La política de captación de inversiones extranjeras del régimen castrista en el punto de mira
Elías Amor Bravo, economista
En los últimos días, varios
medios se han hecho eco de una pretendida estrategia del régimen castrista para
atraer inversiones extranjeras a la Isla, ante la inminente pérdida de las
subvenciones y gratuidades procedentes de la economía venezolana. Como si se
tratase de una “road movie” al uso, autoridades del régimen se han lanzado a
una búsqueda alocada de inversores como si el tiempo para hacerlo se estuviera
agotando.
Desde hace tiempo, vengo
señalando que los empresarios privados que realizan inversiones en Cuba se ven
obligados, en general, a aceptar unas condiciones para el desarrollo de sus
proyectos que no se corresponden, en líneas generales, con las que se
establecen por el derecho internacional en la mayor parte de países del mundo. Ello
supone un riesgo elevado que se suma a la falta de oportunidades concretas para
la realización de las inversiones.
El riesgo viene motivado por la
naturaleza estalinista del régimen, anclado en un sistema que penaliza la
institución de los derechos de propiedad y la asignación de recursos por medio
del mercado. El intervencionismo estatal se sustituye por una suerte de
dirigismo que trata de fijar cuáles deben ser los ámbitos de actuación del
inversor privado internacional.
El régimen que dirige la vida y
el destino de los cubanos quiere imponer su criterio sobre la decisión libre del
empresario extranjero, exigiendo una contraparte en los negocios que se
orientan a desarrollar actividades en la Isla. Una suerte de socialismo
capitalista y monopolista, en el que las razones para invertir se reducen de
forma sistemática.
En el universo de la economía
global de este siglo XXI, no es una mala estrategia apostar por la captación de
inversiones extranjeras. De hecho, la modernización de una economía, su
apertura al exterior, su competitividad, su capacidad para generar empleo y
riqueza, depende en buena medida del éxito de esa política de atracción de
inversores internacionales.
Pero, ¿qué puede ofrecer el
régimen castrista a los inversores internacionales?
¿Tal vez recursos naturales?
Difícil. En ausencia de metales preciosos, petróleo, silvicultura, pesca, lo
que se puede poner a disposición de los inversores es limitado. La tierra,
altamente improductiva por la desidia gubernamental, es propiedad del estado.
¿Una demanda de consumo sólida y
en crecimiento? Cuestionable cuando el nivel salarial es muy bajo (unos 18 dólares
al mes) y los niveles de poder adquisitivo se mueven en índices también muy
limitados.
¿Altos niveles de productividad y
de I+D? Lo primero ya es conocido. La presencia paquidérmica de empresas
estatales ineficientes, abandonadas a su suerte por la dirección política del
país, no ofrece indicadores positivos de productividad y al parecer, el I+D se
encuentra localizado en aquellas actividades que el régimen protege de la
inversión extranjera.
¿Un sistema financiero y de
capitales consolidado? Nada más lejos de la realidad. La banca en la economía
castrista, hasta hace poco tiempo una actividad marginal y penalizada
políticamente, se encuentra a años luz de lo que debe ser un sistema financiero
compatible con el capital extranjero.
¿Infraestructuras atractivas y de
alto nivel de rentabilidad social? Cuestionable en un país en el que la
participación del gasto en formación bruta de capital fijo sobre el PIB apenas
alcanza un 9% uno de los porcentajes más bajos de América Latina.
¿Existen realmente oportunidades
para invertir en Cuba? Aun aceptando el engorroso y molesto papel de socio en
las inversiones por el estado castrista, lo cierto es que si se descuentan
determinadas actividades relativas a la biotecnología, la sanidad o el turismo,
poco tiene el castrismo que ofrecer a quién desee invertir con un horizonte de
medio y largo plazo, que es en mi opinión, el que se debe fomentar por el
régimen.
Por todo ello, cualquier acción
dirigida a atraer inversores a la economía castrista no es más que una de esas
actuaciones pantalla a las que nos tiene acostumbrados el régimen, un ejemplo
más del cumplimiento a rajatabla de los llamados “Lineamientos”. Nada más. De
la misma forma que se ensaya con una serie de ocupaciones para autorizar el
trabajo por cuenta propia, o se entregan tierras en arrendamiento a
agricultores, o se da vía libre a préstamos a los bancos, la búsqueda de
inversores extranjeros no es más que un expediente vacío de contenido cuyo
resultado no se puede anticipar, pero con toda seguridad, será bastante
deficiente. La realidad es que el control de la economía sigue en manos de la
planificación estatal, la propiedad mayoritaria sigue siendo estatal y la
dirección política es responsable de la economía. En un escenario de estas
características, invertir es poco recomendable.
Por si lo anterior no fuera
suficiente, el momento actual de crisis a nivel global en los mercados
financieros poco ayuda a quiénes se lanzan a buscar financiación, cuando tienen
contenciosos realmente importantes, sin solución, con entidades relevantes como
el Club de París, cuyas deudas siguen lastrando cualquier política de captación
de inversiones a nivel internacional. Los asesores financieros del régimen
castrista deberían insistir en el cumplimiento de sus responsabilidades antes
de hipotecar y mal vender los escasos recursos de la economía. La construcción
de cualquier vivienda nunca debe empezar por el tejado.
Tomado de Diario de Cuba, 14 de marzo de 2013
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