La separación entre economía e instituciones científicas en Cuba: un ejemplo
Una vez más, nos llegan noticias de Cuba que vienen a poner de manifiesto la notable separación que existe entre el poder político (que lógicamente manipula los medios de información, y trata la noticia de acuerdo con sus intereses) y la realidad social existente en el país.
Se afirma que una sociedad está bien gobernada cuando sus dirigentes son capaces de optimizar sus potencialidades con los recursos propios. La experiencia de la globalización nos enseña que no necesariamente las naciones con más petróleo o recursos naturales son las que ganan la partida. Venezuela es un buen ejemplo del fracaso.
Por el contrario, la inversión en educación y formación proporciona notables beneficios, pero siempre que ello se corresponda con un entorno favorable a la actividad económica privada y a los emprendedores.
El régimen castrista nos proporciona un ejemplo de libro para entender las consecuencias negativas de la disociación entre un grupo de poder, ideológicamente poderoso, pero poco eficiente en sus políticas, el comunismo castrista, y una sociedad vital, potente y creativa, como la cubana.
Y el ejemplo nos lo proporciona un artículo en Granma en el que se hace referencia a la reciente distinción Pergamino de Honor, que la división HABITAT de las Naciones Unidas otorgó al Centro de Investigación y Desarrollo de Estructuras y Materiales (CIDEM), de la Universidad Central Martha Abreu de Las Villas, por su contribución al campo de la vivienda en Cuba y el resto del mundo.
Vaya por delante, mi felicitación a este centro de investigación. No me cabe duda de la competencia de sus miembros y del alcance de sus trabajos, más aun cuando recibe un premio de una institución prestigiosa de Naciones Unidas. Pero,¿existe alguna aplicación directa de sus trabajos a la realidad económica y social de Cuba?
Cualquier observador independiente de la realidad del patrimonio de vivienda de los cubanos en la actualidad, no puede menos que pensar que este premio, aún cuando resulte merecido, no tiene una aplicación directa en la sociedad cubana. Más bien, todo lo contrario.
Por mucho que el CIDEM haya sido juzgado por un comité científico independiente y valorado de forma unánime por los miembros integrantes del mismo, el alcance de sus propuestas, al menos en Cuba, es bastante limitado o de un componente más teórico que práctico.
No sólo las viviendas en Cuba se caen por la falta de mantenimiento y de materiales que la economía es incapaz de producir, si no que existe un déficit estimado de medio millón de casas para atender las necesidades básicas de la población.
La imagen de familias compartiendo un espacio limitado en edificios derruidos en centro Habana, el destrozo y la erosión del patrimonio urbanístico existente antes de 1959, la escasez de inversiones en infraestructuras, son aspectos que modelan la imagen que se transmite al exterior de Cuba, y desde luego, es la foto que los turistas se llevan a sus países de origen cuando dan un pequeño paseo fuera de las zonas reservadas para ellos. Situación que, por otra parte, se observa en muchos otros países del tercer mundo, pero que a diferencia del régimen castrista, no consumen recursos en una propaganda para presentarse ante el resto de naciones como la vanguardia de no se sabe bien qué.
Parece que la labor premiada del CIDEM se ha dirigido a valorar sus actuaciones en materia de “solución de los problemas de la vivienda, de forma especial, de aquellos provocados por desastres naturales, además de fomentar el desarrollo y mejoramiento de asentamientos humanos y la calidad de la vida urbana”.
Lo dicho, no parece que el jurado haya dado alguna vuelta por la Isla, para comprobar el estado lamentable de la vivienda y de la calidad de vida urbana, en cualquier caso, el premio ha podido estar justificado. Nadie dice lo contrario, pero lo que no me cabe duda es que el poder político, el castrismo, no presta la menor atención a los trabajos que realiza esta institución, y mucho me temo, que ignora el alcance de sus propuestas.
Producción con tecnologías sostenibles (sin duda, inexistentes en Cuba), ecomateriales (habría que preguntarse a qué coste) y los proyectos de gran impacto social (de los que en Cuba, ciertamente, con uno de los porcentajes de inversión pública en el PIB más bajos de América Latina, se conocen muy pocos).
Una vez más, y como sucede en otros muchos campos de la I+D cubana, parece ser que los activos principales de CIDEM forman parte de esos “intercambios” revolucionarios con los que el régimen lanza su política hacia otros países del tercer mundo.
Al parecer, mientras que en Cuba poco o casi nada se hace en esta materia, el instituto premiado por Naciones Unidas “ha logrado implementar un modelo alternativo y descentralizado de producción de materiales, —idea extendida a varios países en vías de desarrollo— a través del cual se pueden atenuar los problemas de la vivienda a escala de municipio; proyecto implementado hasta la fecha en 48 territorios, para beneficio de más de 4 000 familias cada año”. ¿De dónde, de Cuba, de otros países?
Quiero lanzar un mensaje optimista. Cuando el modelo económico existente en la Isla cambie, contar con este tipo de infraestructuras, como el CIDEM siempre será positivo, si aparecen recursos económicos que puedan financiar de forma estable y sostenible, sus actividades, lo que seguro sucederá. La distinción, Pergamino de Oro, tal vez sea de las más prestigiosas que se entregan por la ONU en el área de los asentamientos humanos en el mundo, pero el régimen castrista a lo suyo y a desaprovechar el verdadero potencial de la sociedad cubana. Así le han ido las cosas durante medio siglo, y aspiran a seguir igual.
Tomado de: www.miscelaneasdecuba.net
Se afirma que una sociedad está bien gobernada cuando sus dirigentes son capaces de optimizar sus potencialidades con los recursos propios. La experiencia de la globalización nos enseña que no necesariamente las naciones con más petróleo o recursos naturales son las que ganan la partida. Venezuela es un buen ejemplo del fracaso.
Por el contrario, la inversión en educación y formación proporciona notables beneficios, pero siempre que ello se corresponda con un entorno favorable a la actividad económica privada y a los emprendedores.
El régimen castrista nos proporciona un ejemplo de libro para entender las consecuencias negativas de la disociación entre un grupo de poder, ideológicamente poderoso, pero poco eficiente en sus políticas, el comunismo castrista, y una sociedad vital, potente y creativa, como la cubana.
Y el ejemplo nos lo proporciona un artículo en Granma en el que se hace referencia a la reciente distinción Pergamino de Honor, que la división HABITAT de las Naciones Unidas otorgó al Centro de Investigación y Desarrollo de Estructuras y Materiales (CIDEM), de la Universidad Central Martha Abreu de Las Villas, por su contribución al campo de la vivienda en Cuba y el resto del mundo.
Vaya por delante, mi felicitación a este centro de investigación. No me cabe duda de la competencia de sus miembros y del alcance de sus trabajos, más aun cuando recibe un premio de una institución prestigiosa de Naciones Unidas. Pero,¿existe alguna aplicación directa de sus trabajos a la realidad económica y social de Cuba?
Cualquier observador independiente de la realidad del patrimonio de vivienda de los cubanos en la actualidad, no puede menos que pensar que este premio, aún cuando resulte merecido, no tiene una aplicación directa en la sociedad cubana. Más bien, todo lo contrario.
Por mucho que el CIDEM haya sido juzgado por un comité científico independiente y valorado de forma unánime por los miembros integrantes del mismo, el alcance de sus propuestas, al menos en Cuba, es bastante limitado o de un componente más teórico que práctico.
No sólo las viviendas en Cuba se caen por la falta de mantenimiento y de materiales que la economía es incapaz de producir, si no que existe un déficit estimado de medio millón de casas para atender las necesidades básicas de la población.
La imagen de familias compartiendo un espacio limitado en edificios derruidos en centro Habana, el destrozo y la erosión del patrimonio urbanístico existente antes de 1959, la escasez de inversiones en infraestructuras, son aspectos que modelan la imagen que se transmite al exterior de Cuba, y desde luego, es la foto que los turistas se llevan a sus países de origen cuando dan un pequeño paseo fuera de las zonas reservadas para ellos. Situación que, por otra parte, se observa en muchos otros países del tercer mundo, pero que a diferencia del régimen castrista, no consumen recursos en una propaganda para presentarse ante el resto de naciones como la vanguardia de no se sabe bien qué.
Parece que la labor premiada del CIDEM se ha dirigido a valorar sus actuaciones en materia de “solución de los problemas de la vivienda, de forma especial, de aquellos provocados por desastres naturales, además de fomentar el desarrollo y mejoramiento de asentamientos humanos y la calidad de la vida urbana”.
Lo dicho, no parece que el jurado haya dado alguna vuelta por la Isla, para comprobar el estado lamentable de la vivienda y de la calidad de vida urbana, en cualquier caso, el premio ha podido estar justificado. Nadie dice lo contrario, pero lo que no me cabe duda es que el poder político, el castrismo, no presta la menor atención a los trabajos que realiza esta institución, y mucho me temo, que ignora el alcance de sus propuestas.
Producción con tecnologías sostenibles (sin duda, inexistentes en Cuba), ecomateriales (habría que preguntarse a qué coste) y los proyectos de gran impacto social (de los que en Cuba, ciertamente, con uno de los porcentajes de inversión pública en el PIB más bajos de América Latina, se conocen muy pocos).
Una vez más, y como sucede en otros muchos campos de la I+D cubana, parece ser que los activos principales de CIDEM forman parte de esos “intercambios” revolucionarios con los que el régimen lanza su política hacia otros países del tercer mundo.
Al parecer, mientras que en Cuba poco o casi nada se hace en esta materia, el instituto premiado por Naciones Unidas “ha logrado implementar un modelo alternativo y descentralizado de producción de materiales, —idea extendida a varios países en vías de desarrollo— a través del cual se pueden atenuar los problemas de la vivienda a escala de municipio; proyecto implementado hasta la fecha en 48 territorios, para beneficio de más de 4 000 familias cada año”. ¿De dónde, de Cuba, de otros países?
Quiero lanzar un mensaje optimista. Cuando el modelo económico existente en la Isla cambie, contar con este tipo de infraestructuras, como el CIDEM siempre será positivo, si aparecen recursos económicos que puedan financiar de forma estable y sostenible, sus actividades, lo que seguro sucederá. La distinción, Pergamino de Oro, tal vez sea de las más prestigiosas que se entregan por la ONU en el área de los asentamientos humanos en el mundo, pero el régimen castrista a lo suyo y a desaprovechar el verdadero potencial de la sociedad cubana. Así le han ido las cosas durante medio siglo, y aspiran a seguir igual.
Tomado de: www.miscelaneasdecuba.net
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