¿Cuba destino turístico de paz?

Elías Amor Bravo economista

Pero ¿Cómo se puede hablar de “destino turístico de paz” en Cuba? ¿De qué paz? Acaso la que imponen a golpes y vejaciones los comités de defensa de la revolución y los paramilitares con sus bates de béisbol, o la seguridad del estado amenazando a los opositores y disidentes. O enviándolos a prisión solo por manifestarse pacíficamente. Acaso es la paz que supone cerrar los servicios de una delegación de prensa extranjera para que no pueda informar.

¿De qué paz hablan los comunistas cubanos cuando salarios y pensiones no llegan a fin de mes, las interminables colas se reproducen en toda la isla por la falta de alimentos o se tiene que afrontar un futuro sin perspectiva alguna de mejora? No. No hay paz en Cuba, y no la puede haber mientras haya un régimen comunista empeñado en eliminar la pluralidad que se abre camino en la sociedad. 

Mientras este régimen apueste por un modelo económico y social que está desacreditado y que es incapaz de satisfacer las necesidades básicas de la población, no habrá paz en Cuba. Pero ¿Cómo se puede hablar de paz cuando nadie está seguro, y los dirigentes de la nación están decididos a mantener un clima de represión sobre los ciudadanos para sobrevivir a duras penas?

Este paisaje caótico es el que van a descubrir los turistas que lleguen a Cuba buscando la paz. No hay turismo de paz posible mientras que los cubanos no puedan elegir libremente lo que quieran ser, mientras no se respeten los derechos de propiedad privada y, desde el régimen se juegue a la división y el enfrentamiento, con los peores socios políticos internacionales. 

El turista que viaje a Cuba debe ser consciente que cuando está disfrutando de una piña colada en un hotel, millones de cubanos no tienen acceso a esa bebida porque hace décadas que desapareció la piña y el ron que se vende en las bodegas es tan malo que no sirve para el cóctel. Y debe saber que, mientras que en el resort no le faltará de nada, hay miles de ancianos viviendo en casas semiderruidas en La Habana vieja que esa noche solo podrán tomar un cocimiento de hojas de naranjo. Y debe saber que, en esa falsa paz que dice Marrero que existe en el destino turístico de Cuba, hay personas que al tener acceso a dólares o euros pueden vivir mucho mejor que aquellos que solo cobran sus salarios o pensiones en pesos cubanos, que es la moneda nacional de curso legal.

El turista que visite Cuba a partir de hoy debe saber que eso es lo que hay debajo del iceberg, y que él o ella, estarán solo viendo la punta superior, la que flota por encima del agua, pero que por debajo hay una serie de injusticias sociales, de violencia, represión, cárcel, hostigamiento por parte de los comunistas a la población, que han logrado que el aire que se respira en la isla esté envenenado. 

No será muy difícil para el turista comprometido observar esta situación, con tal de que abandone el confort de su resort en las playas paradisíacas de la cayería norte, y visite alguna población de la realidad cubana. Entonces, verá qué paz existe en Cuba, la paz de las calles desconchadas, la agricultura abandonada, las viviendas derruidas, las industrias paradas, los apagones, la falta de todo tipo de alimentos y servicios y unos precios que le sorprenderán. En definitiva, la paz de los derrotados por un poder totalitario, vengativo y que solo desea perpetuarse a cualquier precio.   

Ahora que Díaz Canel, Marrero y demás se preparan para recaudar los ingresos del turismo para las vacías arcas del estado, poniendo en marcha la industria turística que ha estado casi dos años parada, viene bien observar qué estrategias están preparando las principales cadenas hoteleras internacionales que operan en la Isla, en su mayoría españolas. Existe preocupación, sin duda alguna, porque los resultados no sean tan optimistas como cree el régimen. 

Muchas de las medidas adoptadas para hacer atractivo el turismo a Cuba tropiezan con el hecho de que otros destinos del Caribe, como República Dominicana, Cancún o Costa Rica, han mantenido muy buenos resultados en los últimos meses, por lo que las agencias de viajes tendrán más facilidad para comercializar paquetes a estos destinos. Cómo funcione a partir de ahora Cuba será una incógnita, y más aun con este tipo de mensajes de los dirigentes cubanos de “destino turístico de paz”, que hacen pensar al viajero que en la isla puede estar ocurriendo justo lo contrario.

Las autoridades han puesto toda la carne en el asador, con las transformaciones y mejoras acometidas en instalaciones hoteleras, extrahoteleras y en la infraestructura turística que se han comido buena parte del presupuesto de inversiones estatales que podrían haberse destinado a otras necesidades de los cubanos. También las medidas higiénico-sanitarias, con la vacunación contra el COVID-19, las acciones en todos los puntos de entrada al país, y la vigilancia epidemiológica por personal especializado.

La cuestión es si todo esto es realmente necesario, observando la experiencia de otros destinos del Caribe que han tenido mejores resultados. Por otra parte, que lleguen más vuelos al aeropuerto internacional José Martí tampoco puede ser indicador de nada, si los aviones llegan vacíos, como puede ocurrir hasta que no se enderecen las tendencias, si es que lo hacen. 

Hasta la celebración de eventos anunciados, como la 3ª edición de la Bolsa turística Destinos Gaviota 2021 en Cayo Santamaría de Jardines del Rey del 7 al 12 de diciembre, o la IV Cumbre Iberoamericana de Turismo Accesible entre el 15 y el 17 de diciembre próximo en el Hotel Nacional de Cuba, a la que asistirán prestadores de servicios, organismos públicos, universidades, usuarios y otros involucrados en este sector, podrán servir para estimular la llegada de viajeros.

¿Y si todo esto fallase? ¿Y si los turistas siguen sin llegar, o llegan en menor cuantía? No pasa nada, ya hay un guion oficial preparado para echar la culpa, como siempre, al “arreciamiento del bloqueo económico, comercial y financiero del gobierno de Estados Unidos contra el pueblo cubano” y vuelta a empezar. La apuesta es alta. El régimen necesita como sea los ingresos del turismo para seguir gastando sin parar, las cadenas hoteleras facturar para aumentar la gestión y repatriar beneficios a las casas matrices con la venia del Banco Central, los pequeños negocios de trabajadores por cuenta propia, sobrevivir.

La cuestión es si este modelo estatal, intervencionista, arrogante y controlador en exceso, puede dar los resultados que busca. Sabido es lo que le costó a Fidel Castro abrir las puertas del negocio hotelero a comienzos de los años 90. Las hemerotecas nos recuerdan aquellas ruedas de prensa patéticas en las que explicaba las razones que, según él, justificaban que a los cubanos no se les permitiera entrar en los hoteles internacionales. 

No se equivocaba. Los problemas subsisten porque 30 años después de aquello, los cubanos que cobran sus sueldos o pensiones en pesos tienen muy difícil comprar un paquete turístico en un hotel de la cayería. Es imposible. Hasta en eso, el destino turístico de Marrero y Díaz Canel no es pacífico. Sigue excluyendo a los suyos, excepto, eso sí, los que tengan dólares.

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