Algunas observaciones al Informe de Stratfor “Cuba, un potencial de prosperidad”.
Elías Amor Bravo, economista
La reapertura de las
relaciones diplomáticas entre el régimen castrista y la presidencia
de EEUU ha abierto un nuevo escenario de interés sobre el impacto
que este nuevo escenario puede tener sobre la economía de ambos
países, y de forma más concreta, sobre la diseñada por los
hermanos Castro en los últimos 55 años bajo el modelo
estalinista, que prohibe el ejercicio de los derechos de propiedad
privada y otorga al estado la planificación central.
Uno de los recientes
estudios que se han publicado es el de la consultora Stratfor, que ha
recibido una gran atención de los medios, como cabría esperar de
este tipo de informes.
En síntesis, el
Informe pronostica lo siguiente:
- Cuba y Estados Unidos continuarán reforzando los lazos políticos en los próximos meses y años.
- A corto plazo, los ingresos por turismo en Cuba podrían aumentar y con ello facilitar ciertas restricciones financieras, pero el país va a sufrir el impacto de la quiebra que se anticipa en Venezuela.
- A más largo plazo, el impacto de la apertura de Cuba dependerá de la habilidad de las autoridades de La Habana para afrontar los retos estructurales que afronta la economía, y de la forma que EEUU decida finalmente levantar el embargo comercial.
- El gobierno cubano probablemente introducirá reformas de forma gradual y selectiva para sacar ventaja de las oportunidades económicas, mientras retiene y refuerza el control político de la economía.
Ojalá pronosticar lo
que puede ocurrir en el futuro fuera tan fácil. A mi, personalmente,
me gustaría que estos Informes acertasen, pero tantos años
realizando un análisis y seguimiento de la economía castrista,
impiden obtener una valoración positiva.
Hay varias ideas que me
parece que pueden llevar a que algunos de los pronósticos de
Stratfor, o todos, no se cumplan.
Primera, los autores de
este informe persisten en la idea que Cuba ha sido, históricamente,
muy importante para los Estados Unidos.
Bien
el análisis. Pero la posición podría perfectamente describir la
etapa histórica de los grandes navegantes marinos y de los
descubrimientos, siglos XVI al XIX, tiene poco que ver con la aldea
global que la sociedad de la información y el conocimiento, y las
nuevas tecnologías han producido en el conjunto de la economía
mundial. Y la realidad es que fruto de ese proceso, la economía de
Estados Unidos se ha preparado para orientarse hacia los mercados
asiáticos, donde concentra una parte relevante de sus actividades,
mientras que Cuba es un desierto, con apenas un cable submarino de
conexión a Venezuela. La importancia de Cuba para Estados Unidos es
básicamente la que tiene para los dos millones de ciudadanos de
Estados Unidos de origen cubano. Poco más.
Segundo, el informe
incursiona sobre la eventualidad de las políticas del régimen cada
vez que han aparecido dificultades a lo largo de sus más de 50 años
de existencia. No es cierto. El período especial exigió medidas
liberalizadoras a corto plazo, pero en cuanto apareció el petróleo
de Venezuela, Fidel Castro volvió a recentralizar todo el poder
económico. ¿Quién dice que los actuales cambios de Raúl Castro y
los lineamientos no pueden ser reversibles? Mientras la Constitución de 1992 siga en vigor, una lectura de la misma descubre que las bases sociales de la economía se mantienen sin cambios.
Tercero, el impacto de
las conversaciones diplomáticas ha supuesto, hasta ahora, la
adopción de medidas unilaterales por EEUU (suavizar restricciones
económicos para permitir que más dinero fluya a la Isla, permitir a
los bancos procesar las transacciones de tarjetas de crédito de
Cuba) pero el régimen de La Habana no ha movido ficha. Al contrario,
informes procedentes de la Isla indican que la represión a los
disidentes y opositores ha ido en aumento.
Es cierto que el turismo
en Cuba alcanza cifras en aumento. La entrada de viajeros a la Isla
ha aumentado un 15% comparado con el mismo período del año
anterior, el equivalente a 1,7 millones de personas en los cinco
primeros meses de 2015 pero incluso las grandes potencias turísticas,
como España, saben que el turismo, por sí sólo, no sirve para
mover una economía en la que las grandes actividades motoras se
encuentran paralizadas. Además, es cierto que la isla tiene una
población formada, mano de obra barata, abundante población y
puertos naturales e incluso que cuenta con un sector de biotecnología
de gran potencial para tratamientos médicos y farmacéuticos. Pero
esto solo no basta para acelerar el crecimiento económico.
Cuarto, más aún
cuando el régimen se mantiene como el principal empleador de la isla
y los negocios en manos del estado dedicados a la exportación
(incluso las joint ventures con firmas extranjeras) se mantienen con
altos niveles de ineficiencia comparados con los competidores
internacionales. A ello hay que añadir la dualidad monetaria y la
restrictiva ley de inversión extranjera, lo que frena a los
inversores internacionales.
Quinto, si es necesario
esperar a 2018, para observar cambios democráticos en Cuba, justo
cuando Raúl Castro deje la presidencia, se habrá perdido un tiempo
formidable, que lejos de facilitar la adopción de medidas, puede
contribuir a agravar los problemas estructurales internos, incluyendo
una política monetaria divorciada del comercio, la escasez de
recursos energéticos y un bajo nivel de infraestructura y escasez de
capital.
En tales condiciones,
la expectación puede aumentar. No cabe esperar grandes cambios en el
régimen castrista. No está en su ADN. En esta última fase, la
única aspìración es ganar tiempo, y puede que lo consigan, con la
gradualidad de las reformas y su ajustada medición, para no perder
el control político. Así, en contra de lo que pronostica Stratfor,
no será posible convertir a Cuba en una atractiva y competitiva
economía manufacturera de nivel medio o medio bajo que permita
alcanzar un crecimiento económico más fuerte aprovechando la ola de
apertura con Estados Unidos. Ojalá me equivocase.
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