¿Por qué los cubanos hacen bien al desconfiar de sus bancos?

Elias Amor Bravo economista

En el segundo año de la tarea ordenamiento, el régimen comunista cubano ha dado un paso más en la línea de bancarizar las transacciones de la economía, con la publicación de la Resolución 123/2022 del Banco Central de Cuba que actualiza los procesos de emisión, uso y procesamiento de operaciones con tarjetas de pago. En esencia, se establece un conjunto de reglas de obligado cumplimiento para los que quieran operar con el "dinero de plástico".

La bancarización de la economía cubana ha sido anunciada en numerosas ocasiones por los dirigentes comunistas, obsesionados con la participación tan elevada que llegó a alcanzar el indicador de dinero en circulación M2 sobre el PIB, hasta un 91% en 2020, para bajar en 2021 a un 57%. Ahora bien, este dato tiene que ser valorado con extremo cuidado, ya que incluye los efectos combinados de la unificación monetaria y de la inflación, de modo que probablemente no habrá sido tan bajo, y siga dando preocupación a los dirigentes.

¿Por qué los comunistas quieren bancarizar la economía?

Básicamente, por dos motivos, y los dos son del interés del régimen y tienen poco que ver con el bienestar y prosperidad de los cubanos.

El primero es que la circulación expansiva de papel dinero es un alimento peligroso de la espiral inflacionista. De hecho en la economía cubana la aceleración del deflactor del PIB o del IPC desde 2019 tuvo mucho que ver con la abundancia de numerario, sobre todo en manos del público. Buena parte de la responsabilidad de esa situación la tuvo el régimen comunista al autorizar aumentos de salarios sin respaldo de productividad, lo que incrementó la cantidad de dinero sin que existiera una oferta detrás de bienes y servicios. La inflación producida a partir de esa situación vino a ser la respuesta de la economía a errores muy graves en materia de salarios y pensiones. 

Por ello, la reducción del dinero en circulación por medio de los bancos apareció como una opción a desarrollar. Desgraciadamente, no se dispone de información de qué porcentaje de la circulación monetaria se sigue materializando a través de efectivo en manos del público, y qué porcentaje a través de banco, pero se estima que el primero puede rondar el 80% del total. El interés del régimen es controlar el segundo, donde se mueven productos y servicios de mayor valor añadido. Con las tarjetas lo tienen más fácil o eso creen. Ya se verá si lo logran.

El segundo motivo está en el ADN del régimen comunista. Los bancos son un instrumento de control del partido y estado, informan, controlan, y manejan a su antojo la información personal de los clientes. No existe en Cuba un nivel de protección de datos personales como en otros países del mundo. Los bancos cubanos están facultados para preguntar a los clientes sobre el origen y/o destino de los fondos que van a disponer, una práctica que rompe con los principios elementales del secreto bancario. 

De modo que, teniendo la mayor parte del dinero productivo de la economía “bancarizado” el régimen puede estrechar sus mecanismos de control sobre los bancos en cuestión. Este es uno de los aspectos por los que existe amplia desconfianza entre los cubanos hacia el sistema bancario, al margen de corralitos, confiscaciones y otras prácticas similares en estos 63 años de régimen comunista.

Lo cierto es que los dirigentes quieren salirse con la suya, y en los últimos años ha hecho los deberes para bancarizar la economía, pagando salarios y pensiones por transferencia en buena parte de empresas estatales y organismos del sector presupuestado, rompiendo así la dependencia del “sobre” que era el principal vínculo monetario de la población. Pero, ¿es suficiente ese pago por transferencia para que la gente use tarjetas de pago, débito o crédito?

Como pasa siempre con estas cosas, el régimen comunista quiere imponer mediante resoluciones, comportamientos económicos que no existen en la realidad y a resultas de ello, en lugar de lograr el objetivo, se acaba encontrando con el más absoluto rechazo de los agentes económicos a las medidas impuestas. 

Esta vez va a ocurrir lo mismo, por mucho que la prensa estatal se lance a apoyar la campaña. Los comunistas cubanos no se acaban de enterar que antes de imponer un marco legal de obligado cumplimiento, hay que tomarse un instante para ver si lo que se quiere regular ya existe en la realidad. Ellos no. Se tiran al charco sin agua y luego se estrellan. La Resolución 123/2022 del Banco Central de Cuba (BCC) va a ser un buen ejemplo.

La norma es de contenido redundante y por decir, dice cosas que ya son sabidas. Por ejemplo, es conocido de todos que la facultad del Banco Central es “ejercer la regulación y vigilancia de los sistemas de pago del país y dictar las reglas de funcionamiento, con el objeto de asegurar que funcionen de manera eficiente, dentro de niveles de seguridad adecuados para los participantes y el público en general”. Pero ¿realmente se dedica a ello o es solo papel sobre papel? ¿Existe algún estudio que revele la eficiencia del Banco Centra en este aseguramiento del buen funcionamiento de los sistemas de pago? Yo no los conozco.

La relevancia de la tarjeta en sus distintas modalidades, que la resolución ha abierto al máximo, debería basarse en un conocimiento previo de qué porcentaje de cubanos utiliza ese medio de pago y, sobre todo, qué segmentos de la sociedad y yendo un poco más lejos, para qué usan la tarjeta. Y más importante aún, habría que investigar el estado de la tecnología bancaria que permite realizar operaciones con el dinero de plástico. Así nadie se llevaría sorpresas.

La resolución se refiere de forma sorprendente a “los participantes que actúen con licencia como emisores, centros de procesamiento de transacciones de pago, y adquirentes de tarjetas de pago” como si se quisiera trasmitir la idea de que además de los bancos pueden existir otros que emitan tarjetas. Se puede estar provocando una auténtica proliferación de dinero de plástico que acabe generando más problemas que soluciones. El procedimiento es, además, simple, si se tienen en cuenta otros estándares dentro del régimen comunista cubano.

En ese sentido, la preocupación por la prevención y detección de operaciones en el enfrentamiento al lavado de activos, al financiamiento, al terrorismo, a la proliferación de armas y al movimiento de capitales ilícitos de la que alardea el régimen se debería extender a todo tipo de operaciones bancarias y no solo a las tarjetas.

Este será un proceso a seguir en el tiempo, porque apenas acaba de empezar. El objetivo de bancarizar la economía de los comunistas cubanos tropieza con el lógico y justificado temor de los ciudadanos al sistema bancario, y lo que aun es peor, la escasa tradición de las relaciones de los cubanos con sus bancos. Una tradición que quedó rota en 1959 con las confiscaciones y expropiaciones de fondos, depósitos y todo tipo de operaciones financieras de los cubanos en los bancos que había en Cuba entonces. Querer borrar todo eso de un plumazo, como si no hubiera ocurrido, no será fácil. Aun quedamos muchos para recordar aquel episodio oscuro de nuestra historia.

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