Se apagó el fuego. Bien, ¿y ahora qué?

Elías Amor Bravo economista

Casi una semana después de comenzar el incendio de la zona industrial de Matanzas, es más que evidente que los comunistas cubanos se han visto desbordados por esta catástrofe, para la que no existía organización, ni protocolos, ni nada parecido.  

Ahora, cuando el escenario se acerca al de un incendio controlado en fase de liquidación, llegado es el momento de exigir responsabilidades y no esconderse en frases vacías, como que “en el control del incendio hay mucho coraje”, o esa otra del “esfuerzo heroico” o la “epopeya, lo que por supuesto, se da por hecho. Es decir, o Díaz Canel cambia el discurso o es muy probable que el fuego siga, aunque por otros derroteros mucho peores.  

La prensa estatal comunista, tratando como siempre de barrer para casa, se descuelga acusando a la prensa libre, la prensa objetiva, a las redes sociales, es decir, a nosotros, por no hablar de no hablar de heroísmo o por hostigar cuando había incertidumbre. También se nos acusa de haber empleado el término “estado fallido”, o “país en crisis”. Hay que ver lo poco que están acostumbrados los comunistas cubanos a la crítica. Prefieren morir matando, pero algo hace pensar que esta vez tienen que hilar bien fino, o se les puede caer encima todo el armazón.   

Sería bueno que, ahora que el fuego está controlado, que se investigue con la máxima transparencia las responsabilidades de lo ocurrido, y se depure a aquellos que no han estado a la altura de las circunstancias. Sería un ejercicio de credibilidad, de transparencia y de responsabilidad frente a los cubanos, y al mundo entero.

Por si todo esto volviera a ocurrir, hay que determinar si la operación realizada ha sido la correcta, si los medios disponibles han estado a la altura de las necesidades, el alcance real de la ayuda internacional, las personas que se han visto afectadas y qué soluciones se van a tomar, en fin, aprender de la experiencia para que, si vuelve a ocurrir, no estén una semana desplegando acciones que, en su mayoría, eran un fracaso. 

Y por ahí es por donde debe ir la reforma del discurso de Díaz Canel, antes de que se le adelante algún cargo local comunista, de esos intrépidos y molestos, como la tal Sucely Morfa. Es un consejo para Díaz Canel que diga la verdad, que no se ande por los cerros de Úbeda y que tome el toro por los cuernos, o habrá una Sucely que lo hará por él, por mucha que se la imposición jerárquica entre los comunistas. 

Y fíjense que he dicho Sucely Morfa y en ningún momento se me ha pasado por la cabeza que ese papel lo vayan a realizar Marrero, Sabines o Morales Ojeda. Estos están para otras cosas. Díaz Canel debe vigilar a la juventud, divino tesoro, porque ahí es donde puede venir la conga de su relevo. 

Yo sé que en política hay que tomar decisiones a dos niveles. A corto plazo, de cara a la galería para tranquilizar a los tirios y troyanos hay que hacer lo necesario para que el patio no se alborote. A medio plazo, investigar y depurar responsabilidades, aunque duela. 

El discurso de Díaz Canel pertenece enteramente el primer nivel, como cuando dio su apoyó a las compañeras y los compañeros de varios organismos, especialmente a los transportistas, o valoró la cooperación internacional por vía aérea y naval. Ese discurso toca a su fin, ya no tiene sentido, y ahora, hay que empezar a exigir responsabilidades si las cosas, como todo indica, no se han hecho bien.

Es una agenda que compromete a Díaz Canel, quien, al mismo tiempo, tiene que pensar qué se va a hacer con la base de supertanqueros y sentar las bases de la recuperación sin dormirse en los laureles.

Y luego, los datos oficiales no dejan de sorprender, día si y al otro también. El ministro de salud pública dijo que. hasta el jueves fueran atendidos 130 lesionados, entre ellos dos bomberos que fueron remitidos al hospital la víspera por una intoxicación leve por inhalación de humo. Un solo fallecimiento, el joven Elier Correa Aguilar, de 24 años de edad, prestando servicios en el Cuerpo de Bomberos, aunque era de Granma. Mentira: los muertos aparecerán y caerán como una pesada carga sobre los responsables. Igual que los 23 pacientes hospitalizados, de los que cuatro pacientes en estado crítico, dos graves y 17 de cuidado. Habría que dar gracias a Dios porque el desastre no hubiera provocado más daños, por eso es tan necesario y urgente investigar para localizar a los desaparecidos. La muerte de esos inocentes debe tener un ejercicio de responsabilidad al más alto nivel.

Y también sorprende que la ministra de ciencia, tecnología y medio ambiente siga afirmando, con las imágenes de satélite y radares, que no es posible divisar la nube, al haberse dispersado; tal vez el peor de los escenarios posibles antes de calcular su toxicidad e influencia en la calidad del aire. Cuanto más tarden, será peor. Y habrá que comprobar los efectos no solo en el aire, sino en las lluvias, la vegetación, los suelos y los pastos, con efectos a medio y largo plazo. Un desastre como quiera que se mire.

Apagado el incendio, de lo que todos nos debemos sentir felices, llega un momento nuevo para realizar otro trabajo igualmente importante. antes de los aplausos y de la entrega de galardones que pongan fin a lo ocurrido en Matanzas. Son tiempos nuevos que no se corresponden con las barrabasadas de los tiempos revolucionarios. Y un consejo final a Díaz Canel: cuidado con Sucely Morfa. Ya empezó.

 

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