Alimentar al ganado porcino con yuca: la gran solución del ministerio castrista


Elías Amor Bravo, economista
Las autoridades del régimen castrista han mostrado, en diversas ocasiones, la preocupación por la escasa producción de piensos para el alimento de animales en la economía. En momentos como el actual, en los que se incrementan las necesidades de consumo de carne, si no se hacen crecer las unidades de ganado, los mercados se desabastecen. Y una vez más, Granma se hace eco de una experiencia en una Estación Experimental de Pastos y Forrajes, la “Indio Hatuey”, que dicen “ha sustituido un 30% del pienso que importa el país por una combinación a base de yuca, follaje de plantas proteicas como la morera y microorganismos eficientes”.
Tengo la impresión que, de perdidos al río, y que, ante una situación dramática de déficit de alimento animal sobre todo en la producción porcina, este tipo de actuaciones pueden acabar creando más problemas a corto y medio plazo. Desde luego no son la solución al problema.
Si en la economía cubana, a pesar de la propiedad colectiva de los medios de producción, de la importancia de la empresa estatal y del mecanismo de planificación centralizada, no se producen piensos suficientes para la cabaña ganadera, la cuestión es ¿por qué? Y esto obliga a profundizar un poco más en el problema real, que es el mismo de siempre: la agricultura no se puede regir por el estado, sino que debe estar conducida por propietarios privados independientes y libres en todas las rúbricas.
Esta, relativa al alimento de ganado, es una de ellas. El ministro de agricultura castrista se felicita de la iniciativa de “Indio Hatuey” y destaca que supone “aprovechar más la tierra, la buena genética, el conocimiento técnico y la tecnología en las distintas unidades productoras” mediante una curiosa combinación de alimentos a base de yuca, follaje de plantas proteicas como la morera y microorganismos eficientes.
Nadie sabe qué resultados se pueden derivar de esta sustitución de alimentos para ganado. A mí, por ejemplo, me recuerda aquella alocada iniciativa del comandante, durante el período especial, repartiendo los “pollitos” para que la gente los criara y alimentara en casa. Cosas peores se han visto en Cuba, desde luego.
El problema es que los dirigentes comunistas acaban creyéndose estas iniciativas carentes de solvencia. ¿Alguien ha tenido tiempo para estudiar qué impacto puede tener en el sabor, consistencia y propiedades de la carne esta nueva alimentación? Me temo que no. No ha habido tiempo. Además, sorprende más aún que anuncien que en cuanto desaparezca la pandemia, van a organizar cursos de formación en la propia unidad docente, destinados a directivos y especialistas del sector para que implementen esta fórmula de alimento de ganado basado en la yuca y los microorganismos de marras.
En vez de lanzarse a iniciativas hilarantes como esta, a la que Granma dedica una esmerada atención en sus páginas, alguien debería explicar a los dirigentes comunistas por qué la agricultura cubana no produce suficiente comida para los animales y se necesita importar piensos del exterior. Esta es una actividad más, de las que la economía cubana, dirigida por el estado, ha sido incapaz de crear esos “mágicos encadenamientos” de los que hablan Díaz Canel y su ministro de economía. Un país con una agricultura que debería ser potente, sin embargo, es incapaz de producir los alimentos suficientes para la población y la ganadería. ¿Alguien da más?
Antes de 1959, esto no ocurría. Los anales de aquella época nos dicen que la cabaña ganadera cubana se encontraba bien alimentada con la producción nacional. Productores privados eficientes obtenían resultados positivos de los vínculos comerciales con los ganaderos, que pagaban precios adecuados por los suministros, y todos contentos. Aunque era posible realizar importaciones, no era necesario. La agricultura cubana antes de 1959 producía alimentos suficientes para la población, para los animales y, además, permitía situar a Cuba como primera potencia mundial azucarera, sin mencionar tabaco, café, frutales, que igualmente ocupaban un papel fundamental en la obtención de ingresos.
¿Cómo es posible que todo aquello desapareciera en el curso de diez años? La pregunta tiene mucho que ver con el 61 aniversario de la tristemente célebre primera ley de nacionalizaciones en la agricultura que decretó Fidel Castro en aquellos años. En el momento en que la tierra dejó de pertenecer a manos privadas, expertas y eficientes, y se concentró en un “latifundista” improductivo, ineficiente y dominado por la ideología comunista, el estado, todas las rúbricas de la agricultura cubana se hundieron de forma estrepitosa.
En aquellos años, fue cuando la producción de piensos en Cuba, como otras muchas actividades, pasaron a mejor vida, porque todo lo que necesitaba la débil economía castrista procedía de los países del telón de acero y la URSS, que se encargaron de hacer desaparecer los pocos proyectos que sobrevivieron a partir de 1968. Ese, y no otro, es el origen del caos en la agricultura cubana, que en 2020 tiene que alimentar a la ganadería porcina con yuca. Como si la yuca sobrara para consumo humano.
La estrategia del ministerio de agricultura está mostrando ser inadecuada para resolver los problemas de alimentación que están creciendo en Cuba como consecuencia de la parálisis provocada por la COVID19. Y que lo más probable es que el segundo semestre del año acabe siendo mucho peor, ya que no existe ningún dato que nos lleve a pensar lo contrario. Un escenario especialmente complejo en el que Cuba puede acabar formando parte de los países que reciban ayuda urgente humanitaria de Naciones Unidas, porque los márgenes de las autoridades van siendo cada vez menores.
Y las informaciones que llegan de la isla apuntan a que, en vez de llegar mayor cantidad de alimentos a los mercados, Acopio entre tanto, se dedica a crear problemas cada vez más complicados para resolver la dieta diaria, en una de las peores crisis que se recuerdan en Cuba desde los tiempos del “período especial”.
Falta de previsión, agotamiento de un modelo inservible, cerrazón de las autoridades para abrir espacios para la libertad económica y los derechos de propiedad en la agricultura cubana son los factores que frenan las necesarias y urgentes soluciones que demanda el sector y la población cubana. Hay quien ya no aguanta más. El momento de hablar pasó, ahora toca actuar, y con urgencia.

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