¿Por qué no decimos adiós a Acopio para siempre?

Elías Amor Bravo, economista
Todavía hay quien cree que el modelo de Acopio tiene razón de ser y puede servir para algo. Que no se engañen. Algo que ha funcionado mal durante años, por mucho que le den una mano de pintura, seguirá siendo un desastre. Las nuevas medidas publicadas en la Gaceta Oficial n.º 56 para “perfeccionar y revitalizar la gestión de Acopio” se quedan en eso, una mano de pintura superficial. Los plátanos se seguirán creando podridos en los campos, sin recoger, y las bodegas estatales vacías, con esa indolencia que las caracteriza.
La responsabilidad es de los dirigentes del régimen, que deberían saber ya que Acopio es inservible y que existen fórmulas mucho más eficientes, competitivas y modernas para organizar la distribución comercial en un país. Ya me dirán ustedes para que sirve fortalecer la Organización Superior de Dirección Empresarial (OSDE) de Acopio, que no es más que un cuerpo burocrático más de la administración, subordinado al Consejo de Ministros y atendido por el Ministro de la Agricultura. La pregunta es la misma de siempre, ¿quién llevará la malanga del surco a las bodegas? ¿Lo sabe alguien? ¿Tal vez los burócratas de la OSDE?
El complejo sistema burocrático que mantiene la ineficiente economía castrista está dominado por este tipo de entidades, algunas de nueva creación, otras nacidas a partir de algunas ya existentes con anterioridad, que no funcionan ni dan los servicios necesarios a la población. A mí me gustaría saber por ejemplo, para qué sirve que separar las actividades de acopio y comercialización de las meramente productivas, como hace la nueva ordenación de Acopio. Los canales largos son mucho más eficientes que los cortos, y desde luego permiten generar más valor. Cierto que se trata de funciones distintas, pero no hay razón alguna para desconectar las dos fases fundamentales de la distribución. Separando la producción de la logística, se empieza mal. No es ese el tipo de reforma que se tiene que hacer, por mucho que lo diga el “Lineamiento 155 de la Política Económica y Social, aprobada en el 7mo. Congreso del Partido Comunista de Cuba para el periodo 2017-2021” que parece que se tienen que cumplir a rajatabla sin cuestionarlos, a pesar de su escasa utilidad en muchos casos.
Acopio no funciona ni va a funcionar, a pesar de contar con 12 empresas provinciales. La razón, muy sencilla. No se puede encargar al estado una actividad en la que el sector privado es mucho más eficiente y desarrolla mejor las funciones. La orientación al cliente no es un punto fuerte de la gestión estatal, ni mucho menos del nuevo Grupo Empresarial de Acopio. Sería mucho más interesante que estas funciones se encargasen a empresas privadas, la gestión de contratación, recolección, traslado y venta de las producciones agrícolas, desde los campos donde se obtienen las producciones (cooperativas y empresas agropecuarias) a los mercados de las ciudades. Un modelo de distribución que homologaría a Cuba con el resto de países del mundo. 
No existe ninguna razón técnica, ni económica, ni empresarial que justifique que el estado tenga que hacer funciones de intermediario y distribuidor comercial. Cierto es que la llamada "revolución" en sus inicios consideró un gran éxito acabar con el moderno y eficiente sector de la distribución comercial privado que existía en Cuba, acusando y persiguiendo a los principales empresarios de todo tipo de delitos. Pero que sigan con la misma matraca 60 años después, y no reconozcan que el modelo estatal no ha servido para nada, no tiene sentido alguno.
La privatización del sector de la distribución mayorista en Cuba es absolutamente necesaria y una tarea prioritaria. Empezar por Acopio y su organización empresarial podría ser una buena idea. Más aún cuando el sistema es de naturaleza mixta, con la existencia junto a Acopio, de otros cinco grupos empresariales que tienen grandes volúmenes de producciones agrícolas, que se comercializan directamente por las empresas y cooperativas agropecuarias a los destinos aprobados.
Los cubanos quieren poder llevar a la mesa todos los días los productos agropecuarios de su elección. La imagen de esas bodegas vacías debe pasar a la historia. Hay que modernizar el sector comercial para que los consumidores puedan elegir libremente previo pago del precio competitivo que permita ganar dinero a todos. El mercado, de 11 millones de consumidores, aunque sea de bajo poder adquisitivo, da para mucho. Por eso, pienso que si la actividad de comercialización se moderniza, se privatiza y se consolidan las escalas técnicas eficientes, se podrá atender mucho mejor a la población que con el modelo actual de Acopio convertido en una OSDE más.
Al liberalizar la distribución comercial se facilita al productor en origen la libertad para elegir quién va a trasladar sus productos a los mercados, con qué frecuencia, en qué cantidades y a qué precios. De ese modo, el productor puede integrar sus intereses en la fase de distribución y llegar a acuerdos entre ellos, que mejoren la prestación del servicio. Fortalecer este sistema puede venir de la mano de la inversión extranjera, que posee tecnología, know how y mucha experiencia en la distribución, el marketing y la comercialización para conseguir que la leche fresca esté todos los días en los supermercados de la esquina, o que no falte pan caliente por la mañana para el desayuno.
En Cuba, lo único que impide a los cubanos tener estos servicios al alcance de su mano es la obsesión enfermiza del régimen por apartar la iniciativa privada de la economía. Pensar en el estado haciendo funciones de "transportista, recuperador gradual de la infraestructura de puntos de compra, de los almacenes, de los talleres, de las naves mayoristas, de las plantas de beneficio y empaquetado, de establecer la dotación de equipos de medición (básculas, pesas, etc.) y de envases y embalajes", es una majadería comunista, pero igualmente, un grave error. El estado no está para dedicarse a esas cosas. Ni en China ni Vietnam lo hace ya. El ejemplo de Cuba es más que evidente. Aquí los dirigentes comunistas tienen una oportunidad de oro para privatizar el sector de la distribución comercial en Cuba en un plazo de dos o tres años, incluso menos.
Y con ello, mejorarán los procesos de contratación, almacenamiento y venta de una mayor cantidad de productos agrícolas; facilitarán las gestiones con las empresas productivas agrarias; aumentarán los volúmenes de producción servidos a los mercados. Además, la rentabilidad aumentará, y con ello las inversiones en mejora de las empresas. Un huracán de destrucción creadora, en la terminología de Schumpeter, que supondría para los cubanos una mejora notable de sus sistemas de aprovisionamiento y compra diaria de productos alimenticios. De paso, por medio de esta reforma, con toda seguridad, la importación de alimentos caería en picado, toda vez que los productores nacionales tendrían incentivos para sacar más y mejores cosechas.
El por qué no se hace esto, ya es sabido, pero ahora que hablan de “proceso de dignificación de la red de mercados agropecuarios estatales para que los productos tengan buena presencia y permanencia en las tarimas, y además cuenten con una exposición atractiva”, la oportunidad de privatizar es formidable. Sería una magnífica noticia para todos poder decir adiós a Acopio para siempre.

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