¿Por qué las inversiones siguen un errático camino en la economía castrista?


Elías Amor Bravo, Economista ULC

Uno de los males de la economía castrista es el bajo nivel que presenta la formación bruta de capital fijo sobre el PIB, es decir, las inversiones en infraestructuras, equipamientos y producción, apenas alcanzan un 9% según datos de CEPAL, un porcentaje que es prácticamente la mitad que el registrado en los países de América Latina.

Este bajo nivel de inversión en las infraestructuras que sostienen el crecimiento de cualquier economía obedece a múltiples razones. La naturaleza de la economía, con un sector privado marginal, en el que no existe un marco estable de protección y respeto a los derechos de propiedad, la ausencia del mercado como instrumento de asignación de recursos y la penalización de la acumulación como principio fundamental de actividad empresarial, son algunos de los factores más relevantes a nivel macroeconómico.

En el ámbito micro, las situaciones más absurdas explican este errático comportamiento de las inversiones. De ello, precisamente, se hace eco un artículo en Granma, con un título similar. 

Un artículo que se inscribe en la línea raulista de autocrítica y denuncia de ineficiencias del sistema, que sin embargo, no va acompañada de las necesarias reformas para evitar que se continúen produciendo en el futuro.

El ejemplo al que me refiero es el atraso en el montaje de un molino para el programa arrocero, en áreas cercanas al poblado Camilo Cienfuegos, en el municipio avileño de Chambas. Un retraso que, por un lado, aumenta el coste de la actual cosecha de arroz en esta provincia, al tiempo que plantea una insuficiente capacidad para el procesamiento del cereal.

¿Por qué pasan estas cosas en el día a día de la economía castrista?

Según el artículo, “los problemas comenzaron desde noviembre del pasado año, cuando se decidió "hacer algunas cosas", según palabras de Jorge Hernández Lorenzo, director de los Servicios Ingenieros de la Empresa de Proyectos de la Agricultura (ENPA), contratada por su homóloga, la agropecuaria Máximo Gómez, para supervisar la ejecución”. Esas “cosas que había que hacer” llevaron a un reajuste temporal del proyecto, que al final ha obligado a su realización otra vez.

Retrasos en los equipamientos del almacén, en las vías de acceso al mismo, en el cambio de cubierta y la carpintería de la instalación, y la revisión de equipos importados de Brasil (¿dónde se encuentra el bloqueo?) empezaron a crear problemas para conseguir “los objetivos planificados”. El artículo de Granma pone el dedo en la llaga y señala “la falta de organización y de control” como la causa principal, a lo que se añade la preparación técnica, el estado deficiente de las herramientas o el uso de combustibles, y termina preguntándose “¿cómo tenerlo si no hay ni previsión y mucho menos planificación?”

Sorprende que en una economía de naturaleza estalinista, que confiscó todo tipo de empresa y negocio privado para establecer un sistema de funcionamiento centralizado y planificado, fracase en este tipo de cosas tan sencillas.

Como consecuencia de todo ello, no se podrá procesar arroz en la actual cosecha, y lo que es peor, no se sabe cómo resolver la situación, a la vez que se enumeran una amplia serie de problemas cuya enumeración omito para no cansar al lector.

El artículo de Granma es muy duro en su valoración de lo sucedido, dentro de la nueva óptica raulista de reformas, y aclara “este es el clásico ejemplo de cómo la irresponsabilidad daña una inversión cuando no se prepara como es debido, y resulta muy difícil enrumbarla después por buen camino. Los problemas comenzaron desde el mismo momento en que se decidió iniciar la obra, signada por la pésima elaboración técnica”.

Nada que objetar. Las responsabilidades de este desastre de gestión económica están en la naturaleza misma del modelo, a la que tantas veces hemos hecho referencia. El problema es que las autoridades del régimen no quieren entrar en razón, y aquí viene la segunda parte, porque insisten en que hay que “cumplir lo que establece el Lineamiento 118 de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, referido a que "las inversiones estarán priorizadas a la esfera productiva y de servicios con beneficio a corto plazo y las que garanticen el desarrollo sostenible del país".

Y no conformes con ello, se pierden en cánticos de sirenas, de resoluciones ministeriales y más lineamientos que, en el fondo, no son otra cosa que instrumentos para continuar maniatando el funcionamiento racional de una economía.

Desde hace mucho tiempo, los economistas saben que los proyectos de inversión se realizan en función de un cálculo comparativo de costes y beneficios esperados debidamente actualizados. No es éste el lugar para incidir en estas cuestiones, ya que es preciso tener en cuenta igualmente, el origen y coste de los fondos, la oportunidad empresarial y la capacidad incrementada de producción que la inversión va a generar. Como nada de ello parece interesar ni a los Lineamientos ni a la dirección de la economía cubana, el resultado siempre es el mismo, despilfarro de recursos, ineficiencia e incumplimientos.

Al final, estas ineficiencias derivadas del modelo económico impuesto por la llamada “revolución” a los cubanos, sin consulta previa, se resuelven por la buena voluntad de la población y un exceso de energía y sufrimiento que contribuye a agotar todavía más el limitado empleo de recursos. En este caso que nos ocupa, llevando el arroz de un punto a otro, generando costes cuya financiación no se sabe quién puede atender.

En ausencia de responsabilidades jurídicas de las decisiones que se adoptan, sin un propietario de los recursos que se preocupe adecuadamente del destino de los mismos, y al que finalmente se rindan cuentas por su capacidad para adelantar recursos para los empleos que se pretenden, sin un marco adecuado para justificar y sostener la acumulación de capital, los proyectos de inversión seguirán siendo uno de los pozos negros de la economía, uno de los males a superar y un problema añadido para cualquier proceso de transformación de la situación.

Este ejemplo del molino arrocero es uno más, pero no el único.

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