La unificación monetaria: un reto a la vista
Elías Amor Bravo, economista
¿Qué
va a pasar en Cuba cuando se unifique la moneda? La pregunta del
millón. Desde que hace unos días, Raúl Castro dijera que se están
dando pasos para que el peso cubano CUP sustituya al CUC en 2017, y
éste deje de existir, una cierta sensación de temor e
intranquilidad recorre la preocupación diaria de los cubanos, sobre
todo entre los que tienen acceso al CUC.
La
decisión, no por esperada, plantea un nuevo escenario para la
economía, ya que acostumbrados a operar con dos monedas desde los
tiempos ya lejanos del período especial, la existencia de una sola,
el CUP, la que precisamente se consideraba más débil de las dos,
está provocando no pocas dudas sobre el eventual resultado del
proceso.
La
dualidad monetaria en la economía castrista no es un asunto banal.
Desde que se adoptó el CUC, su carácter de moneda fuerte, le ha
otorgado un notable margen de actuación en términos de valor de
cambio, transacciones y más aún, depósito de valor. El CUC se ha
convertido en la moneda principal en el sector abierto y competitivo
de la economía, el que genera más productividad, rentas y salarios.
Dicho de otro modo, el acceso al CUC ha supuesto notables
diferencias sociales respecto de quiénes solo perciben sus rentas
en CUP.
Por
el contrario, la economía del CUP se ha concentrado en el sector
estatal y presupuestado, en la canasta normada y en las amplias
bolsas de improductividad y falta de eficiencia de la economía.
Disponer de CUC o de CUP ha dividido la economía castrista en dos
grandes conglomerados. Dicho esto, el problema es que no se sabe
todavía cuál va a ser el cambio final entre las dos. Sin análisis
rigurosos sobre los fundamentales de la economía castrista que
permitan orientar la decisión, cualquier cosa es posible.
Una
opción es que se mantenga
el cambio actual, 1 CUC por 24 CUP. Si esta fuera la decisión final,
todos los precios de los bienes, servicios y retribuciones que
actualmente están denominados en CUC se multiplicarán por 24 en CUP. Los
cubanos están acostumbrados a este cálculo. Lo vienen realizando
desde más de 20 años. De hecho, la decisión de introducir el CUC
en la economía fue el resultado de una decisión política en un
momento en que los cubanos habían perdido la fe en su
moneda, el CUP, y recurrían a las divisas como depósito de valor e
incluso para numerosas transacciones. En tales condiciones, la
unificación de las dos monedas podría ser, igualmente, el resultado
de una decisión política sin más.
Los
costes económicos y sociales de la situación provocada por las dos
monedas quedarían explícitos. Un cubano, con un sueldo de 500 CUP
tendría que pensar en precios de bienes y servicios más elevados.
Un escenario más racional debería servir para que las decisiones de
compradores y vendedores se alinearan en relación con una moneda
única. Por otra parte, el cambio internacional del CUP con el dólar,
restableciendo la paridad del CUC, sería el actual. Los cubanos con
acceso a dólares o euros podrían cambiarlos directamente a CUP y
obtendrían una retribución mayor que en CUC. Nada en principio
parece cambiar, salvo el efecto nominal de cantidades mayores. De un
día para otro, las transacciones podrían continuar realizándose de
forma normal, estableciendo los períodos de carencia que lógicamente
serán necesarios hasta que todas las reservas de CUC desaparezcan.
Las empresas podrían respirar después de largos años de
contabilidades cruzadas y falseadas con las dos monedas.
Los
problemas se podrían producir si el cambio final entre el CUC y el
CUP no fuera el actual, y en tales condiciones, las autoridades
pudieran estar pensando en dos escenarios.
El primero sería uno
dominado por una devaluación del CUC o su equivalente, una
apreciación del CUP, en tal caso, la unificación podría hacerse a
un cambio de 1 por 12, por ejemplo. Justo la mitad que ahora. Sería
en cierto modo, volver a lo que ocurría en 1992 cuando el dólar se
cambiaba a 7 CUP y los cubanos se deshacían de su moneda nacional
por la desconfianza en la misma. En suma, el momento en que se creó
el artificial CUC.
Si
este fuera el caso, los cubanos que tuvieran reservas de CUC
perderían la mitad del valor nominal de sus tenencias expresadas en
CUP. Algunos podrían percibir que son más pobres en términos de
acceso a bienes y servicios, pero eso sería falso, porque los
precios podrían igualmente bajar, justo en la misma medida
suponiendo que el gobierno decida fijación de precios con el mismo
patrón de cambio. Ahora bien, el cubano que solo obtiene sus
retribuciones en CUP vería que las cosas que puede comprar son más
baratas con el nuevo cambio, porque los precios se quedan justo a
medio camino respecto de la situación anterior.
Las
empresas lo podrían pasar peor, si tienen que sacrificar sus stocks
en CUC por culpa del cambio más bajo, y podrían aparecer
situaciones coyunturales de crisis de tesorería en algunas, pero en
la economía castrista las ayudas estatales a las empresas pueden con
cualquier cosa. El resultado final de esta decisión es que la
población que no tiene acceso a CUP podría resentirse menos del
cambio final. Dicho de otro modo, el sector estatal y presupuestado,
que concentra el 80% del PIB de la economía se vería recompensado
de ese nuevo cambio unificador de las monedas. La liquidez en CUP no
tendría que aumentar de forma desmesurada. Argumentos para los
defensores del régimen.
Sin
embargo, los turistas que llegan a Cuba obtendrían menos CUP al
cambiar sus divisas y los receptores de remesas del exterior
recibirían igualmente menos ingresos en CUP al cambiar sus cheques.
Digamos que este cambio “social” en favor del CUP, perjudica a
unos sectores sobre otros, creando un agravio comparativo que muchos
tenedores de CUC solo podrían ir paliando si empiezan a cambiar sus
reservas a CUP poco a poco, y antes del día D. Por medio de este
cambio, el gobierno refuerza al CUP frente al CUC y trastoca los
precios relativos en favor de la moneda histórica.
El
segundo escenario supone que el gobierno decidiera, tras un análisis
de la situación del CUP que desde luego ha sufrido lo suyo desde
hace 20 años, que el cambio que se ha venido manteniendo de 1 a 24
es irreal para unir las dos monedas, y que se tiene que realizar a
una equivalencia mayor, digamos 1 CUC por 48 CUP. En definitiva, una
revaluación de la moneda que va a desaparecer por la unificación,
en definitiva, el CUC y una devaluación del CUP. Los precios de los
bienes y servicios, así como las retribuciones en CUC se
multiplicarían al alza por el nuevo cambio, encareciéndose para los
que sólo tienen acceso al CUP. Por el contrario, los cubanos con
depósitos o reservas de CUC, así como las empresas, obtendrían una
mayor cantidad de CUP al realizar los cambios. Para atender estas
necesidades, el aumento de liquidez en la economía en CUP provocaría
una distorsión en el valor relativo del dinero y posiblemente
alimentaría algún proceso inflacionista. Los extranjeros que
visitaran la isla obtendrían gran cantidad de CUP al cambiar sus
divisas, y lo mismo ocurriría a los cubanos que reciben remesas del
exterior. Está claro quiénes salen perdiendo con este segundo
escenario, la economía estatal y el sector presupuestado.
¿Qué
hará el régimen? No hay información para determinar el sentido de
la actuación política en un asunto de tanta relevancia. Se ha dicho
que la unificación monetaria es un paso necesario, pero no
suficiente, para el éxito de las reformas emprendidas por el
régimen.
En todo caso, las
autoridades castristas deberían tener muy en cuenta que nada se
mueve más rápido que el dinero. Ante la unificación de las dos
monedas (y de hecho, si algunos se anticipan a ella) los movimientos
de dinero en Cuba pueden alcanzar dimensiones masivas trastocando las
débiles bases de la economía castrista, por ejemplo, de la moneda
que se revalúa a la que pierde con respecto al cambio inicial. Ante
la falta de informaciones estadísticas sobre el nominal emitido en
CUP y CUC es difícil estimar el resultado final. Hay un indicador,
sin embargo, que no pasa desapercibido a los analistas de la economía
castrista. El alto porcentaje de dinero en circulación y en
depósitos a la vista en términos de PIB, que se sitúa en torno al
40%, uno de los más elevados del mundo. El eventual temor a un
“corralito guevarista” en el momento de la unificación puede llevar a la
gente a rememorar episodios confiscatorios de depósitos en la
historia bancaria de Cuba.
Los movimientos, en caso
de producirse, reflejarán expectativas de los agentes. Por un lado,
los tenedores de CUC de ver menguados sus ingresos por un cambio
inferior al inicial, o ganancias en caso contrario. La moneda que se
perciba como fuerte y ganadora en el proceso sufrirá, pero también
la débil, más aun cuando muchas empresas estatales se quejan del
actual valor del CUC con respecto al CUP, que no se corresponde con
los fundamentales de la economía.
Los cubanos que han
acumulado cantidades de dinero denominadas en CUC en sus casas,
huyendo del indeseable control bancario, para tenerlas disponibles
para comprar casas, insumos o darse algún placer mundano, al ver que
el CUC pierde en el cambio con el CUP lo lamentarán. Pero incluso,
si el CUP saliera beneficiado del cambio final, algunos activos
denominados en CUC parecerán más baratos y estimularán su
adquisición con CUP trastocando la relación entre los dos
conglomerados de la economía, el rico y el pobre. En cualquier caso,
la ola que se avecina puede convertirse en un tsunami.
Pero, en resumen, ¿es
necesaria la unificación monetaria para la economía castrista? La
respuesta es Sí. Tal vez habría sido conveniente y oportuno, tras
las generosas condonaciones de las deudas del Club de París,
solicitar el apoyo de organismos internacionales especializados para
este proceso, pero sabido es que el régimen castrista en este tipo
de actuaciones se cierra o bloquea frente al exterior, y no acepta
recomendaciones o asesoramiento del FMI o del Banco Mundial.
Y
entonces, ¿es buena la unificación? La respuesta es Ya se verá.
Comentarios
Publicar un comentario