Lecciones del premio Nobel de economía 2015 a la economía castrista

Elías Amor Bravo, economista

La Real Academia Sueca de las Artes ha otorgado el premio Nobel de Economía 2015 al prestigioso profesor de la Universidad de Princeton, Angus Deaton, reconociendo sus aportaciones al análisis del consumo, la pobreza y bienestar. Mi artículo de hoy en Cubaeconomía va dirigido a que las autoridades del régimen castrista se sientan aludidas y, de una vez por todas, empiecen a desarrollar políticas económicas más adecuadas para sacar a la economía castrista del marasmo en que se encuentra.

Precisamente, el profesor Deaton confirma que la mejor forma de luchar contra la pobreza es promover el consumo, aumentando así el bienestar. Y no existe otra receta para conseguir este objetivo que fijar como referencia fundamental las elecciones individuales de la gente. El derecho a elegir se conculca en la economía castrista desde la entrada en vigor de la “libreta de racionamiento allá por los años 60 del siglo pasado”. Lejos de contribuir a mejorar las condiciones de vida de los cubanos, va en contra de la lógica del funcionamiento adecuado de una economía. Se les cayó la careta.

En cualquier economía, las elecciones individuales son fundamentales para los resultados colectivos. No es al revés, como se consigue que un país mejore su nivel de bienestar. Los planificadores que se creen con un conocimiento absoluto de la realidad conducen a las economías al fracaso.

Gracias al premio Nobel Deaton, el régimen castrista debería saber que los consumidores distribuyen su gasto entre los diferentes bienes y servicios, y cuando eso es así, resulta más fácil predecir los modelos de consumo agregado, evaluar los resultados de las políticas económicas, como por ejemplo las impositivas, y determinar cómo se beneficia el bienestar global de la población de esas elecciones individuales de los distintos grupos sociales. Como corolario, harían bien los planificadores castristas en leer lo relativo al concepto fundamental de Deaton, el “Almost Ideal Demand System”, sistema casi ideal de demanda, que relaciona la demanda de los bienes con los precios de todos los bienes y las rentas individuales. En Cuba, simplemente, esto no resulta posible. Los precios no funcionan y los niveles de renta son inconfesables.

Deaton puede ayudar igualmente al castrismo a diseñar una política financiera y crediticia adecuada, porque sus trabajos contribuyen a determinar lo que se ahorra por los individuos, y como consecuencia de ello, lo que se puede destinar a formación bruta de capital, es decir, inversiones. Conviene recordar que la economía castrista presenta uno de los porcentajes más bajos de inversión en términos de PIB del mundo. Eso no es bueno. Analizando las aportaciones de Deaton se puede concluir fácilmente por qué esta anomalía. El mostró en alguno de sus trabajos, que el nivel de consumo anterior no permite orientar el análisis de la relación entre consumo y renta presentes, si en la medición de ese consumo inicial no se tienen en cuenta los gastos de consumo individuales, y a su vez, distintos. De ese modo, podemos comprender las consecuencias fatales del mecanismo perverso castrista de igualar a la baja el consumo de todos los cubanos. Lo que verdaderamente importa en una economía es la elección individual.

Por último, la pobreza. Durante décadas hemos tenido que escuchar de la propaganda castrista que en Cuba no existe la pobreza. Gracias a Deaton, esta posición queda en entredicho. Según él, los niveles de consumo individuales de las familias explican no sólo el desarrollo de una economía sino los niveles de pobreza y bienestar. De hecho, la extensión durante tantos años de unos niveles de consumo realmente bajos en la economía castrista es otro de los resultados que se derivan de los análisis del premio Nobel de economía. En Cuba, donde las preferencias de los consumidores individuales y las economías familiares no se tienen en cuenta en la asignación de los recursos, fundamentalmente de consumo, no es posible establecer una relación entre consumo y renta, en la ingesta de calorías e incluso en temas de discriminación de género. Su principal enseñanza es que, mientras que la política económica no establezca como prioridad a las familias e individuos en las decisiones de consumo, sus resultados no serán los más adecuados en términos de bienestar.

Todo un baño de realidad para los que se creen dueños absolutos de toda la razón y mantienen una política ajena a la razón humana. Bien harían en dedicar un rato a leer sobre la obra del premio Nobel de economía 2015. Saldrán ganando.

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