Pero ¿se puede vivir sin trabajar en Cuba?
Elías Amor Bravo, economista
Llevo días escuchando esta misma matraca. Primero fue Raúl Castro, después Díaz Canel y ahora ya no se corta ningún dirigente comunista. La idea sostiene que hay personas en Cuba que han estado sin vínculo laboral durante años y las causas de ese poco interés por buscar sustento se encontraban en “las excesivas gratuidades y la larga práctica de subsidiar productos con el presupuesto del estado”. Los comunistas describen a estas personas como casos patológicos que nunca han trabajado ni aportado a la nación.
Y entonces, se acabó la diversión, llegó la Tarea Ordenamiento y mandó a parar, bueno, realmente obligó a estas personas que vivían sin trabajar a buscar un empleo cuanto antes, en la medida que desaparecían los subsidios y gratuidades, al tiempo que la reforma salarial impulsaba la incorporación al empleo. El último en hablar de este asunto ha sido Murillo, que dijo que más de 100.000 cubanos han dejado esa vida sin trabajar y se han incorporado al mundo del trabajo.
El ministro de economía ha tenido, incluso, la osadía de afirmar que este aumento de empleo en el sector productivo ha sido positivo porque “no ha afectado la productividad del trabajo, pues la generación de puestos de trabajo con más productividad constituye la clave para el crecimiento económico de la nación”. E incluso, como el 36% de las personas que buscan empleo son mujeres, que esto supone un “paso decisivo hacia la igualdad de la mujer con el hombre en la sociedad”, tal y como se establece en el Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres, que busca la eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres.
La magia se ha producido. Conocida es la habilidad de las autoridades castristas para dibujar lo blanco en negro, o al revés, que igual da. Sin embargo, la forma de distorsionar la realidad que tiene la propaganda del régimen tropieza con los hechos que la ciencia económica mantiene como referencias de su análisis social. Les pasó a los comunistas del este de Europa y sus ciudadanos no quieren escuchar ni hablar nada de aquellos tiempos de los "camaradas".
Cuando un dirigente comunista afirma que en Cuba antes se podía vivir sin trabajar, está falseando una realidad que, si no conoce, debe callar. Esto es imposible. Y si los subsidios y gratuidades obstaculizaban el proceso normal de incorporación al trabajo de las personas, la responsabilidad de que ello fuera así es de quién confecciona el presupuesto estatal y diseña esos subsidios, es decir, el gobierno. No existe ningún rasgo en la personalidad de los cubanos que los lleve a optar por un modelo de vida sin trabajar, que es irreal e inexistente.
¿No será que la mayor parte de esas personas trabajaran realmente en la economía informal, mucho más dinámica, productiva y creativa que la oficial dirigida e intervenida por el estado? No se dispone de estimaciones de la economía informal cubana, pero cabría suponer que su magnitud puede estar cerca del 35% del PIB. La realidad es que los cubanos saben que cuando en el comercio estatal no consiguen lo que necesitan, siempre se puede recurrir a aquellos que facilitan la vida porque satisfacen sus necesidades. Esas personas que trabajan y viven en la economía informal, en buena medida porque no pueden hacerlo con libertad en la economía formal, aportan a la nación mucho más que un burócrata aburrido en una moribunda agencia de sector presupuestado.
En todo caso, que la Tarea Ordenamiento sirva para corregir esa irrealidad de “vivir sin trabajar”, como si Cuba fuera un paraíso de millonarios recostados del presupuesto estatal, es otra falacia, porque si bien es cierto que 100.000 personas acuden a solicitar un empleo, el porcentaje de aquellos que lo consiguen sigue estando en algo menos de la mitad, y la otra mitad se vuelve a sus casas, probablemente a pensar qué tipo de servicios o actividades dentro de la economía sumergida pueden desempeñar para seguir satisfaciendo las necesidades de los consumidores, y con ello ganar dinero. No en vano, el ministro de economía ha rebajado la previsión de empleo para 2021 a 20.000 puestos, y pienso que ha sido muy generoso. Ya se verá.
En realidad, todo esto que está ocurriendo se produce porque la Tarea Ordenamiento ha provocado una grave carestía y empobrecimiento en la población, que ha exigido a todos los miembros de las unidades familiares a incorporarse a un empleo retribuido para llegar a mediados de mes. Las autoridades deben ser conscientes de que, si esa reducción del poder adquisitivo no se corrige, los daños pueden ser mayores, y son consecuencia de no haber adoptado transformaciones estructurales de la economía antes de lanzarse con la Tarea Ordenamiento, a una serie de medidas poco reflexivas y que se ha visto que, en absoluto, ayudan a despejar las trabas de la economía y sus graves problemas.
Tan grave es la situación que ya no cabe duda de que, la Tarea Ordenamiento ha llegado en el peor momento para su implementación, agravando las consecuencias de la grave crisis provocada por la pandemia del COVID-19 que sigue causando estragos en la economía cubana. Visto desde esta perspectiva, pensar en un efecto positivo sobre los Lineamientos comunistas es un despropósito ante la urgencia de la grave crisis económica y la profundidad de los daños que está creando.
Por otro lado, las rectificaciones que ha hecho el gobierno frente a las demandas sociales, han sido parches en una situación que ha provocado un incremento adicional del presupuesto y del déficit, que era justo lo contrario que pretendía la Tarea Ordenamiento. Ello supondrá no solo un mayor desequilibrio monetario interno, sino que impedirá al régimen encauzar una imperativa política de ajustes de gastos para su canalización hacia las empresas y actividades productivas, que lo necesitan para poder superar las consecuencias de la crisis de la pandemia. Lo que el régimen denomina “razonables e inmediatas rectificaciones”, son una marcha atrás ante demandas sociales que van a intensificarse porque los daños de la Tarea Ordenamiento no han acabado aún, y a lo largo del presente año se volverán a observar escenarios de confrontación similares e incluso peores.
E igualmente, no hay que esperar demasiado de las 63 medidas que buscan impulsar la producción de alimentos y reducir la importación de estos de forma permanente. La mayor parte de esas medidas plantean, de forma incomprensible, acciones destinadas a “estudiar, analizar, impulsar, proyectar” y una serie de infinitivos que, dada la situación de escasez que existe en la economía cubana, no van a servir para actuar de choque ante un problema que se va a agravar a lo largo de los próximos meses, y que plantea un escenario de máxima tensión social. Ese “pegar el oído a la tierra” del que habló Raúl Castro puede acabar siendo un problema si no se implementan las transformaciones estructurales y jurídicas que sirvan para que la tierra pase realmente a ser propiedad de quien la trabaja. Condición necesaria, pero no suficiente, para arreglar el desastre que existe en el agro cubano.
Los dirigentes comunistas cubanos se pasan la vida diciendo que “las reservas más grandes de la economía están siempre en las capacidades productivas de los trabajadores cubanos, en el ingenio para encontrar soluciones al pie de obra, en el estímulo a la innovación, en conceder protagonismo práctico a la ciencia, en sembrar cada palmo de tierra aprovechable y copar cada nicho que el comercio hacia el mundo nos abra como una opción”.
Este enunciado, a nivel teórico, es impecable, nadie tiene la menor cuestión al respecto. El problema es cómo llevarlo a la práctica, porque con el modelo social comunista cubano de la constitución de 2019, no se va a conseguir nada, porque elimina de raíz los elementos de derechos de propiedad, motivación, libre elección, responsabilidad y rentabilidad privada que son necesarios para que la maquinaria funcione. Las capacidades productivas de los trabajadores cubanos no se activan con arengas, discursos o desfiles laborales. Se activan con otro modelo económico similar al que funciona en el resto de países del mundo. La excepcionalidad cubana no existe, es otra gran mentira del régimen comunista.
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