La Revolución transformó el campo... para mal
Elías Amor Bravo, economista
Por supuesto que la
revolución transformó el campo. Claro que sí, pero para
destruirlo. Parece mentira que Machado Ventura se permita decir que
“el mejor trabajo político ideológico a realizar con los jóvenes
campesinos, es esclarecer mediante ejemplos locales que los mayores
cambios sociales realizados por la Revolución se aprecian, a pesar
de problemas por resolver, en el sector rural”.
Esta declaración se ha
realizado en el marco del proceso de Asambleas provinciales de la
ANAP, en Holguín, Granma y Ciego de Ávila. Los eternos debates
castristas sobre las dificultades que frenan la producción de
alimentos y el adecuado funcionamiento del sector agrario, y de la
que se hace eco el diario oficial Granma en su edición de hoy.
Desde que la revolución
comenzó su programa “transformador”, el sector agrario cubano,
otrora competitivo, eficaz y solvente, entró en una profunda crisis
estructural de la que no ha levantado cabeza en más de medio siglo.
Ese argumento falaz del “guajiro olvidado” que utiliza Machado
Ventura, ya no se puede creer, y ni mucho menos que la revolución
permitiera su emancipación, porque el balance final es ciertamente
desastroso.
El régimen castrista
siempre ha aplicado el “cuento de la lechera” en toda su política
agraria, y lo sigue haciendo todavía. Es curioso que Machado Ventura
hable del “uso de la ciencia y la técnica en los campos y las
labores fitosanitarias encaminadas a combatir plagas y enfermedades
que afectan a los cultivos, actividades que deberían ser impulsadas
una vez que la tierra sea productiva y se mejoren los rendimientos de
las distintas producciones”. Precisamente, que esas actividades
sigan siendo ejecutadas por la burocracia y el Ministerio de la
Agricultura, y no por empresarios privados dueños de sus tierras, es
uno de los factores que explica la crisis estructural del sistema.
Pero es que antes de todo eso, hay que producir, hay que sacar
cosechas adelante y hay que ser rentables. Y eso, la revolución ni
lo ha conseguido, ni lo hará.
Pienso que la ANAP
podría ser, si quisiera, el líder de un impulso real a las
transformaciones de la agricultura cubana para sacarla del marasmo.
La sostenibilidad económica y el buen funcionamiento integral de las
cooperativas confirmando en otros países, podría ser una magnífica
referencia para la agricultura cubana si los intereses ideológicos
del partido único fueran eliminados de la dirección de estas
organizaciones, centrándolas realmente en aquello que saben hacer.
Pero no. Machado
Ventura habla de la ciencia y la técnica o los fitosanitarios y los
“veladores del ganado” para evitar el hurto y sacrificio,
actividades sin duda muy importantes que no hacen otra cosa que dar
oxígeno al aparato de represión del régimen.
Hacen bien los miembros
de la ANAP al plantear la necesidad de aprovechar la experiencia de
los mejores productores y que cada comunidad campesina sea el reflejo
del desarrollo agropecuario y el bienestar de los cooperativistas,
tanto en lo económico como en lo social y lo productivo. Esa es una
magnífica estrategia, que debe conducir a que las cooperativas
puedan convertirse en el centro de la “dinámica comunitaria en el
campo, funcional y atractiva para todos sus miembros, además de
consolidar como resorte fundamental de la organización de las
producciones agropecuarias”.
Para ello, las
cooperativas deben permitir al campesino disponer de los servicios
básicos que, sin excesiva burocracia, beneficien su actividad en
favor de la eficiencia, la productividad y los ingresos personales.
Este es un planteamiento acertado frente a las tesis
intervencionistas y colectivistas de Machado Ventura, hablando del
“acopio refrigerado de la leche, un lugar al que acuden todos los
días los productores”, “y que pudieran aprovecharse mejor como
espacios para brindar servicios específicos de la ganadería,
asociados al control pecuario, la sanidad animal, la venta de
algunos insumos; métodos compatibles con la dispersión actual del
ganado y que aliviarían de engorrosos trámites al campesino”.
Alejado completamente de la realidad, lo mismo que la revolución que
todavía defiende.
La ANAP reivindica, en
cambio, otros objetivos ajenos a este planteamiento de mediados del
siglo pasado que aún mora en la mente de muchos revolucionarios, por
edad o inexperiencia. Así, planteó por ejemplo, promover como
directivos a cuadros jóvenes, —incluidas más mujeres—, para
aprovechar de un modo óptimo el ímpetu creativo de sus ideas
frescas, la laboriosidad que por naturaleza los caracteriza, y la
preparación técnica con que muchos de ellos salen de las escuelas e
institutos agropecuarios. Ese rejuvenecimiento del campo es
fundamental y puede suponer una vía de solución para el atraso
secular de la agricultura mejorando sus rendimientos y resultados.
Para ello, se hace necesario reorganizar el marco de derechos de
propiedad y permitir la incorporación de las técnicas de gestión
empresarial privada en la agricultura. No es eso lo que plantea
Machado Ventura.
Comentarios
Publicar un comentario