Valdés Mesa y la yuca, ¿como activar la economía cubana?


Elías Amor Bravo, economista
Valdés Mesa pertenece a esa generación de dirigentes comunistas que viven encerrados en una cápsula del tiempo que creó Fidel Castro allá por 1959, y se niega a asomarse a la realidad del siglo XXI, o tal vez no le interesa porque simplemente disfruta de unas condiciones de vida que, obviamente, no son las del común de los mortales.
Sólo de ese modo es posible entender, si es que cabe alguna forma práctica de hacerlo, lo que dijo en una visita en Cienfuegos a la primera planta productora de yuca, localizada en la cooperativa de créditos y servicios Antonio Maceo, de la Empresa Agropecuaria Horquita. Una explotación agrícola de producción de yuca, el tubérculo cubano por excelencia, de alta apreciación en la dieta alimenticia. Con la yuca están ocurriendo cosas muy importantes en este momento de dificultades económicas graves en Cuba, porque parece ser el remedio para todo, desde la alimentación animal a la humana. Pero esta es otra cuestión.
Lo dicho por Valdés Mesa es lo que llama la atención y, sobre todo, la forma con que lo ha hecho el diario comunista oficial Granma en su edición de hoy. Dijo el dirigente castrista, y cito textualmente, “En Cuba poseemos un elevado desarrollo social, niveles y expectativas de vida de países desarrollados, pero necesitamos una activación en el plano económico. Y potencialidades existen: alto nivel de instrucción, ciencia, técnica, universidades, suelos, preparación del hombre. Por tanto, precisan enfrentarse las barreras que las obstruyan, desterrar las justificaciones que las impidan”.
Resulta difícil estar de acuerdo con este diagnóstico, salvo algún punto, lo que viene a mostrar lo alejado de la realidad que se encuentra Valdés Mesa. Los cubanos lo saben. Sobre todo, aquellos que entran y salen del país y observan la realidad de lo que ocurre en otros, incluso algunos de desarrollo inferior a Cuba en las estadísticas oficiales de Naciones Unidas.
El desarrollo social de Cuba, sus niveles y expectativas de vida no se corresponden con el que existe en los países desarrollados. No conviene confundir “churras con merinas”. Es obvio que basta observar algunos datos muy sencillos para concluir que el nivel de vida de Cuba está muy alejado de los países avanzados, porque con 24 dólares al mes de sueldo medio, por mucha educación o sanidad “gratuitos” (de eso nada, pagados y bien pagados por todos los cubanos con la recaudación del presupuesto del estado que se incrementa a un 70% del PIB), la pobreza está asociada a uno de los poderes adquisitivos más bajos del mundo.
¿Y esto influye en las expectativas de vida? Por supuesto que sí. Valdés Mesa sabe que en Cuba los nacimientos son menos que las defunciones, y que la “política social” de conciliación y ayuda a las embarazadas no estimula el crecimiento vegetativo de la población. No deja de ser curioso que esos mismos cubanos jóvenes, que no quieren hijos en la isla, cuando se trasladan al exterior, y desarrollan sus vidas en Estados Unidos, España, Italia, sí que los tienen.
Valdés Mesa también dijo, que “Necesitamos una activación en el plano económico. Y potencialidades existen: alto nivel de instrucción, ciencia, técnica, universidades, suelos, preparación del hombre”. Y en esto, no podemos menos que darle la razón. Cuba tiene una economía depauperada, pobre, incapaz de alimentar a la población, que si no se activa puede acabar colapsando y entrando en el conjunto de países que reciban ayuda humanitaria urgente de Naciones Unidas. 
Los próximos meses van a ser cruciales, con los motores externos apagados y la producción nacional detenida como consecuencia de la pandemia del COVID19. El escenario es grave y no está para andar con juegos de palabras. La CEPAL estimó un descenso del PIB en 2020 del -3,7% pero esa caída se aproximará al -6% e incluso puede ir a más, y ello, pese a las “potencialidades”.
Realmente, han estado ahí siempre. Estaban en 1959 cuando Cuba era primera potencial mundial azucarera y contaba con profesionales competentes y sectores modernos especializados dispuestos a dar un salto cuantitativo y cualitativo adelante. En aquella época esas potencialidades estaban bien aplicadas al proceso productivo de la economía y sus resultados eran espectaculares, por mucho que la historiografía comunista se haya empeñado en decir lo contrario.
El problema, según Valdés Mesa, es que esas potencialidades tal vez ahora no funcionan, no se ponen en funcionamiento para la “activación en el plano económico”. Y por supuesto, la solución para el dirigente castrista es que “precisan enfrentarse las barreras que las obstruyan, desterrar las justificaciones que las impidan”, sin más.
¿Cree realmente Valdés Mesa que una solución “permitir a esa unidad productiva el descubrimiento a las nuevas generaciones de la harina de yuca, porque nosotros no vamos a poder producir trigo en el país; pero sí la yuca, y es una variante loable”? Eso se llama, caerse del guindo, porque como buen cubano, nadie ignora en la Isla lo que significa una buena yuca y las múltiples fórmulas de su disfrute en una buena comida. Los nativos ya comían casabe cuando llegaron los españoles. El problema de Valdés Mesa es que, por culpa del modelo económico, varias generaciones de cubanos han visto que era muy difícil encontrar una yuca en las desvencijadas bodegas estatales, y en la libreta de racionamiento, la yuca estaba desaparecida.
Pero no vamos a discutir sobre las ventajas de la yuca. Eso ya lo sabían los guajiros antes de 1959. Lo que Valdés Mesa ignora es cómo desarrollar las “potencialidades” de Cuba para conseguir un alto grado de “activación económica”. La respuesta es solo una. El modelo de derechos de propiedad que rige las decisiones de producción, inversión y consumo de los cubanos debe ser reemplazado. Esta es la traba, la barrera comunista que impide a la economía progresar. Y en el caso de la agricultura ha quedado demostrado que soluciones como apostar por el “arrendamiento” de tierras estatales, no sirve para producir más, y que los productores aspiran a ser los dueños de esa tierra que trabajan.
Decidir con libertad que sacar de la tierra, cómo distribuirlo en los mercados y a qué precios venderlo. No tener límites para los aprovisionamientos y bienes intermedios, e incluso, facilitar la entrada de la inversión extranjera tecnológica, por medio de joint ventures con los campesinos independientes. El modelo en el que viaja Valdés Mesa en esa cápsula de tiempo de Fidel Castro, el modelo comunista, ha fracasado desde hace muchos años y ya no existe ningún modo de justificar su permanencia. 
Esto no es nada nuevo, chinos o vietnamitas y europeos del este lo hicieron hace décadas. No hay ninguna razón para que Cuba siga siendo un enclave de aplicación obligatoria de ideas, principios y modelos que son un fracaso para la condición humana. Valdés Mesa debe saber que la sustitución de ese modelo fracasado por el único que puede funcionar para “activar la economía” aprovechando esas potencialidades que tiene Cuba, es urgente y no admite dilaciones.

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