Cambios en la dirección de las cooperativas, ¿para qué?


 

Elías Amor Bravo, Economista

Una escueta nota en la portada de Granma nos lleva a la noticia. Y dice textualmente, “El Pleno del Comité Nacional de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), efectuado el 30 de septiembre del 2012, acordó liberar a Orlando Lugo Fonte como su presidente”.

La destitución de Lugo, que no es otra cosa lo sucedido, es un acontecimiento relevante, si se tiene en cuenta que este dirigente lo ha sido de la ANAP, al mismo tiempo que del Consejo de Estado, durante casi 25 años continuos. Incluso en el régimen castrista, donde los espacios temporales parecen más cortos que en ningún otro sistema político, cinco lustros es tiempo más que suficiente para cualquier dirección de una organización.

Esa especial combinación entre dirigencia de organizaciones sociales y la pertenencia a los órganos institucionales del Estado, es otra de las características que se producen en los sistemas autocráticos en los que el poder segmenta sus parcelas en un intento de mantener su statu quo inalterable a lo largo del tiempo.

La dirección de la ANAP durante 25 años es tiempo más que suficiente para obtener algunas conclusiones sobre los éxitos o fracasos de Lugo. El Pleno que aprobó su destitución, con presencia del vicepresidente Machado Ventura, al parecer, no escatimó en elogios y reconocimientos a la labor desempeñada por el dirigente reemplazado.

Con datos de la Oficina Nacional de Estadística de Cuba, Lugo se marcha en un momento especialmente controvertido, si se analizan los resultados de los últimos  seis años.

En 2005, existían en Cuba 6.931 cooperativas, en su mayoría agrícolas. Esa cifra se ha reducido en 2010 a 6.253. Es decir, casi un 10% han pasado a mejor vida durante la dirección de Lugo.  En ese mismo período, el número total de organizaciones productivas de la economía, incluyendo al sector presupuestado, ha descendido solo un 7%, lo que indica que las cooperativas han experimentado una evolución mucho más negativa que el conjunto.

Otro dato significativo se refiere al empleo generado. Las cooperativas representaban a 242.100 trabajadores en 2007, y en 2010, esta cifra se ha reducido a 217.000, un 10,3%. Ahora la comparación con el empleo total es, si cabe, más negativa, ya que el conjunto de los puestos de trabajo ha registrado un crecimiento  del 2% en el mismo período.

Lo cierto es que, a la vista de estos resultados, no creo que los miembros de la ANAP tengan mucho que agradecer a quién ha sido su máximo representante. Es posible que su “ejemplar consagración” se haya dedicado a otras cuestiones, si se tiene en cuenta que el sector cooperativo agrícola sigue teniendo un carácter minifundista, apenas alcanza el 6% de la superficie total, y a pesar de los enunciados oficiales de los “Lineamientos” y demás, sigue presentando una imagen poco desarrollada, marginal e inadecuada para los objetivos de una economía eficiente y competitiva.

Cabría preguntarse cuál es la razón de esta deficiente situación del sector cooperativista agrícola. En los países donde las cooperativas existen, su actividad es muy eficiente, resisten muy bien los ciclos económicos y generan riqueza y empleo para los socios y sus familias.

¿Por qué en la economía castrista ocurre lo contrario? La respuesta, como sucede en otros casos, se tiene que situar en el ámbito político e institucional. No es posible dirigir la economía con criterios marxistas y estalinistas del siglo pasado, que apuestan por la eliminación de la propiedad privada, el castigo a la generación y acumulación de rentas, y la imposición de la planificación central como instrumento de asignación de recursos. Las consignas comunistas, desde hace muchos años, han pasado a mejor vida en la mayoría de países del mundo. Si a las cooperativas agrícolas cubanas se les permitiera funcionar libremente como lo que son, empresas privadas de trabajadores, la situación sería muy distinta. Por lo tanto, es urgente y necesario desplazar a la dirigencia partidista de las unidades de producción y dejar que sean los técnicos los que adopten las decisiones más adecuadas.

Ahora dicen que el cargo de Lugo pasará a ser ocupado por  Félix González Viego, quien desde hace más de dos años ejerce como vicepresidente de dicha organización, y por tanto cabe atribuir, igualmente, los resultados que antes se han presentado. Es muy escueta la nota de Granma, señalando que  “tiene 50 años de edad, es licenciado en Economía y ha ocupado diferentes responsabilidades administrativas y políticas en la provincia de Villa Clara, donde asumió durante ocho años el cargo de Presidente del Comité Provincial de la ANAP”.

Vamos a ver por dónde empieza González. Tiene, como siempre ocurre en estos casos, los 100 días que todo gestor dispone para mostrar que apuesta decididamente por superar los obstáculos y fijar un modelo distinto. Ya le hemos dado algunas pistas. Tal vez en el castrismo, donde los plazos se alargan innecesariamente, sea conveniente ofrecerle al menos 200 días. No importa. Vamos a seguir sus decisiones, y trataremos de ayudarle a ir en la dirección más adecuada para que el sector cooperativo rompa los lazos que lo atenazan e impiden evolucionar hacia la eficiencia y la competitividad.

Tomado de: Miscelanea de Cuba, 1 de octubre de 2012

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