A propósito de las cooperativas cubanas: jugando con fuego
Elías Amor Bravo economista
Los comunistas cubanos, desde los primeros tiempos de Fidel Castro, nunca aceptaron de buen grado el fenómeno del movimiento cooperativo, al que nunca otorgaron el espacio merecido que debía tener, sobre todo en el sector agropecuario.
El origen del cooperativismo en Cuba tras la revolución fue precario. Los pocos agricultores que retuvieron pequeñas parcelas de tierra en propiedad, tras las transformaciones estructurales de la llamada “reforma agraria”, entendieron que el cooperativismo podía ser determinante de la eficacia productiva de sus tierras.
Y así surgió en la Isla comunista un sistema de cooperativas pequeñas, de implantación local, que pronto cayó bajo control político del régimen por medio de la ANAP. Enseguida los dirigentes comunistas se situaron al frente de estas cooperativas y cualquier posibilidad de desarrollo, crecimiento o mejora de estas entidades, cayó en el olvido. Durante más de 50 años, el sector cooperativo cubano era lo más parecido a una iniciativa privada en el desierto intervencionista marxista, y por eso, nunca consiguió despegar.
Sesenta años después, el modelo económico existente en la Isla sigue sin dar acomodo al movimiento cooperativo, que mantiene una lucha por ocupar posiciones de poder, pero sin éxito. Y ahora, a los dirigentes comunistas se les ha ocurrido que el cooperativismo además de orientarse a producir alimentos y bienes y servicios tiene que dedicarse a una tarea participativa que llaman “transformación comunitaria”, y a tal fin, “debe tener un enfoque humanista y de responsabilidad social con el entorno”. Desgraciadamente, mucho nos tememos que, con eso, acabarán dando la puntilla mortal al sector.
Esa idea hilarante de que las cooperativas atiendan a la transformación comunitaria y que sean responsables con el entorno, surgió precisamente durante la segunda jornada del XIV Encuentro Internacional de Economistas sobre Globalización y Problemas del Desarrollo, que se está celebrando estos días en el Palacio de Convenciones de La Habana. Los colegas quieren, pero no pueden. Saben que el modelo económico es inservible, y soslayan proponer su sustitución, pero luego se dedican a estos juegos florales que no llevan a ningún sitio porque solo sirven a los que dirigen el país y rechazan cualquier cambio real. No se debe esperar que ningún dirigente adormecido con estos mensajes vaya a tomar partido para que las cooperativas produzcan más y sirvan a los intereses de la población.
El proyecto de Apoyo a la Intercooperación Agropecuaria (Apocoop) citado por la prensa estatal, establece una ruta “para fortalecer el desarrollo de la agricultura y la responsabilidad social de las cooperativas con su entorno” y tiene presencia activa en cuatro provincias del país –Artemisa, Sancti Spíritus, Las Tunas y Guantánamo–, beneficiando a una población de más de un millón de habitantes, de la que son mujeres el 46 %. La pregunta es inmediata: ¿alguien de esas cuatro provincias ha visto mejorada su dieta alimentaria con el Apocoop? ¿Se come más y mejor? Sería bueno obtener esa información, porque en caso contrario, volvemos al debate sobre los medios o los fines, que tanto gusta a los comunistas, pero que no sirve para producir más y mejor, que es lo que necesita el país.
Este Apocoop ha servido para ingresar, dicen, cerca de un millón de pesos, que se ha destinado a “mejorar las condiciones de vida de las comunidades en las que se encuentran ubicadas, principalmente con la rehabilitación de espacios de servicios básicos y en la concreción del autoabastecimiento alimentario local”.
La pregunta inmediata es ¿Y qué pasa con la necesaria capitalización de las cooperativas para poder invertir más y mejor, y seguir creciendo? ¿Se esfuma en "ayudas"? Conviene recordar que nada es gratis, y que si un grupo de trabajadores se vinculan para promover una cooperativa su objetivo es mejorar su situación económica y social, es decir, ganar dinero y que su proyecto sea rentable. Imaginemos lo que puede ocurrir si el dirigente comunista local les dice que de eso nada, porque el dinero se tiene que destinar a la responsabilidad social y comunitaria. Cuando los cooperativistas vean que dos años seguidos pasa eso, se acabó la cooperativa y todos para casa. Y luego hablan del bloqueo de Estados Unidos, cuando el verdadero bloqueo es interno.
También se habló de promover “otros marcos normativos que conduzcan el camino del cooperativismo, y al fomento de cooperativas de segundo grado con facultades para diversificar sus actividades”. Como se desconoce de qué marco normativo hablan, en estos casos es mejor dejar las cosas como están antes de lanzarse a cambios que pueden acabar dando peores resultados. Me parece que los representantes de cooperativas de México o República Dominicana asistentes al evento se llevaron una impresión bastante objetiva de la realidad cotidiana de la Isla, por si hubiera alguna duda, lo mismo que los empresarios que visitan ferias y certámenes internacionales en la Isla, pero nunca vuelven. Los dirigentes comunistas no tienen remedio. Ya ni se fían de las cooperativas. Las quieren sumisas y obedientes. Juegan con fuego.
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