El movimiento sindical cubano en manos del ejército

Elías Amor Bravo, economista

Ulises Guilarte de Nacimiento, miembro del Comité Central del Partido y secretario general de la CTC, dijo en sus palabras finales en el Pleno número 98 del Consejo Nacional de la organización que el “mayor aporte que el movimiento sindical pueda hacer al país es poner a flote las reservas que tiene la economía para asegurar el sostenido crecimiento de los niveles de actividad”.

Falso. No es verdad que esa sea la misión de un sindicato.

Los trabajadores, cuando se organizan para defender sus intereses, tienen que reivindicar sus derechos y dejarse de perder el tiempo, como quiere la CTC castrista, en analizar “incrementos (...) materiales, no porcentuales, que en muchas ocasiones los trabajadores no entienden”. Pero ¿de qué están hablando? ¿Con qué clase de monsergas y boberías se pretende mantener maniatados a los trabajadores cubanos?

Claro que sí. Los trabajadores si que entienden de sus derechos de libre asociación, de expresión, de recibir salarios nominales dignos, de ejercer la negociación colectiva y de conseguir una formación y elección libre de ocupación y oficio. De eso entienden los trabajadores, y esos objetivos no pueden ser conculcados por otros, mareando la perdiz. Ese fue el origen del nacimiento del movimiento sindical cubano, y uno de sus atributos más importantes. Todo eso, por desgracia, también se ha perdido.

Los dirigentes sindicalistas del régimen castrista se ocultan históricamente en los parapetos de la demagogia interclasista de mediados de siglo pasado, sin entender que el mundo ha cambiado y que el ámbito de las relaciones laborales, también. En Cuba, donde el régimen se esfuerza por permanecer alejado de las tendencias de modernidad económica que sacuden al mundo occidental, hasta los cuenta propistas van a plantear exigencias en un plazo no muy lejano, a las que no será posible dar solución con el marco legal actual de relaciones laborales. Pero nadie está pensando en ello, y en la CTC andan discurriendo sobre cómo se reparten unas presuntas riquezas que llevan años esperando.

Si de veras el movimiento sindical castrista quiere representar a los trabajadores debe situar en un segundo plano su obsesión con los elementos organizativos y de control burocrático, a los que dedica mucho esfuerzo y energía, y asumir que los trabajadores cubanos necesitan libertad, independencia del estado y partido único, nuevas vías de expresión y de elección basadas en los esquemas que existen en otros países. Que la demagogia del “todo resuelto” ha pasado a mejor vida, y que se hace necesario apostar por otro tipo de iniciativa en el ámbito de las relaciones laborales.

¿Y eso es posible? Por supuesto que si, para ello hay que alejar al ejército castrista de la organización sindical. Esa convergencia de militares y trabajadores, que he denunciado en trabajos anteriores, es incomprensible, y no se atiene a razón o justificación alguna. Los militares a lo suyo, y los trabajadores a reivindicar sus derechos. Ningún trabajador cubano tiene en este siglo que estar preocupado o dirigido por “la defensa de la seguridad e integridad territorial”, porque esas amenazas obsesivas del régimen castrista ni se han producido ni tendrán lugar, como se ha encargado de confirmar el paso de los años, y de las mismas se desperdicia una energía y concentración de recursos que en muchos casos, sirve de muy poco.

En ese sentido, me parece un insulto que en una actividad sindical alguien pueda estar hablando de una presunta actualización de la política para la contribución a los gastos de la defensa, en el denominado “Mi aporte a la Patria”, que el régimen pretende imponer a partir del año 2016. Lastrar a las organizaciones sindicales con consignas militares no hace otra cosa que postergar al movimiento laboral cubano, separarlo del existente en la mayoría de países del mundo y reforzar un penoso corporativismo que va a ejercer, no me cabe la menor duda, influencias muy negativas sobre, por ejemplo, los inversores extranjeros que se vayan a establecer en el país al hilo de las actuales reformas, y que se van a tropezar con esa curiosa alianza entre ejército y sindicato único en las empresas y organizaciones. Desde luego, un consorcio alto improbable en otros países y que genera no pocas dudas a los que se interesan por el funcionamiento de la economía cubana.

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