La economía castrista ante un menor crecimiento en América Latina

 Elías Amor Bravo, economista


El Banco Mundial ha revisado a la baja las expectativas de crecimiento en América Latina durante 2014. Malas noticias. Apenas un 1,9%, un punto menos que el año anterior. Los expertos del Banco rebajan de forma muy significativa los registros para Brasil, México, Perú y Argentina. En concreto, Brasil apenas alcanzará un 1,5%, una tasa inferior al 2,3% del año anterior.

Según el Banco, Brasil es especialmente vulnerable al nuevo entorno de menor crecimiento como consecuencia de la elevada inflación, la caída de la demanda y el desequilibrio de las cuentas externas. Con ese lastre, no parece que el Mundial de Fútbol vaya a ejercer algún efecto positivo. Más bien todo lo contrario. El caso de México es diferente, como consecuencia de los aumentos de impuestos, en tanto que Argentina se estancará tras haber registrado un 3% el año anterior.

En el lado contrario, las economías más dinámicas como Perú, Panamá o Chile también van a acusar una moderación del crecimiento económico, siendo Colombia el único país que mejora en apenas 3 décimas el registro del año anterior, al pasar del 4,3% al 4,6%.

Por su parte, Venezuela ofrece lúgubres perspectivas tras haber registrado un 1,3% en 2013 y se sitúa entre los países con registros más deficientes de toda la región.

Aunque el Banco Mundial no ofrece datos relativos a la economía castrista, no cabe duda que este frenazo del crecimiento en la región va a tener consecuencias directas sobre Cuba.

La economía castrista, inmersa en un proceso de tímidas reformas para superar el marasmo del sistema estalinista que la ha conducido a una situación de baja productividad y escasa eficiencia, debería prepararse para acusar este menor crecimiento de la región. Las “locomotoras” que tiran de América Latina se encuentran frenadas, y en concreto, el gran financiero del castrismo, Venezuela, se hunde en su propio desastre económico y político.

¿Qué cabe esperar que hagan las autoridades castristas? Poco o nada, a tenor de lo que ha sido la experiencia histórica. Lo más probable es que se frene el ritmo errático y lento de los cambios que se van introduciendo, lo que creará en la población mayor sensación de ansiedad. Por otra parte, negocios de estado como el Mariel, que dependían de los proyectos prometidos por Brasil o México, se pueden encontrar afectados por el nuevo escenario de menor crecimiento económico. En tales condiciones, esperarán a que soplen nuevo vientos, en línea con las previsiones del Banco Mundial, más favorables a partir de 2015 y 2016. La perspectiva temporal en el régimen castrista tiene muy poco que ver con la que existe en otros países del mundo. El problema es que, a corto plazo, con Venezuela exhausta y China creciendo cada vez menos, el único socio potencial del régimen sería Rusia, que tiene bastantes problemas en su frontera con Ucrania, como para apostar por operaciones de escasa viabilidad.

¿Qué es lo que debería hacer el castrismo ante esta nueva situación? Justo lo contrario de lo que se ha dicho antes. Acelerar las reformas y no temer el crecimiento de la iniciativa privada y la consolidación de un marco estable para el ejercicio de los derechos de propiedad. Ese sería un camino correcto. Permitiría aumentar la productividad de la economía, lo que debería conducir a un ajuste de los graves desequilibrios interno y externo.

La economía castrista no ha sido capaz, a pesar de su naturaleza intervenida, planificada y controlada por el estado, de alcanzar cifras de crecimiento a medio plazo sostenibles. La responsabilidad de ese fracaso macroeconómico se encuentra en parte en la naturaleza del modelo estalinista, pero también en las deficientes políticas económicas que se han desarrollado para fortalecer la economía y romper la pesada dependencia externa. Visto desde esta perspectiva, la nueva Ley de inversiones extranjeras no parece que llegue en buen momento. Tampoco hay que pedirle mucho más. Los problemas de la economía castrista están en su organización interna, y no en las relaciones con el exterior.

Hasta que no se den cuenta de ello, no conseguirán enderezar el rumbo de la nave.

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