíritus, Ciego de Ávila y Camagüey, provincias en las que se concentra casi el 50% de la producción de arroz de Cuba.

Según informa Granma, el Instituto, al parecer, lleva largo tiempo colaborando con la agencia de cooperación al desarrollo del Japón, en temas muy variados como la formación de los exbecarios JICA, las nuevas tecnologías, el conocimiento, las metodologías de trabajo aportadas por Japón y la disciplina y seriedad de los expertos. Al parecer a los japoneses de una “Asociación de amistad de Japón con Cuba” que están al parecer detrás del proyecto, les encanta la colaboración.

De ahí a concluir que este tipo de iniciativas sirvan para mejorar la producción de arroz en Cuba o la calidad del producto, no parece muy razonable.

Me permito recordar el ejemplo de Vietnam, que hace aproximadamente una década, y antes de implementar las reformas que lo han convertido en una gran potencia exportadora de arroz en Asia, tenía dificultades para dar de comer a su población y las hambrunas eran periódicas, pese a que en ese país la dieta básica de alimentación es igualmente el arroz. No hizo falta convenio alguno con ninguna “Asociación de amistad”, ni mucho menos recurrir a la cooperación al desarrollo.

El gobierno de Vietnam, un buen aliado del régimen castrista, lo tuvo muy claro desde el primer momento: propiedad privada generalizada en el ámbito agrícola y absoluta libertad de precios y de decisiones a los productores, reduciendo la interferencia del estado en la planificación central. El resultado llegó muy pronto. Vietnam produce arroz suficiente para consumo y con las exportaciones restantes, sobre todo a Japón y China, obtiene ingresos con los que está modernizando la industria, las semillas, la maquinaria y todo lo que necesitan las empresas privadas productoras de arroz, incluida la formación de sus directivos y profesionales.

Los dirigentes castristas han viajado a Vietnam y han visto con sus propios ojos el milagro, pero se resisten y confían el futuro a la cooperación al desarrollo y a una fantasmagórica “Asociación de amistad de Japón con Cuba” a la que deseo muchos años de vida. El resultado ya lo verán. No tardaremos mucho: importaciones de arroz, pagadas al contado a los granjeros de Estados Unidos para paliar la escasez en la Isla. La clave de todo este embrollo está en que saben lo que se tiene que hacer, pero no lo aceptan y buscan fórmulas que no tienen sentido. Así les va.

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