Cuba: planificación o mercado
Elías Amor Bravo, economista
Sin duda, hay momentos
en la historia que nos obligan a reflexionar sobre el sentido de los
hechos, lo acaecido en el pasado y, sobre todo, lo que puede ocurrir
en el futuro. Viene a cuento en relación con el discurso de Marino
Murillo, destacado dirigente del Buró Político del Partido Comunista de Cuba y
vicepresidente del Consejo de Ministros, en la gala por los 55 años
del Primer Plan de la Economía en Cuba, donde dijo, y cito
textualmente, que “la planificación en el nuevo modelo económico
cubano ha de tener en cuenta el mercado, pues sería un error actuar
a espalda de este”.
Y ahora, justo en este
momento, nos damos cuenta de la dura realidad. Nada más y nada
menos, que en referencia al Lineamiento número uno, en el que se
señala de forma explícita que “el sistema de planificación
socialista continuará siendo la vía principal para la dirección de
la economía nacional, sin obviar el papel del mercado”. Difícil
es desplazarse por el filo de la navaja, cuando pesa la herencia de
más de medio siglo de fracasos continuos en el modelo económico.
Fracasos que otros han dejado atrás hace tiempo, como chinos o
vietnamistas, y que, en cambio, por desgracia, hay quiénes se
empeñan en volver a cometer, como Venezuela.
El alegato de Murillo
es muy importante. No conviene olvidar que en 1959, la llamada
“revolución” implantó un giro de 180º en el modelo económico de la
República, transformando las estructuras económicas y la
geopolítica, en función de unos criterios ideológicos importados
del estalinismo más recalciltrante. Fruto de aquel modelo
confiscatorio, el capital privado del país fue destruido en muy poco
tiempo, y miles de cubanos vieron como el fruto de su trabajo y
sacrificio de décadas pasaba a mejor vida, en este caso, a manos de
una burocracia política sometida al control de la cúpula
castrista. Lo que vino después es bien conocido, y no vale la pena
dedicar ni un solo instante. Nunca podrán reparar el daño cometido
a personas y bienes.
La cuestión es si
estamos realmente ante una sincera rectificación. Murillo dijo que
las relaciones de oferta y demanda no son antagónicas con el actuar
de la planificación en el país, sino que responden al "desarrollo de
las fuerzas productivas y a la necesidad de una integración con la
economía internacional”. Yo diría más. La oferta y demanda
empujan, mediante señales claras de los precios, al equilibrio de los
mercados, sin que se necesite planificación alguna ni mucho menos
reformulación de modelos pasados de moda. La planificación
económica indicativa debe encontrar su sitio en el marco de
las relaciones de propiedad que suponen un respeto jurídico para las
rentas y capitales conseguidos por los agentes privados. Los
gobiernos no pueden ni deben intervenir de manera absoluta en las economías, sino
ejercer una función discrecional de regulación y control. Cualquier
manual de primer curso de economía puede dar suficiente información
a Murillo sobre cómo se debe actuar.
No coincido con Murillo
cuando afirma que el modelo necesita regirse sobre bases más
científicas, para proporcionar los ritmos de crecimientos necesarios
para el desarrollo de la nación, ni tampoco puedo estar de acuerdo
con él en que la empresa estatal, debe ser considerada el referente
en los planes a los nuevos actores económicos, mediante el diseño
de políticas monetarias, crediticias, fiscales y otras por los
órganos rectores. Lo que tiene que averiguar Murillo, y en eso poca
ayuda podrá recibir de los que le rodean, es qué porcentaje quiere
de la economía para el estado y qué porcentaje para la iniciativa
privada, y decidir esta cuestión cuanto antes. No puede ser que ocho
años después de adoptadas las primeras medidas de los Lineamientos,
todavía haya en Cuba alrededor de medio millón de cuenta propistas,
y más de 5 millones, el 90% de la fuerza laboral del país,
trabajando para el estado.
Me da algún temor lo que dice, “estamos obligados a hacer una planificación diferente,
capaz de diseñar el desarrollo futuro de nuestro país, hay que
actuar con inteligencia y creatividad”. Si lo consigue, le deseo los mayores éxitos
en esa empresa. No será fácil. Pasar del intervencionismo
estalinista, que es poco inteligente y creativo, a un modelo de planificación dirigido a estabilizar la
economía, puede suponer mucho más que un cambio cultural y, sobre todo, recomiendo que se
olvide de perder el tiempo diseñando horizontes de 30 años vista
que, a la larga, terminan por no cumplirse, y a los que, además, dan
unos nombres incomprensibles, algo así como “proyección
multidireccional y que abarca disímiles aspectos, incluidos los
referentes al bienestar de la población”.
Conclusión. Ni una
cosa ni la otra. Dejar atrás la pesada herencia de la planificación
estalinista puede resultar muy difícil. Otros han tenido éxito,
pero Murillo no tiene clara cuál debe ser la vía a elegir. Mientras
tanto, la economía sigue inmersa en un marasmo de improductividad e
ineficacia donde, mira por dónde, son los emprendedores privados y
los que se establecen por cuenta propia, los que están empujando con
fuerza.
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