La señora Bejarano y el control interno de las empresas estatales socialistas

Elías Amor Bravo economista

Las empresas estatales cubanas no salen de una para entrar en otra. Pasan más tiempo recibiendo órdenes, ejecutándolas y sometidos a control que produciendo con eficiencia y generando riqueza, que es a lo que se deben dedicar. Y ahora, por si no fuera bastante con esos reclamos del régimen para que sean el núcleo del sistema económico, llega la inefable señora Bejarano con sus célebres, Comprobaciones Nacionales al Control Interno. En el peor momento posible.

Y para no ser menos, este año no se ha escatimado en gastos y se han escogido 305 entidades del sistema empresarial de todas las provincias(alrededor del 30% de las empresas) y se anuncia la participación de más de 2.000 auditores, de los que casi mil serán estudiantes universitarios de carreras afines y expertos. Menuda la que viene encima. ¿Quedará tiempo para trabajar, producir, gestionar? Luego se preguntan por qué las empresas estatales cubanas no pueden conseguir sus objetivos.

La Contralora Bejarano vuelve a las suyas y se pone al frente de una operación de ámbito nacional, que será ejecutada desde el 19 de septiembre al 31 de octubre, días en los que esta mujer, volverá a ser todopoderosa dentro del régimen y del partido, al caer en sus manos la responsabilidad directa de la ejecución de la XIV Comprobación Nacional al Control Interno, realizando auditorías de cumplimiento de la muestra de entidades seleccionadas.

Al margen de la relevancia de las cifras cuantitativas que se han anunciado a bombo y platillo, o de la importancia relativa que el régimen otorga a esta práctica de investigación y chequeo de las empresas estatales, realizada por  la Contraloría, es evidente que para saber qué ocurre con las empresas y obtener información sobre sus estados financieros y cumplimientos de la norma, las auditorias son un instrumento ampliamente extendido en todos los países.

De hecho, es una profesión desempeñada por profesionales externos a las empresas que bien, a título personal, o agrupados en sociedades, prestan los servicios obteniendo un pago por ellos. En todo caso, la auditoría exige independencia del auditor con respecto a la empresa que se somete a la evaluación, y para ello, se facilita toda la información solicitada que, una vez analizada, recibe el diagnóstico profesional en función de lo que se analiza (las cuentas, la gestión, los procesos, etc).

Mucho nos tememos que lo que Bejerano anuncia en Cuba ahora, en su XIV edición, tiene poco o nada que ver con las prácticas internacionales de auditoría empresarial. La denominada comprobación nacional apareció en tiempos de cambios en la economía cubana que, en muchos casos, se quedaron por el camino, y realmente, de aquel aquél impulso inicial queda hoy muy poco, salvo cumplir con el expediente. 

Lo que en su momento se anunció como una gran operación para descubrir bolsas de ineficiencia y mala gestión que pudieran ser corregidas por medio de las medidas adecuadas, se ha acabado convirtiendo, pandemia de por medio, en una práctica aburrida, molesta, poco gratificante y de un nivel relativamente bajo en función de las expectativas.

Si algo sobra de todo este proceso, es épica y lenguaje enfático de la prensa oficial, cuando Granma dice que “los auditores y todos los integrantes del Sistema Nacional de Auditoría, al enfrentar los desafíos como un solo equipo, están decididos a contribuir al perfeccionamiento de la empresa estatal socialista, que tanto lo requiere el desarrollo del país”.

Bien, ¿puede alguien citar algún resultado, tan solo uno, de las 13 comprobaciones anteriores que haya servido para mejorar en algo el funcionamiento de las empresas estatales socialistas? Es que, además, transcurrido  este tiempo, muchas de las empresas del régimen han entrado en situación de insolvencia tras la aplicación de la tarea ordenamiento, y lo que es aún peor, siguen ahí, sin ninguna esperanza de mejora.

Se anuncia que “el objetivo de las auditorías será evaluar la aplicación y el impacto de las medidas adoptadas por el gobierno, con el objetivo de contribuir al fortalecimiento de la empresa estatal socialista; incluyendo la gestión de las que producen bienes y servicios para la exportación, así como en la sustitución de importaciones, y las indicaciones generales para verificar las asignaciones de liquidez y el empleo del combustible”. Pues ojalá acierten. 

Les recomiendo que se centren en la tarea ordenamiento y arranquen de ahí. Lo demás ha sido sobrevenido, porque las empresas estatales malviven desde entonces, y ahí se encuentra la mayor parte de los problemas que tienen. Su debilidad estructural, incapacidad para producir con rentabilidad, para sustituir importaciones o exportar procede de un modelo económico obsoleto y fracasado, que los dirigentes comunistas se afanan en mantener cuando no tiene futuro alguno. Pero claro, a ver cómo la Contraloría puede alzar su voz en estas condiciones y, sobre todo, qué sentido tiene para la señora Bejarano perder su relevante puesto en un enfrenamiento con sus compañeros de régimen/partido.

Este tipo de consideraciones hace de la comprobación nacional de control interno una práctica absurda, una pérdida de tiempo, de dinero y de esfuerzo de las muchas que, cada año, se realizan en ese régimen, gastos y más gastos, que desequilibran las cuentas e impiden realizar una gestión eficiente. Y que además, llega en un momento especialmente complicado, con la inflación en aumento, la falta de electricidad y las dificultades financieras.

La señora Bejerano ha vuelto a incorpora a estudiantes universitarios al “abnegado trabajo de los auditores y supervisores” como dice Granma. En principio, como práctica laboral no está mal, si luego esos estudiantes pudieran establecerse como profesionales independientes de auditoría y ofrecer sus servicios a todo tipo de empresas. Mucho nos tememos que el catálogo de ocupaciones del trabajo por cuenta propia no incluye a este tipo de profesionales que, por otra parte, lo que aprenden en la comprobación nacional de la señora Bejarano les sirve de bien poco para realizar la misma tarea en España o República Dominicana, donde las prácticas de auditoria empresarial van  por otros derroteros. 

Una lástima porque podría ser una magnífica opción para el desarrollo de un proyecto de vida más allá de las fronteras de la Isla. Todo un proceso que resulta en una mentira inútil, un mero expediente más que se tiene que rellenar, incluso cuando la señora Bejarano califica la comprobación nacional de control como una tarea “de carácter preventivo y educativo” miente y ella lo sabe. Más de un dirigente empresarial ha acabado mal, aunque siempre encuentran a todo el mundo una salida. En todo caso, ahora vienen tiempos complicados y difíciles para las empresas estatales socialistas y ponerse a trabajar en la tarea de control no deja de ser una majadería comunista más. Tal vez deberían haberlo dejado para otro momento.

 

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