A propósito de unas declaraciones que vale la pena comentar
Elías Amor Bravo, economista
Cubaeconomía se orgullece de traer a estas páginas las declaraciones de un economista cubano, Ricardo Torres Pérez a un medio de la Isla, JUVENTUD REBELDE, en las que realiza un diagnóstico certero de los problemas de la economía castrista y de las soluciones que se requieren.
Ricardo es un economista cubano, joven, tiene solo 32 años,
pero con ideas muy claras. No es frecuente que alguien que, además,
ocupa un cargo en el régimen (Centro de Estudios de la
Economía Cubana (CEEC), de la Universidad de La Habana tenga una
posición tan clara respecto del deficiente funcionamiento de la
economía castrista. Una entrevista en JUVENTUD REBELDE confirma
alguna de las ideas fundamentales.
Primera
idea. La economía global manda. No es un espacio para aventureros
miopes. Y lo dice con mucha claridad, “Cuba debe hacer adecuaciones
de acuerdo con sus condiciones particulares, pero sería arriesgado
pensar que nos podemos sustraer de estas tendencias (globales) y aun
así aspirar a tener un sector manufacturero viable, que haga un
aporte neto positivo a nuestro desarrollo económico”. En suma, se
acabó el vivir del cuento y las subvenciones gratuitas, y con la
venta de médicos, no se va a ningún sitio. Como corolario, “a
inversión extranjera directa, el comercio y la creación de cadenas
de valor a escala global” son las cuestiones a las que se debe
dedicar la máxima relevancia para poder conseguir entrar en el mapa
de la economía mundial.
Segundo.
Magnífico diagnóstico de los problemas de la economía castrista.
Lo
dice textualmente, “hago
esta aclaración (entre
problemas estructurales y coyunturales)
porque Cuba tiene problemas estructurales en sentido amplio, es
decir, de acuerdo con ambas acepciones (….)
Y los señala de forma explícita, entre los primeros, “la
producción material (agricultura, industria, construcción…) está
muy por debajo del potencial existente y padece de un severo retraso
tecnológico. Esto tiene impacto en el precio real de los alimentos
que consumimos, la elevada dependencia importadora y la posibilidad
de ofrecer más empleos productivos y bien remunerados”, y añade,
“se observa un sobre dimensionamiento de los servicios sociales o
personales, tanto desde el punto de vista de la estructura del
producto interno bruto (PIB), como en la de los ocupados. Es bueno
que se tenga en cuenta que estas actividades, en nuestro caso, solo
se sostienen a través de asignaciones del presupuesto”. Entre los
segundos, los coyunturales, “los deprimidos niveles de inversión;
el deterioro de la infraestructura física, incluyendo la que tiene
que ver con las TIC; el bajo coeficiente exportador; el enorme tamaño
de la administración pública para nuestras posibilidades
económicas; el insuficiente aumento del salario real que tiene
impacto negativo en el consumo; la distorsión de los precios
relativos en la economía a partir de la doble circulación monetaria
y los múltiples tipos de cambio que operan simultáneamente, y el
escaso número de empresas de clase mundial, entre otros aspectos de
influencia”.
Y
sentido común no le falta al señalar que “la
solución (a
estos problemas)
es una labor a mediano y largo plazo, que requiere de un programa
estratégico coherente, que se conciba y ejecute con la participación
activa de los distintos actores de nuestra sociedad: gobierno,
ciudadanos, sector productivo, territorios, comunidades, obreros e
intelectuales
(…) Dicho
de otra manera, los retoques cosméticos no nos permitirán acometer
esta tarea de forma exitosa. Se requiere una gran dosis de
conocimiento y audacia para construir una economía próspera e
incluyente”.
Tercero,
con ideas muy claras respecto de los “lineamientos”. Y señala,
“considero que el ritmo actual consigue ser adecuado para algunas
tareas, pero en muchos asuntos se puede ir más aprisa. Por ejemplo,
las medidas en el sector agrícola fueron muy tímidas al inicio. La
mayoría de los especialistas estaba de acuerdo en eso. Nos ha tomado
casi seis años para empezar a cambiar algunos de los “cuellos de
botella” reconocidos, como la comercialización, la venta de
insumos (no resuelto aún) y el status de las UBPC, por citar
algunos”. No puedo estar más que de acuerdo con esta perspectiva.
Pero es que hay más, cuando señala con relación a los efectos de
esa gestión vacilante, que “el resultado es que la producción de
alimentos apenas ha crecido, los precios reales son muy altos, la
calidad es insuficiente y todo el mundo está insatisfecho, desde los
productores hasta los consumidores. No creo que podamos darnos el
lujo de consumir seis años más en otros temas igualmente
relevantes”. Para añadir a continuación, “te menciono cuatro de
ellos que son esenciales y en los que se debe avanzar a mayor ritmo:
las cooperativas (no existe una ley, estamos a nivel de
experimentos), cambios en la planificación y autonomía real de la
empresa estatal, dualidad monetaria y multiplicidad de tipos de
cambio, e inversión extranjera”. Desde luego, eso es lo que llamo
tener la economía en la cabeza, pero bien organizada.
Cuarto,
una opinión clara sobre lo que significa “actualizar el
socialismo”. Y dice al respecto, “entiendo que se actualiza algo
que funciona, para ponerlo a tono con nuevas exigencias. El modelo
económico cubano, teniendo en cuenta los desafíos que enfrenta
nuestra sociedad (por ejemplo el demográfico), necesita una cirugía
profunda que le permita construir una economía productiva y
sustentable social y ambientalmente”. No se puede decir más claro
ni mejor. Y mejor aún es la valoración de lo que la economía
castrista posee y no obtiene provecho o ventaja, “una de las
grandes contradicciones de nuestra sociedad estriba en haber logrado
la formación de una fuerza de trabajo con niveles de calificación
muy dignos para un país en desarrollo, pero que al propio tiempo no
es capaz de emplear suficientemente ese potencial para generar
riqueza y bienestar”.
Quinto,
un diagnóstico válido de la situación actual. Cuando señala, “nuestra
economía está en estos momentos atravesando una etapa de bajo
crecimiento, anclada por los problemas que mencioné antes, junto con
otros más específicos, como la crisis financiera que sufrió el
país entre el 2009 y 2010 y la debilidad de la economía mundial. El
ritmo de expansión económica actual es claramente insuficiente para
tener un efecto significativo en el nivel de vida de las personas.
Tampoco es un buen escenario para comenzar a revertir algunos de los
desbalances más importantes”. Pero
lo más importante es que apunta en la dirección en la que se hace
necesario avanzar y de forma rápida
“en
esta situación se requieren acciones que rompan la inercia en
ciertos puntos críticos. Algunas de estas fueron mencionadas
anteriormente. Creo que el país tiene un enorme potencial en la
creatividad y energía de su gente, pero también algunos recursos
claves como un potencial agrícola, minero y turístico
deficientemente aprovechado, las fuentes de energías renovables (la
caña de azúcar, por ejemplo) y un clima político y económico
favorable en América Latina y el Caribe, entre otros muchos. Las
perspectivas dependerán de nuestra habilidad para crear un modelo
económico que permita que todo ese caudal se exprese a plenitud. En
ese caso, no me caben dudas que nos aguarda un futuro muy luminoso”.
Sr Elias la entevista fue a Trabajadores y no Juventud a Rebelde. Me gustaria escribirle para enviarle un trabajo realizado sobre economia cubana. gracias
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