De la propiedad social a la estatal
Elías Amor Bravo, economista
Murillo
dice*:
“No
es correcto decir que en Cuba hoy está ocurriendo una transformación
de la propiedad estatal en privada. La actualización del modelo
económico cubano presupone, ante todo, la propiedad social sobre los
medios fundamentales de producción. Actualizar el modelo no cambia
la base estructural de la propiedad sobre los medios fundamentales de
producción. No se está produciendo un cambio en la propiedad”
Observaciones:
Esta
es una de las falacias propias de los regímenes que se denominan
socialistas o comunistas. Distorsionan la realidad. Porque el
concepto de propiedad social, que se encuentra relacionado con
aquella situación en la que los activos de la economía pertenecen a
todos los individuos de la sociedad, es impracticable en nuestro
tiempo.
Alguien
podría pensar en la propiedad social como referencia en una aldea
perdida en la selva amazónica, o en determinados clanes aislados de
esquimales en el polo norte. Pero en la sociedad moderna, donde la
división del trabajo manda, la especialización es fuente de
productividad y el mercado regula el intercambio oferta y demanda,
ese sueño idílico suele convertirse en una pesadilla por dos
razones.
Primero,
porque los gobiernos que apuestan por ese modelo, comunistas o
estalinistas, acaban transformando la propiedad social en estatal, o
lo que es lo mismo, el control de los activos pasa a ser ejercido por
una cúpula dirigente, que suele estar vinculada a un determinado
partido o persona con poder.
Segundo,
porque los mecanismos de participación democrática directa que
deben servir para regular el acceso y disfrute de la participación
social tropiezan con el problema, bien conocido por los científicos
de la política, de la agregación de preferencias individuales, casi
siempre heterogéneas y lo que es peor, profundamente
contradictorias.
La
propiedad privada surge como una institución fundamental para
garantizar que los activos reciban las retribuciones justas por su
empleo en los procesos de producción. Su presencia determina que el
funcionamiento de una sociedad sea correcto y eficiente. No es cierto
que la propiedad privada genere desigualdades. Los economistas saben
que es posible, por medio de una adecuada regulación y un sistema
impositivo bien definido, provocar una mejor distribución de la
renta, más equitativa y sostenible, sin que ello suponga atentar
contra los principios de la propiedad privada.
Y
finalmente, la justificación de la propiedad privada se encuentra en
el origen último de la misma. El trabajo humano. El ser humano es el
que crea su propiedad con el trabajo, el esfuerzo, el ahorro y la
reinversión de los beneficios. Si el origen de la propiedad está,
en líneas generales, en el trabajo, y este es un factor privativo de
cada persona (lo contrario sería generar algún modelo similar a la
esclavitud colectiva) lo normal es que su fruto, los activos que se
obtengan o construyan, también tengan naturaleza privativa.
Porque
en caso contrario, si el trabajo fuera "social", nadie tendría incentivo para trabajar y
esforzarse pensando en que otros tendrían acceso a lo conseguido con
su esfuerzo. Sería muy difícil fijar las retribuciones salariales porque no existiría medición alguna de la productividad, y se podría distorsionar la relación tiempo de trabajo, tiempo de ocio que condiciona la cantidad de trabajo ofrecida por las personas. Lo contrario son utopías irrealizables que, cuando se
llevan a la práctica como en el castrismo, producen notables y
profundas injusticias, además de un daño social irreparable.
En
última instancia, creo que es más difícil convertir la propiedad
estatal en social, que en privada. Es difícil que una cúpula gobernante se desprenda libremente de los activos que atesora para su propio beneficio, y que dependen de su pertenencia a ese círculo de poder. De momento, desconozco la
existencia de fórmulas que permitan transitar las dos primeras.
La
segunda vía, de la propiedad estatal a la privada, en cambio, está confirmada como un diseño estratégico que
contribuye a mejorar el crecimiento a medio y largo plazo de las economías. No es malo
que la propiedad privada vuelva a situarse en el centro del sistema
económico cubano, como en el primer medio siglo de su existencia.
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