Brindis al sol de la economía castrista

Elías Amor Bravo, economista

El hábito no hace al monje. El viejo refranero español está lleno de ejemplos de cómo no se deben hacer las cosas. Este domingo, los que lean el diario comunista Granma se habrán despertado sobresaltados con un artículo que parece más bien una “subasta” de Cuba, que otra cosa. Me refiero al titulado “Desde el Caribe: una oportunidad para los negocios” de Katheryn Felipe. Que conste que nada tengo en contra de la autora de este trabajo, solo atenderé con detalle al contenido del mismo, porque pienso que está repleto de boberías que, a la luz de cómo están yendo las cosas, más tarde o más temprano, saltarán a la vista de quiénes no quieren ver la paja en el ojo ajeno.
Para empezar, lo primero que descalifica este artículo del diario comunista castrista es que precisamente este año 2017 es el que peor registros va a experimentar de la economía cubana, a pesar de ese pretendido “énfasis de las autoridades en su desarrollo económico”. La situación real de la economía dista mucho de este 2% al que aspira el régimen castrista, y la recesión se ahondará a lo largo del ejercicio. Y no tanto como consecuencia del bloqueo o del embargo y del infortunio al que viene recurriendo el régimen desde 1959, sino de la ideología incompetente que se empeña, una y otra vez, en impedir la normalidad de la economía cubana y su regreso a la sociedad occidental.
Y antes de proseguir, eso de que Cuba necesite crecer a un 7% me parece más un cuento chino que una estimación de la realidad. Alcanzar ese crecimiento es muy complicado y no está garantizado, ni mucho menos, con el recurso al capital foráneo, estimado por esa que se autodefine como Cámara de comercio de la República de Cuba en 2.000 o 2.500 millones de dólares, sino que se necesitan reformas de mucho mayor alcance que las contenidas en los llamados Lineamientos, y parece que el principal responsable, Raúl Castro ya tiró la toalla hace tiempo.
Pasemos brevemente revista a los pretendidos motores de la economía. Por ejemplo, el turismo, que a pesar del saldo positivo que dejó el 2016 para el sector, la realidad es que en 2017 se está viendo que no es oro todo lo que reluce, y que además de hoteles y campos de golf en la llamada “cartera de proyectos” de la inversión extranjera, se necesita que los empresarios privados cubanos entren de lleno en la actividad del sector, porque el emporio estatal castrista sigue teniendo los mismos problemas de incompetencia e ineficiencia.  
Otro fracaso ya anunciando ha sido la Ley no. 118 de la Inversión Extranjera, que a pesar de las favorables condiciones, sigue sin atraer capital hacia el desarrollo de las energías renovables, la construcción, el transporte, la producción de alimentos, el turismo, la recuperación industrial del país y la protección del medio ambiente. Estos sectores, simplemente, no interesan a los inversores foráneos o las operaciones de la cartera de proyectos no están bien definidas.
El ejemplo más claro es el desierto de la llamada ZAL de El Mariel, que en medio del escándalo financiero y de corrupción desatado por Odebrecht, nos ha de ofrecer aún horas de diversión a lo largo del presente ejercicio y venideros. De hecho, la Contraloría se debe estar preparando para cortar cabezas, cuando no acabar por enterrar este proyecto que aparecía como la joya de la corona castrista.
Ante esta acumulación de fracasos, el régimen recurre a la ideología comunista y culpa al momento complejo que enfrenta la economía nacional y los problemas coyunturales que existen en Cuba con la liquidez en divisas por culpa del embargo. Para acabar de calmar a la horda comunista, e intranquilizar a los pocos inversores extranjeros, Raúl Castro lo dice de forma muy explícita “no vamos ni iremos al capitalismo, eso está totalmente descartado, así lo recoge nuestra Constitución y lo mantendrá, pero no debemos cogerle miedo y ponerle trabas a lo que podemos hacer en el marco de las leyes vigentes».
La sensación que se obtiene de este tipo de artículos es que en la oficialidad castrista responsable de la economía está cundiendo el pánico. Solo así se puede entender que ahora se acuerden del tabaco, un sector en que Cuba fue líder a nivel mundial pero que no ha sabido adaptarse a los cambios de la demanda y las condiciones tecnológicas de la producción. Me entristecen esos llamados de Malmierca a “realizar estudios para optimizar los recursos disponibles y estudiar cada oportunidad de negocios que se presente” en el tabaco, porque me acuerdo de aquellos tabaqueros cubanos ejemplares que murieron cuando sus tierras fueron robadas por la llamada revolución. Ellos sí sabían lo que se tenía que hacer, y le habrían dado lecciones al equipo de burócratas de Malmierca sobre cómo se produce el tabaco.
Los servicios médicos se han convertido, por obra y arte del régimen, en un mecanismo de venta por el estado en régimen de monopolio, de trabajadores a nivel internacional que debería ser objeto de investigación por la Organización Internacional del Trabajo, como ejemplo de trabajo no decente. Si es cierto que por esta vía se recauda dinero, pero no deja de ser lamentable que se practique una fórmula que raya en la esclavitud.
Mientras tanto, brilla por su ausencia cualquier planteamiento de diversificación del comercio exterior, porque Cuba sigue concentrando sus negocios con los mismos países de siempre como consecuencia de su pésima definición en la división internacional del trabajo, y además, el comercio con muchos de estos países se basa en fórmulas financieras de seguro de crédito a la exportación, que se financian con recurso al presupuesto estatal de los países exportadores, lo que crea problemas y dificultades cuando se trata de cobrar. Las cancelaciones de deudas del Club de París van en esa línea de impagos estructural.
El colmo de la imprudencia es intentar incorporar productos agropecuarios a las exportaciones. Precisamente cuando la dieta alimenticia de los cubanos deja mucho que desear, que el régimen se plantee simplemente esta actuación pone de manifiesto la escasa preocupación por los ciudadanos del país, y que conste que ya se ha podido comprobar los efectos negativos de esta práctica al suministrar productos alimenticios a los hoteles, lo que ha supuesto un encarecimiento de precios de los mismos en los mercados de oferta y demanda, y la necesidad de subvencionar con más fondos estatales los precios. Un callejón sin salida que no va en la dirección correcta. 
Mientras tanto, el régimen se afana en elaborar agendas de trabajo para 1 536 empresas organizadas en 250 visitas procedentes de 67 países, organizar 50 foros empresariales (cifra que casi duplica la del 2015), misiones gubernamentales e institucionales recibidas en el país. Una febril actividad cuya evaluación no se ha realizado, pero que deja mucho que desear a tenor de los pésimos resultados que se obtienen de la atracción de capital extranjero. Si. Muchas visitas de gobernadores de estados de EEUU, países de Africa o Vietnam, pero los resultados ahí están, un desastre.
De Estados Unidos, el régimen continúa paseando el informe en que declara los “daños del embargo” mientras se afana en cerrar acuerdos para importar alimentos con los que paliar situaciones de hambruna, pero al que realmente ha conseguido atrapar con la presunta nueva política es a la Unión Europea donde pese a las resistencias de los antiguos países comunistas, se ha conseguido con el apoyo de España, tumbar la Posición Común de la Unión Europea (UE) que era una apuesta por impulsar cambios democráticos en la isla, que ahora ya no podrán conseguirse por esta vía.

El nuevo acuerdo con la Comisión Europea supone un triunfo para la dictadura comunista, que verá como poco a poco puede acceder no sólo a las ayudas al desarrollo sino a la financiación de COTONU y los acuerdos preferentes, que les permitirán comercializar algunos productos en la Unión a precios ventajosos. Ya se verá si la agricultura estatal castrista es capaz de asumir ese reto.   

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