La prensa crítica con el régimen no puede existir en el castrismo
Elías Amor Bravo, economista
Sin
pluralidad política, no es posible pensar y actuar de forma
diferente. De manera similar a como se vienen enfocando los cambios
en la economía, el congreso de la UPEC cerró con el mismo mensaje
monolítico y totalitario, que no admite ni un milímetro de
separación de la doctrina oficial.
En estos términos se expresó el vicepresidente Díaz Canel, que “llamó a orientar
la prensa a los problemas de la población, que son también del
Partido y del Gobierno, y a trabajar siempre en busca de la belleza y
la riqueza espiritual, conjugar lo económico con los sentimientos,
con lo cultural, lo medioambiental, lo histórico, buscar calidad y
ética en todo lo que hacemos”.
Esa
perniciosa identificación entre estado, gobierno, partido y sistema
es lo que impide a Cuba avanzar, es la verdadera naturaleza del
embargo y del bloqueo que tiene secuestrada a la sociedad civil desde hace medio siglo. La
prensa es una actividad que nace precisamente para defender la
libertad de expresión. Nadie tiene derecho, desde el poder político, a determinar cuál debe ser su
orientación, ni si debe ser “bella” o de “riqueza
espiritual”. Este tipo de enunciados pertenecen a ideologías
trasnochadas de mediados de siglo pasado, que en absoluto convienen
ni a Cuba, ni a los cubanos.
Este
congreso de la UPEC, lo mismo que el de la ANAP y el de cualquier
organización social de las que existen en la Isla, completamente
penetradas por el régimen para ejercer su control, nos ha dejado
atónitos. No sólo por las frases de quién ostenta el segundo rango
de poder político en Cuba, sino porque muchas aspiraciones han
quedado claramente insatisfechas.
Por
ejemplo, ya me dirán qué podemos esperar de un grupo de trabajo que
se anuncia a “bombo y platillo” para diseñar una “política
comunicacional del Estado y del gobierno”, es decir, más
propaganda. Con ese tipo de grupos de trabajo, el perfeccionamiento
de la prensa para “lograr un socialismo próspero y sostenible”,
me parece que todo puede quedar en agua de borrajas. Una manera más
de ganar tiempo en un sistema político que avanza hacia su inexorable final.
No
hace falta trabajar mucho para saber que los problemas de
comunicación social y ordenamiento de sus normas jurídicas pasan
necesariamente por alterar el monopolio de poder y control que ejerce
el gobierno e impide que organizaciones de la sociedad civil
independiente, por ejemplo, la Iglesia católica, puedan ejercer
libremente sus derechos de información.
Tras
55 años de monopolio informativo, los cubanos necesitan saber lo que
ocurre en el mundo, sobre la base de una información verídica y
objetiva. Ahora que es más fácil salir del país, de lo que me
alegro sinceramente, los que eligen el camino de la emigración
necesitan saber qué es lo que realmente sucede en otros países. Y
mi criterio es que con informaciones como las que se publican a
diario en Granma o Juventud Rebelde, poco van a conseguir. Por otra parte, en el resto del mundo, necesitamos conocer la verdadera situación de Cuba, y no esa historia novelada en forma de gesta heroica que nos cuentan desde los medios oficiales a diario.
Más que
planificar y ordenar al sistema periodístico para 2014 convendría
que ese grupo asesor, “formado por destacados profesionales, y el
Observatorio de la prensa”, dieran entrada a los periodistas
independientes y los blogueros que están contribuyendo a dar a
conocer la auténtica realidad económica y social de la Isla, y no
ese cuento chino que reservan las páginas oficiales. Eso si que
es calidad en la información periodística: contar la verdad, responder a las necesidades de la demanda de los lectores, y no
ocultar hechos que pueden molestar al gobierno.
Lo
bueno de Díaz Canel es que en su discurso de combinan las
referencias positivas y las que emanan directamente de la cúpula
política castrista. Las primeras me gustan. Lo tengo que decir, como
cuando habló que para “mejorar
la prensa y hacerla mas virtuosa es el diálogo. Creo en la polémica,
en todo lo que podamos discutir, en un ambiente de respeto y
comprensión”. Es
la primera vez en muchos años que un dirigente castrista emplea la
palabra diálogo. Aunque entiendo que es diálogo entre ellos, y no con los
que piensan diferente. Es un camino.
Sin
embargo, su lado más oscuro llegó en el discurso al presentar los
trabajos de Rosa Míriam Elizalde y Raúl Garcés, la ortodoxia castrista, y ahí es donde se
perdió con alusiones a la contribución “de la prensa al proceso
revolucionario, orientada a los sentimientos y necesidades del
pueblo, que tiene como virtud haber denunciado las campañas
imperialistas, de los enemigos internos y externos, además de ser
una prensa latinoamericana y del tercer mundo”. Más o menos la misma retórica que podríamos encontrar en cualquiera de la miriada de discursos de Fidel Castro hace unos 50 años.
Y
sin más, la segunda autoridad del régimen castrista terminó con un diagnóstico que parece obtenido de la
actual realidad social y política de la Isla, aunque él
se refería evidentemente al extranjero. Y cito textualmente,
“estamos en un mundo lleno de mitos e hipocresía, en el que se
habla de democracia, de libertad de prensa, y nada de eso tiene
sentido en un mundo de hegemonismo, de espionaje, de amenazas de
guerra, de hambre, de analfabetismo”.
Bueno, lo podría haber dicho de otro modo, pero ahí queda. Ustedes me dirán.
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