A propósito de las rebajas de precios del turismo en Cuba

Elías Amor Bravo, economista
 
Las rebajas de precios anunciadas por el sector turístico en Cuba no son una buena noticia.
Si realmente las autoridades afrontan una menor demanda, como consecuencia de los efectos del ciclón y de los ataques acústicos en las embajadas y algunos hoteles de La Habana, la solución no es bajar precios, sino arreglar los desperfectos causados por el grave meteoro y dar explicaciones públicas, transparentes y claras, sobre lo ocurrido con los ataques acústicos. De lo contrario, ponen en peligro al sector turístico de la economía cubana.

Si los desperfectos causados por Irma no se arreglan, obviamente la oferta hotelera será menor que en ejercicios anteriores, y dadas las preferencias de los turistas por la cayería norte, la más afectada, habría que canalizar la demanda hacia otras zonas o garantizar paquetes combinados para los viajeros que permitieran compensar las estancias por los daños ocurridos. 

Por otra parte, si no se ofrecen explicaciones transparentes y convincentes a los sucesos denunciados en la llamada crisis de las embajadas y el régimen se enroca en sus posiciones, lo que ahora está empezando a ocurrir puede ir a males mayores, y se repetirán sucesos ya vistos en el pasado que en nada contribuyen a la normalidad de las cosas.

Los turistas viajan a lugar estables, predecibles, seguros y que ofrecen todo tipo de garantías para disfrutar de unos días de ocio y descanso merecidos. Los países que más éxito han tenido en su apuesta por el turismo, a nivel mundial, conocen la importancia de estos aspectos para condicionar una demanda estable y continua hacia sus ofertas. Cuando estos patrones de seguridad y estabilidad no se presentan, lo normal es que la actividad turística experimente fluctuaciones buscando en otros destinos la identidad y/o posicionamiento que le resulte más interesante.

Bajando precios y ofreciendo rebajas, el turismo cubano opta por una de las peores estrategias para afrontar una situación como la actual. Los efectos pueden llegar a ser, incluso, contrarios a los esperados. Si los turistas perciben los menores precios como síntoma de debilidad o de reducción de la calidad del producto, la demanda bajará más aún dejando sin efecto la reducción inicial del precio. Por desgracia, en el turismo la relación de la demanda con el precio no se encuentra bien justificada, y de hecho, en los países más avanzados el sector hace todo lo posible por huir de la condena de precios bajos, por sus efectos negativos a corto, medio y largo plazo.

Generalmente, bajadas de precios y rebajas suelen ir asociadas a modelos de turismo de masas propios de mediados de siglo XX, que no se encuentran diversificados en su oferta porque apoyan una combinación basada en unos cuantos puntos fuertes, como sol y playa. Por supuesto que Cuba posee una imagen reconocida en ese binomio, que no debe comprometer, pero en ello compite con otros destinos del Caribe más consolidados, en la misma temporada alta, que se aprestan a atender demandas millonarias de viajeros. Estos países apenas han valorado las rebajas competitivas anunciadas por el sector turístico de Cuba. Su apuesta es distinta en la globalización del siglo XXI. Nada que ver con esos giros bruscos de timón de las autoridades castristas, empeñadas en desarrollar un modelo turístico que ya no existe en el Mundo en 2017.

Por otra parte, en las condiciones actuales que contemplan un dólar débil frente a las principales monedas como el euro, estas rebajas de precios en la isla son irracionales desde el punto de vista económico. La explicación es sencilla. Si los ingresos se obtienen mayoritariamente en dólares, pero los pagos de los suministros se realizan en euros, dada la procedencia de los mercados, el poder adquisitivo del sector turístico será menor si los precios se rebajan, y por ello, los efectos en términos de ganancia real para la economía, muy bajos.

Por último, y no por ello menos importante, estas bajadas de precios van a tener consecuencias muy negativas para el negocio de Gaesa y el complejo militar turístico vinculado al régimen, así como los ingresos por turismo que sirven para equilibrar la balanza corriente de la economía. Pero sin duda alguna, los principales perjudicados van a ser los pequeños emprendedores que han puesto en marcha todo tipo de pequeños negocios para aprovechar la llegada de viajeros a la isla. Desde los que ofertan servicios de transporte privado, a los dueños de paladares, pasando por los que interpretan canciones por los bares y calles de las ciudades. 

Todos estos operadores privados se van a ver afectados por las rebajas de precios a las que no estaban preparados y para las que tendrán que ajustar sus costes, si no quieren ser barridos del sector. Tal vez, sea por aquí hay que buscar alguna explicación a decisiones de este calado. En vez de confiscar lo obtenido, como en etapas anteriores, el régimen ha descubierto la palabra mágica de la reconversión y ha decidido reducir el número de operadores privados. Tienen que prepararse para lo peor.


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