Dando tumbos en la producción de café

Elías Amor Bravo, economista

Una información publicada en Granma anuncia la entrega de 193 fincas para la producción de café en lo que va de año en Guantánamo, segunda productora nacional detrás de Santiago de Cuba. El procedimiento que siguen las autoridades se basa en lo establecido en la Resolución 300, es decir, las tierras se entregan en usufructo, una fórmula que el régimen ha establecido en el marco de las reformas raulistas, para impedir el arraigo de los derechos de propiedad en el campo cubano. La información se hace eco que las tierras han sido entregadas a partir de mayo, mes en que se aprobó, igualmente por las autoridades, un sustantivo incremento del precio de acopio al productor.

Me hace gracia que decisiones que, en líneas generales producen resultados eficientes con el juego libre de la oferta y la demanda, en Cuba necesiten de resoluciones ministeriales y acuerdos de fijación de precios por las autoridades. Así, por mucho que se empeñen, no van a ir muy lejos. La historia del café en Cuba es bien conocida. Se trata de otra de las producciones que la desidia estalinista revolucionaria, acabó por hacer desaparecer de los campos del Oriente cubano.

Ahora, las autoridades quieren dar reconocimiento al café, sobre todo por sus posibilidades de exportación. A tal fin se pretende incentivar la recuperación de la producción, por medio de lo que califican como “rescate de las fincas perdidas y fomento de nuevas áreas”. Una vez más, detrás de esas “fincas perdidas” existen derechos de propiedad de antiguos cafetaleros que fueron confiscados, alguno de cuyos descendientes me honro en conocer y ser su amigo. La historia de la economía cubana destrozada por un régimen que se mueve en la cuerda floja.

El problema de la tierra en Cuba es realmente alarmante. No sólo los bajos niveles de ocupación de las mismas, reflejados en la estadística oficial, sino la perversa distribución de las parcelas existentes. Combinando la información de la superficie de cultivo con el número de unidades, y dividiendo la primera por la segunda, en cada una de las categorías, Estatal, UBPC, CPA y CCS y otros, se obtienen resultados que confirman por qué la agricultura no puede avanzar con el modelo que rige la economía durante más de medio siglo.

Los resultados antes descritos son los siguientes (superficie en hectáreas por unidades de explotación en cada categoría),

Estatal: 4.483 Hectáreas
UBPC: 973 Hectáreas
CPA: 570 Hectáreas
CCS y Otros: 839 Hectáreas

De ese modo, mientras que la superficie de cultivo que permanece bajo control estatal directo representa el 30% del total, las dimensiones medias de las explotaciones son muy superiores al del resto de formas jurídicas, y desde luego, casi 4 veces más que la media, situada en 1.093 Hectáreas.

Resulta que la tierra más improductiva, la más abandonada, la que menos rentabilidad permite obtener y la que resulta peor gestionada, es, al mismo tiempo, la que presenta una escala de producción mayor, lo que permitiría obtener rendimientos de escala más elevados. Por el contrario, las otras formas de propiedad existentes (sobre las que recae el control y la intervención estatal de forma directa) presentan unas dimensiones medias inferiores.

¿Quién dijo que el régimen no tiene recursos económicos para funcionar? Por supuesto que sí. La respuesta está en esos dos millones de Hectáreas propiedad del estado en unas 413 explotaciones, con la dimensión media antes descrita de casi 4.500 Hectáreas por unidad. Todo ese potencial productivo inerte. Esperando una desamortización o una restitución que, simplemente no llegan. Y mientras tanto, celebran con entusiasmo que se entreguen 430 Hectáreas para café en Guantánamo, con una superficie media de 3,6 Hectáreas. Así, desde luego, poco podrá avanzar la agricultura cubana.

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