A vueltas con el fracaso de la inversión extranjera en Cuba

Elías Amor Bravo economista

Los comunistas cubanos han fracasado de forma estrepitosa con la inversión extranjera. Se equivocaron al creer que una ley intervencionista y nada garantista de los derechos de propiedad, iba a servir para promover las inversiones. Se equivocaron con la zona especial del Mariel, que ni ha sido especial, ni nada parecido. Se equivocaron con los dispositivos para la contratación de la mano de obra, el diseño de las empresas mixtas o la ausencia de financiación. Se equivocaron en todo, y por ello, el fracaso. Y ahora, en Granma, se publica un artículo titulado “Echarle una mano” a la industria y economía nacionales con la inversión extranjera. ¿No será al cuello para matarla definitivamente?

Ni poniendo al servicio de la inversión extranjera la infraestructura nacional que sigue siendo de titularidad estatal, se podrá superar un bache que tiene su explicación en el deseo de aplicar el modelo comunista al capital extranjero, una pretensión errónea que no tiene ni pies ni cabeza. El inversor extranjero quiere libertad para decidir qué hacer con su dinero. Las manos del estado, cuanto más lejos, mejor. Esto es algo que el régimen comunista cubano no puede entender, y así les va.

En contra de lo que se afirma en Granma, los analistas destacan que el marco de la inversión extranjera en Cuba sigue sin experimentar los cambios necesarios para lograr su incremento, y que las decisiones recientes del régimen han pasado sin pena ni gloria, porque no atienden al núcleo del problema, sino que con ellas, el estado comunista pretende dar solución a problemas críticos que arrojan a la economía cubana a una situación de extrema debilidad, como la comida o la electricidad, y en estas cuestiones, el capital extranjero parece tener escaso interés.

Desde el régimen se pretende que el capital extranjero entre a operar en la distribución mayorista, pero esto tropieza con el marco jurídico existente en el país, por un lado, que no garantiza el ejercicio de esta actividad sometida a un control por parte del régimen, y de otro, para qué dedicarse a la distribución  cuando el problema es que no hay productos o bienes suficientes. 

Los dos vectores apuntan a un escenario en que por mucho que las autoridades lo intenten, no lograrán ese distribuidor extranjero que aporte tecnología, experiencia y cambie de forma radical el paisaje comercial gris de la economía comunista. La casa no se construye empezando por el tejado, sino por sólidos cimientos. Por mucho que el ministro Gil trate en e Hotel Nacional, de convencer a representantes de embajadas, empresarios nacionales y extranjeros, así como funcionarios de los organismos de la administración central del Estado, sabe que esta iniciativa no llegará muy lejos, y en todo caso, si se produce, tendrá un socio sometido a las decisiones comunistas que tarde o temprano abandone el negocio.   

De igual modo, Gil reivindicó el nuevo escenario según el cual, actualmente tanto el sector privado como el estatal tienen una demanda de recursos para producir que se está respaldando con importaciones, lo que significa un espacio para la participación del capital foráneo en el comercio mayorista. Pero en esto tampoco dijo la verdad, ya que mientras unos, el sector estatal, acceden a los cambios a la tasa de la tarea ordenamiento 1X24 otros, los no estatales, deben acostumbrarse a la semi oficial, de 1X130 o recurrir a los mercados informales, a 1X150 y subiendo.

Gil afirmó que el país dispone de una infraestructura que está por encima de los niveles de producción, y esto es falso, a tenor de los resultados de 2021, pero no conforme con ello, se negó a aceptar la obsolescencia tecnológica de numerosos sectores y empresas en azúcar, electricidad, manufactura, transportes, etc. El ministro se equivoca al decir estas cosas, y el inversor extranjero está atento a todo ello a la hora de tomar decisiones. No es extraño que otros países del Caribe, como República Dominicana, se beneficien de este agujero negro del castrismo, que pretende atrapar a inversores desprevenidos para que coloquen su capital en almacenes o fábricas cuyo coste de reactivación es mucho más elevado que ponerlos en funcionamiento a partir de cero. Véase si no, la estimación de 255 millones de dólares para poner al día el sector eléctrico.  

Las prisas nunca han sido buenas consejeras de la decisiones de política económica. En realidad, atraer el capital extranjero a Cuba simplemente exige otro modelo, otra estructura económica, otro marco jurídico y eso no se transforma de la noche a la mañana. Dar vueltas en el círculo vicioso, no lleva a ningún sitio.

Por ello, cuando el ministro declara estar dispuesto “a poner a disposición de la inversión extranjera la infraestructura nacional” debería aclarar cómo pretende hacerlo, en términos de qué modelo, con qué instrumentos y en qué plazos, porque dicho así, en términos abiertos, no va a conseguir atraer a nadie, sino todo lo contrario, a espantar al capital extranjero.  Los ingresos perdidos en divisas en el país, que son más de 3 mil millones en un periodo muy corto, nunca llegarán en el marco actual de las inversiones extranjeras.

El ministro abandona la idea de que los inversores internacionales desplieguen sus estructuras para producir y generar empleo en Cuba, viendo que eso es imposible, y por ello, ahora quiere facilitar a los extranjeros que traigan productos al país, aprovechando su experiencia, sus facilidades financieras, su tecnología y que para ello, se aprovechen de las infraestructuras estatales comunistas. Ni con esas lo van a lograr. Ni en el comercio mayorista, ni mucho menos en el minorista. Hay muchos países que atender primero, con mercados promisorios. Cuba se queda atrás en esta competición internacional y los cubanos, cada vez peor.

Como ocurre siempre en estos foros empresarial, como el celebrado en el Hotel Nacional, los ministros participan en la road movie para presentar oportunidades de negocio a los extranjeros que luego, cuando se estudian con detalla, acaban en nada. Las cinco propuestas ofrecidas por el director de comercio exterior de La Habana, Luis Carlos Góngora, sorprendieron a los asistentes. Primero, la posibilidad de producción y comercialización mayorista y minorista de bienes de consumo e intermedios en la capital, que cuentan con alta demanda, asociados a la actividad de panificación y repostería, producciones artesanales e industriales de caramelos y otras confituras, así como al procesamiento y conservación de los alimentos.

Destacó que hay mercado para ello, por el creciente número de micro, pequeñas y medianas empresas que se dedican a estas actividades, además de que esos productos y materias primas son de amplio uso doméstico, en la alimentación familiar, lo que justifica también un mercado minorista. Y entre los productos a comercializar, mencionó, el azúcar, sal, harinas, además de mezclas específicas, harinas sin gluten, envases y embalajes, grasas, aceites, levaduras, colorantes, entre otras materias primas.

El director de negocios del ministerio de industrias, Tomás Oviedo propuso varias áreas para la inversión extranjera, por ejemplo, la comercialización de neumáticos, artículos de goma, además de insumos y equipamientos relacionados con estas producciones. La propuesta estaría en la modalidad de empresa comercializadora mayorista y la oportunidad se encuentra en la propia alta demanda no satisfecha, con clientes potenciales como el propio ministerio, el Mintrans, el sector de la construcción o cualquier otro ramo de la economía poseedor de transporte automotriz.

Desde la industria química, se habló de la creación de una entidad mayorista que comercialice vidrios planos y artículos de este material, insumos y equipamientos para las respectivas fábricas y satisfacer las exigencias de ese mercado, adquirir nuevas tecnologías para el desarrollo de esta industria, así como recuperar y aprovechar al máximo las capacidades ya instaladas.

En materia de agricultura, se propuso desarrollar una cadena de tiendas mayoristas y minoristas, no menos de cinco, para ofertar variedad de productos e insumos con alcance nacional, con respaldo en los almacenes mayoristas. Esta propuesta vendría avalada por una alta demanda por el sector de las materias primas, útiles, herramientas y accesorios, entre otros, y como otra potencialidad agregó la existencia de capacidades logísticas subutilizadas, con una red de establecimientos que se encuentran desabastecidos.

La pregunta que aparece de toda esta enumeración de oportunidades es la misma, ¿por qué esto no se hace por los propios cubanos y se tiene que recurrir al capital extranjero? O lo que es más importante, ¿por qué no lo hace el estado con sus empresas estatales?

Por otro lado, abundó en varias condiciones y garantías con las que se operan como, por ejemplo la Ventanilla Única, creada para acompañar a los inversionistas y facilitarles todo el proceso.

Los dirigentes castristas han tirado la toalla, conscientes de que el modelo comunista no da para más, salvo para resaltar boberías intervencionistas como la cartera de oportunidades o la ventanilla única. Hablan de un ambiente más favorable para la inversión extranjera, pero no se dan cuenta de que los tiempos que corren, a causa de una grave crisis económica mundial provocada por el socio de Cuba, Putin, traerá consigo un hundimiento de los mercados y de la financiación. Es lamentable ver que los dirigentes cubanos van a buscar inversiones cuando más complicado puede resultar. Siempre nadando a contra corriente. 

Ni siquiera dejando que los negocios puedan operar en divisas, lo que supone alejarlos de la realidad de un mercado interno débil y cada vez más fraccionado, lograr interesar a algún inversor extranjero. Nadie se fía de este tipo de decisiones que, en cualquier momento en que cambien las condiciones de la economía, se da marcha atrás y se acabó. Esa falta de garantías es lo que preocupa a muchos inversores.

La eterna burocracia es igualmente un espanta inversores, por ello, cuando se anunció la flexibilidad de los requisitos para presentar las propuestas, la reducción del contenido de la documentación que hoy se exige para sus aprobaciones, alguien se alegró, pero la tristeza volvió a caer cuando se vio que los papeles exigidos siguen siendo los mismos y que la multiplicidad de interlocutores vuelve a arrojar sombras de duda.

Para acabar, nadie dijo al ministro Gil y sus colegas que para atraer capital foráneo para las oportunidades de negocios en los sectores de la economía hay que hacer algo primero, y que es muy importante. Y eso es pagar las deudas. De esta cuestión nadie de los asistentes dijo nada. Es un asunto molesto para quienes llevan dos años sin pagar al Club de Paris y a otros acreedores. Y así, con esa data de impagos, quieren atraer inversiones. Mal, muy mal lo tienen.

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