Buen comienzo de año para el turismo en Cuba
Elías Amor Bravo, economista
Granma alardea a bombo y platillo que
el pasado mes de enero, llegaron a Cuba, 371.160 viajeros
extranjeros, en uno de los mejores comienzos de año que se
recuerdan, que sitúan el aumento con respecto al mismo mes del año
anterior en 51.097 personas, o un equivalente al 16%. No está mal.
Nadie va a negar que estos resultados no son buenos, a la vista de lo
que ha sido la débil evolución del último quinquenio, y del hecho
que apenas pasara del record de 3 millones durante 2014, en una modesta cifra
de 2.745 turistas, según la Oficina Nacional de Estadística de
Cuba, ONEI.
Se trata de buenas cifras, que deben
ser valoradas teniendo en cuenta que esta es la temporada alta para
el turismo del Caribe, cuando más viajeros deciden huir de los fríos
del norte hacia zonas más templadas. Así, no resulta extraño que
Canadá, que representa casi la mitad de las entradas totales, y por
tanto tiene una influencia muy destacada en la dinámica turística,
haya crecido un 15% con relación al pasado año. La apuesta de los
canadienses por Cuba puede estar relacionada, tal vez, con las
expectativas abiertas tras las declaraciones de Obama y Raúl Castro
en diciembre. Las noticias, casi siempre, tienen un impacto sobre el
comportamiento de la demanda, y esta vez parece que ha sido así.
Unido a los favorables registros de
Canadá, que prácticamente explican lo ocurrido, hay que señalar
los buenos registros de mercados con menos volumen de viajeros en
términos absolutos, pero con aumentos importantes, como Chile, +21,8
%, Polonia +83 %, Suiza +28,2 %, China +13,9 % y Austria +19,6 %. Por
el contrario, los países con mayor número de turistas en términos
absolutos, es decir, los principales emisores, como Alemania,
Inglaterra, Francia, Italia, España o Rusia, y Venezuela, Argentina
y México en América Latina, han registrado incrementos más
modestos y en algunos casos, descensos.
En todo caso, el resultado de enero
para el turismo en Cuba supone alcanzar uno de los mejores registros
de la historia reciente. Esto es incuestionable. Sería deseable que
la dinámica se mantuviera así durante el resto del año. Pero no
conviene hacerse grandes ilusiones. Además, el sector turístico
castrista, como hemos señalado en numerosas ocasiones, no está
preparado de forma adecuada para atender ni la demanda ni la oferta
de esta importante actividad estratégica.
Para empezar, no existe una imagen
definida de lo que Cuba puede ofrecer al turismo mundial. ¿Más
Caribe?, tal vez. ¿Sol y playa? y alguna aventura. Con esos patrones tan difusos,
difícilmente se puede ir muy lejos en la construcción de un producto turístico atractivo a nivel internacional.
Por otra parte, mientras no se liberalice
plenamente la actividad económica, y los cubanos, con su talento y
energía, puedan abrir sus propias empresas y promover negocios
orientados al turismo, poco hay que hacer. El desarrollo del turismo en España por ejemplo, arrancó precisamente de la transformación de negocios marginales y de tierras sin valor, en grandes resorts que atraen a millones de viajeros cada año, con elevados niveles de lealtad.
Los grandes conglomerados
del sector turístico en la economía castrista, de propiedad estatal, y controlados por los poderes
militares y de la seguridad del estado, tienen escasos incentivos
para fomentar una entrada masiva de turistas, y juegan a un dudoso efecto
monopolio, manteniendo unos precios alejados de la realidad que están
detrás de esa incapacidad del sector para crecer.
Si el sector privado pudiera ofertar en
competencia libre sus servicios, los precios bajarían y Cuba no sólo
sería más competitiva, sino también, el efecto de los ingresos del
turismo mejoraría los ingresos y el nivel de vida de la población.
Las restricciones a la iniciativa
privada que sigue manteniendo el régimen impiden al sector
turístico, y a cualquiera actividad de la economía, prosperar. La
apuesta por la empresa socialista se derrumba cuando se trata de un
sector orientado a la demanda que tiene que especializarse
continuamente y adquirir dimensiones para competir en precios. Los
empresarios hoteleros españoles lo saben bien. España podría ser
un magnífico ejemplo.
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