¿Pero es que acabó la guerra fría?



Elías Amor Bravo, Economista

Hay muchos indicadores que confirman que el régimen castrista permanece alejado de la realidad, sueña con quimeras de tiempos pasados y piensa que el mundo, por desgracia para ellos, es el mismo que el que existía en los años 60.

Pero nada es igual. Y los 50 años transcurridos desde entonces, han cambiado tanto la faz de la tierra que el castrismo, y sus instrumentos de propaganda, nada pueden hacer para tratar de recomponer un escenario en el que se veían reconfortados, con escaso éxito.

Todos los días, aparecen en el diario Granma artículos y reseñas de aquel período oscuro de la historia, denominado “guerra fría” en el que el comunismo intentó por la violencia de las armas, la represión y la eliminación sistemática de los demócratas, establecer un sistema político y de control denominado “telón de acero”, como instrumento de ofensiva al bloque de naciones democráticas occidentales.

Con motivo de la crisis de los misiles en la que Fidel Castro arriesgó la vida de millones de inocentes por intentar ganar apoyos soviéticos a cualquier coste, estos días se están produciendo numerosos recuerdos de aquella época, en los que se incide en la pervivencia de la guerra fría. Así es como se expresa un artículo de Aliana Nieves en Granma titulado, ¿Quién dice que acabó la guerra fría?

Tu pregunta, Aliana, tiene respuesta. Acabó hace 23 años cuando una tarde, los berlineses del este, convertidos obligatoriamente al comunismo por la URSS, decidieron poner fin a una experiencia negativa de su historia, y saltaron el muro, en el que años antes las tropas de la Alemania del este bajo la dirección criminal de Enver Hoxa habían asesinado a miles de ciudadanos que intentaban escapar del absurdo comunista.

Por supuesto que en octubre de 1962 sí que existía la “guerra fría”. En concreto, en Cuba, Fidel Castro había estado organizando una operación a escondidas con los mandatarios de la URSS para amenazar con armas nucleares a EEUU y a la mayoría de países de América Latina. Gracias a la vigilancia de aviones espías estadounidenses se pudo conocer la existencia de la operación, y con la fuerza moral y la dignidad del presidente Kennedy doblegar aquel pulso de fuerza en el que, Fidel Castro, instigador de la operación, quedó mal ante el mundo, ante los rusos y ante cualquiera en su sano juicio.

Estoy de acuerdo que fue el momento más próximo a una guerra nuclear que ha vivido la humanidad, y no conviene olvidar de quién partió la iniciativa. Aquello ya pasó. Posiblemente, tu generación no había nacido. Yo tenía solo tres años.

Por eso, no puedo estar de acuerdo en que medio siglo después permanezcan los factores que provocaron aquella crisis. Es posible que en la mente desquiciada de alguien que se debata entre la vida y la muerte se pueda albergar esa idea retorcida. Sobre todo cuando ese alguien, cada vez que recupera el sentido de la realidad, tal vez por instantes, observa que sus sueños  no se han hecho realidad y que el mundo actual es muy distinto de la orgía belicosa de los años de la “guerra fría” en la que se sintió tan a gusto.

No existe el menor interés por país alguno, incluido EEUU, por extender zonas de influencia política, cuando en el mundo en que vivimos actualmente es mucho más importante el poder económico. Eso se resume en variables como la competitividad, la eficacia, la productividad y la capacidad para producir bienes y servicios que tengan demanda en los mercados mundiales. Observar la experiencia de los países asiáticos, llamados “dragones”, que hace veinte años se encontraban subdesarrollados, y actualmente se sitúan entre las primeras naciones del Mundo. Milagros como China o Vietnam, tan lejanos a lo que sucede en Cuba, son buenos ejemplos de las “zonas de influencia”.

Ya no hace falta levantar “telones de acero” geográficos e ideológicos, ni realizar comercio de pajarera como en el CAME, ni tampoco intercambios bilaterales, porque la globalización ha cambiado, por suerte, todo eso. El desarrollo y el subdesarrollo no son compartimentos estancos, y nunca antes, la economía mundial ha experimentado cambios estructurales tan relevantes como en nuestro tiempo. Echar un vistazo a las previsiones de crecimiento por países del FMI y contemplar donde se registran las tasas más elevadas, es un buen ejercicio,

Y de forma más concreta, ni a Putin le interesa el regreso a la “guerra fría”, ni a Obama o su eventual sucesor, ni a la Unión Europea, ni a China, ni a ninguno de los países BRIC. Estamos en una época distinta, y debemos asumir que nada volverá a ser igual. Los gastos en armamento a nivel mundial no hacen más que disminuir en términos reales, y en su lugar, la industria se ha debido orientar a sistemas y mecanismos de seguridad y prevención de los delitos contra propiedades y personas, en una clara orientación a los clientes individuales. Por no haber, ni siquiera aparecen conflictos bélicos tribales o regionales, salvo casos concretos en países en los que se lucha por la libertad y la democracia.

Nadie quiera atacar militarmente a nadie, nadie quiere conflictos bélicos. Ahora, esas cuestiones se dilucidan en los mercados y en la economía mundial. Y por desgracia, la economía castrista no está preparada para ese tipo de retos, y lo que es peor, trata de recurrir a las viejas fórmulas de trueque y comercio de pajarera, escudándose en un pretendido falso embargo en el que ya nadie cree. La realidad es que en aquello que Cuba es atractiva a nivel global, turismo, biotecnología, minería, no existe embargo alguno y las cifras se pueden calificar como positivas.

En tales condiciones, podemos dormir tranquilos. Los esfuerzos de la humanidad en los últimos años por sentar las bases de la convivencia en paz han sido realmente importantes. Pienso que nunca antes en la historia, los niveles de entendimiento entre los países y bloques de naciones han sido tan notables. Por abundar más aun en la cuestión, dudo mucho que el mundo se pueda identificar en la actualidad con los polos que caracterizaron a los años de la “guerra fría”. Desaparecido el telón de acero, y la ideología política que lo sostenía, a quién en su sano juicio le puede interesar mantener el debate antagónico, cuando no existe razón alguna para ello.

Los cubanos que viven en la Isla, y perciben el 100% de la información a través de medios empeñados en distorsionar la realidad, deben saber que nada es igual. Que todo ha cambiado. Que de la “guerra fría” nadie se acuerda. Que lo verdaderamente importante en el siglo XXI es la libertad, la democracia, el respeto a los derechos humanos y que cada día, más y más naciones, se integren al sistema democrático plural que es el único capaz de garantizar cotas crecientes de bienestar y prosperidad a todos. Si se tuviera que hacer un análisis de la importancia que los dos candidatos a la presidencia de EEUU, Obama y Romney, otorgan a estos temas, se podría comprobar que han dedicado menos del 1% del tiempo de sus debates y declaraciones a hablar de ello. Lo que más les preocupa es la economía, el empleo, las clases medias y la prosperidad. Eso es lo que nos dejó la “guerra fría” y lo que no vamos a perder.



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