Ariel Terrero y la riqueza pendiente

Elias Amor Bravo, economista

Interesante análisis publicado en Granma por Ariel Terrero, sobre una cuestión que está despertando, en la parsimonia totalitaria del régimen castrista, todo tipo de sensaciones, lo cuál es bueno. Me refiero a la propiedad privada, la riqueza, la acumulación… la bestia negra del último bastión de la “guerra fría” que se resiste a renunciar a los principios ideológicos que han llevado a la economía de Cuba, otrora competitiva y eficiente, a un auténtico desastre del que nadie sabe cómo salir.

El comunismo implantado en Cuba, en contra de la población, ha generado monstruos como los que provocaba el sueño de la razón, del ilustre pintor Goya, que campean a su libre albedrío, sin encontrar su destino, ni su ocupación definitiva. Uno de esos monstruos es la idea de la riqueza. Los “ricos” que aparecen en la nueva realidad del trabajo por cuenta propia no tienen nada que ver con los “ricos” que se plegaron a las directrices del régimen comunista a cambio de prebendas. Bien saben los cubanos que el nivel de vida de la oficialidad del ejército o de la seguridad del estado nada tiene que ver con el salario medio miserable de 24 dólares que se paga en el país. Desde el triunfo de la llamada “revolución” la riqueza, el poder y los privilegios venían de la proximidad y obediencia a la cúpula dirigente, en suma, los hermanos Castro y poco más. Los que disfrutaron de aquellas prebendas también conocieron el alto precio de la desafección, de modo que al ser separados discrecionalmente de sus cargos, caían en el ostracismo y, en el peor de los casos, en la urgencia de abandonar el país.

Lo cierto es que comparar a aquellos jerarcas de antaño, y por supuesto, de hoy, con el “dueño de siete almendrones prehistóricos”, o “el propietario de un par de hostales con una veintena de habitaciones, o de la paladar mejor establecida o de una cadena de distribución de pizzas con una decena de motos” se me antoja una burla sarcástica. En efecto, no tienen nada que ver.

Ariel Terrero se pregunta, en mi opinión, de forma acertada ¿Por qué recela la gente entonces ante semejante capital? ¿Por qué el tema de la concentración de la riqueza y la propiedad emerge en los debates? Yo añadiría alguna pregunta más, al hilo de lo anterior, ¿Por qué la gente no se rebeló contra los que disfrutaban de las prebendas del poder? ¿Por qué a nadie se le ocurrió que la pertenencia y la sumisión a la cúpula castrista era una forma de concentración de riqueza, de propiedad y de influencia? A estas preguntas, nadie dio respuesta. Ahora, en cambio, parece existir un cierto sarpullido en contra de quiénes se supone que ver cómo aumenta su riqueza.

Constatar la existencia de esta polémica en las calles es una cosa, pero otra bien distinta es suponer que los cambios introducidos en los llamados “lineamientos” están produciendo una concentración de la riqueza en pocas manos. Hasta la fecha, los cambios en materia de propiedad han tenido un impacto muy limitado en términos económicos, y aún cuando el régimen observa con preocupación cómo los espacios que abre a los agentes privados tienden a crecer más que el paquidermo marxista de la economía estatal, la actividad emprendedora privada está muy lejos de haber provocado cambios de alcance en la economía nacional.

Por desgracia, las autorizaciones al ejercicio de la actividad por cuenta propia se han limitado a actividades de bajo nivel de productividad en el sector servicios que han hecho muy difícil, por no decir imposible, la acumulación de riqueza y de capital. Cierto es que el trabajo por cuenta propia ha traído consigo “estructuras económicas e intereses clasistas muy dispares” pero suponer a partir de ahí que estamos ante un sector “capitalista” al uso es volver a esos monstruos que no existen.

Y si bien es cierto, y nadie puede decir lo contrario, que la actividad privada por cuenta propia ha permitido a muchos cubanos, tanto los que se lanzan al ejercicio emprendedor como a los trabajadores contratados, obtener ingresos claramente superiores a los obtenidos en el sector presupuestado, también lo es que hay que trabajar, producir y dedicar muchas horas para llegar a buen puerto. Los abandonos, por ejemplo en la agricultura de los arrendamientos de tierras, son frecuentes.

Y frente a ello, tenemos al régimen intentando bloquear su posición de poder, articulada en torno a la empresa estatal socialista, eje de los llamados “lineamientos” del 7mo. Congreso del Partido, y que tampoco acaba de superar sus deficiencias tradicionales, requiriendo constantes subsidios para mantener sus ritmos de producción, en un ambiente de pagos que se retrasan o incumplen, y descontrol, en buena medida provocado por la doble circulación de la moneda, entre otros problemas no resueltos.

La conclusión es que las iniciativas económicas no estatales, “medianas, pequeñas y microempresas privadas que funcionan sin personalidad jurídica y se rigen por un marco regulatorio diseñado para las personas naturales dedicadas a pequeños negocios que se realizan por el trabajador y su familia” no están generando las temidas desigualdades sociales, ni están provocando un incremento de la riqueza y una concentración de la propiedad, como sostienen algunos.

De hecho, los “lineamientos” se han diseñado ex profeso para evitar que se produzca ese proceso natural hacia la transformación de las empresas, propiciando su extensión y penetración en todos los sectores y actividades de la economía. Si algo caracteriza al funcionamiento de la empresa privada es que el marco regulatorio de su actividad es tanto mejor, cuanto menor es su intervención, de modo que los gobiernos que aspiran a tener sectores privados sanos y sostenibles, lo que deben hacer es facilitar entornos estables y dinámicos en los que se puedan insertar de forma eficiente las decisiones individuales.

Con ello, quiero afirmar que cuantas más leyes de empresas, ordenamientos jurídicos, normativas administrativas y legales, destinadas a reconocer las formas privadas en plano de igualdad con las estatales y las cooperativas, menos será el impacto conseguido en términos de normalización de la actividad. Se corre el riesgo, grave en mi opinión, de acabar convirtiendo a unas en otras y viceversa. 

Por el contrario, la economía cubana necesita volver a contar con empresas y empresarios capaces de producir para atender las necesidades de los consumidores. Empresas solventes no guiadas por decisiones políticas e ideológicas. Empresas separadas del poder estatal y dirigidas por empresarios cubanos capaces de ganar dinero, acumular riqueza, contratar empleados y repartir beneficios entre los accionistas. Prácticas habituales y sanas de las empresas privadas que tarde o temprano tienen que llegar a Cuba. La devolución de la riqueza al pueblo cubano forma parte de un proceso que exige poner el contador a cero y arrancar sobre unas bases que permitan a la economía cubana recuperar su histórico esplendor y dejar atrás el sueño de monstruos de los últimos 59 años.

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