A propósito de las relaciones económicas entre España y Cuba
Elías Amor Bravo, economista
No cabe la menor duda. Las relaciones
entre España y Cuba no se adaptan a las que se podrían calificar
como “normales” en el ámbito internacional. El antiguo
presidente del PP, Manuel Fraga, las denominaba “relaciones de
familia”. Tal vez haya algo de cierto en ello. Un ejemplo ha sido
la firma el pasado lunes 2 de noviembre del acuerdo de
restructuración de la deuda a corto plazo que mantiene Cuba con
España desde comienzos de siglo. Una deuda que asciende a 201,5
millones de euros y que se va a pagar con el seguro de crédito a la
exportación que tiene cobertura oficial del gobierno español, a
través de CESCE, una entidad gestionada por cuenta del Estado. Todo
queda en casa.
Se supone que cuando el comercio
exterior entre dos países es superavitario para uno de ellos (España
tiene un saldo favorable y abultado con Cuba, el único positivo en
América Latina) el resultado debe ser una entrada de capital
similar; el país que obtiene ventaja del comercio debe, igualmente,
recibir recursos del otro. Si durante muchos años, ese desequilibrio
en las cuentas se va asumiendo y trasladando al futuro, la deuda
crece y llega a ser asfixiante para las empresas que esperan cobrar
lo vendido o prestado. En tales condiciones, cuando el comercio no
puede ser equilibrado, el pago de la deuda es fundamental.
El acuerdo con las autoridades cubanas
ha supuesto condonar la totalidad de los intereses de demora y parte
del principal de la deuda. Ha llegado un momento, después de más de
15 años, que el gobierno español ha tenido que intervenir para
ayudar a sus empresas a salvar parte del naufragio. Pienso cuán
distinto sería si España mantuviera de manera continua déficit con
un determinado país en sus relaciones comerciales. La posibilidad de
obtener crédito sería limitada. La condonación de deuda,
improbable.
Sin embargo, todo es posible con el
régimen castrista. La operación se ha cerrado con una
reestructuración de los pagos de la deuda residual a un plazo de 10
años; y tres años de gracia para el pago de cuotas de amortización
del principal. El proceso de condonación se ha formalizado, por un
lado, de manera directa y de otro, por medio de un programa de
conversión de deuda, que implica la creación de un fondo de
contravalor en pesos cubanos para financiar proyectos priorizados por
el Gobierno cubano y acordados por ambas partes. Tal vez este segundo
acápite sea el más controvertido en términos de relaciones
económicas porque todos saben que el peso cubano, en cuanto se
produzca la unificación monetaria, se verá sujeto a tensiones
difíciles de controlar.
El compromiso, que tiene un marcado
carácter “político”, ha sido resultado de las conversaciones al
más alto nivel, que comenzaron en julio pasado en Madrid, y ha sido
ratificado por el vicepresidente de Cuba, Ricardo Cabrisas, y el
ministro de Economía y Competitividad de España, Luis de Guindos,
con la mirada complaciente de otro ministro español, el canario
Soria, todos ellos del PP.
Los analistas han comenzado a sacar
conclusiones del acuerdo. Para algunos, la renegociación de la deuda
y la firma de otros acuerdos en materia comercial y de I+D+i, van a
permitir al gobierno español fomentar relaciones económicas y
comerciales con el régimen castrista, aprovechando una supuesta
mayor apertura de la economía a la inversión extranjera. De hecho,
Malmierca lo dijo, al señalar ante los empresarios que los cubanos
son "personas agradecidas" y piensan recompensar a "los
amigos" que les han ayudado en el pasado, "sobre todo a las
pymes que han estado cincuenta años con nosotros y es muy difícil
reemplazarlas por otras" ¿Qué más pruebas de la relación? Sobran comentarios.
Otros analistas insisten en que la
condonación española se inscribe en la política de perdón de la
abultada deuda del régimen castrista con diversos países, el último
Uruguay, pero también México o Rusia, que pretende dar a la
economía castrista un alivio financiero que debería servir para
profundizar las relaciones y aumentar la financiación de proyectos.
Sin duda, el acuerdo de este verano,
por el cuál Raúl Castro aceptaba renegociar con los 16 países
acreedores, integrados en el Club de París, la devolución de la
cantidad adeudada, que se cifró en 15.000 millones de dólares (unos
13.700 millones de euros), está en el origen de estos movimientos
conciliadores. Algo a lo que se había negado de forma sistemática
su hermano, Fidel Castro, pero que la racionalidad operativa de Raúl
se ha encargado de corregir, si bien muy tarde. Conviene recordar que
según algunas estimaciones, España mantiene aún una deuda con Cuba
de 535,6 millones de dólares, pero algunos cálculos sitúan los
intereses y los recargos de demora en cinco veces más el monto de la
deuda total.
Detrás de esta ceremonia oficial, no
cabe duda que el objetivo de las autoridades castristas es atrapar
más y más inversiones de empresas españolas en Cuba. Lo han
señalado de forma expresa, aceptando incluso la participación en
jornadas organizadas por la CEOE, los representantes de la patronal
con los dirigentes del paraíso socialista.
El ministro de Comercio Exterior e
Inversión Extranjera de Cuba, Malmierca
volvió a presentar a los empresarios españoles una nueva “Cartera
de proyectos de inversión” con un total de 246 que el régimen
quiere lanzar con el apoyo de la inversión extranjera para captar ni
más ni menos que 8.710 millones de dólares (7.950 millones de
euros). La Cartera, que sigue siendo la única opción en materia de
inversión para los extranjeros en Cuba, limitando así las opciones
de libertad de los empresarios con su dinero sometida a los intereses
del régimen, apuesta por el turismo, como viene siendo habitual,
pero también, por las infraestructuras, transportes y
telecomunicaciones, el sector de las energías renovables, para que
Cuba, según los planes oficiales del gobierno, pase del actual 4 %
hasta el 24 % en 2030. Siempre con el apoyo del capital extranjero y
con el régimen de socio mayoritario.
También se ofreció a los empresarios
españoles el Mariel, que cuenta con un marco regulatorio propio, un
sistema de “ventanilla única” para facilitar la tramitación de
licencias y un proceso ágil para aprobar proyectos, lo que pone en
entredicho de forma evidente, el resto de la política de atracción
de inversiones extranjeras en el país. Hasta la fecha, solo siete
proyectos se han aprobado en el Mariel, una cifra inferior a la
planificada, y desde luego, insuficiente para dar rentabilidad a las
inversiones acometidas por Brasil en la zona.
Los empresarios españoles se juegan
mucho en Cuba. Ya lo vienen haciendo desde hace tiempo. Los que
perdieron todas sus propiedades y posesiones con la llegada de la
revolución en 1959, lo saben bien. No es fácil entenderse con los Castro.
El “escenario estimulante” y “favorable abanico”, del que
hablan algunos dirigentes empresariales españoles, con origen en la ignorancia o en ese deseo de mantener con Cuba "relaciones de familia", se puede convertir
en una auténtica pesadilla, por la falta de garantías y la ausencia
de un marco jurídico para el respeto de los derechos de propiedad y
la libertad en la economía castrista.
Si de veras se quieren reforzar las
relaciones bilaterales entre los dos países, existen otras vías
alternativas. Condonar una deuda a quién no asume sus
responsabilidades de pago en los plazos establecidos, suele traer más problemas a medio y largo plazo.
Uno de ellos es la consecuencia directa de ese comportamiento. Lo
único que tengo que hacer es no pagar y esperar. Se tiende a pensar, que ya volverán a
condonar la deuda en otra ocasión. No es la vía correcta, al menos
para quién se ve obligado a aceptar las condiciones de quién no
paga. La realidad es que las empresas españolas que realmente
tengan interés en invertir en Cuba y lo quieran hacer con proyectos
sólidos y rentables, tendrán que descontar en sus planes los retrasos en los pagos
y la necesidad de recurrir a la vía oficial, al final de mucho tiempo, del seguro de crédito a la
exportación, como única garantía de hacer efectiva la liquidez.
Tal vez no sea la mejor forma de abrir y fortalecer relaciones
comerciales. La Unión Europea posiblemente tenga que decir algo. Ya veremos.
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