Más conglomerados gigantes en la economía castrista
Elías Amor Bravo, economista
Un
paso adelante en la construcción de grandes monopolios dirigidos a
ejercer un control absoluto de la economía. En eso han quedado las
reformas raulistas. Ni libre empresa, ni mercado como instrumento de
asignación de recursos, ni derechos de propiedad para todos los
cubanos.
Por
el contrario, creación de grandes conglomerados empresariales
vinculados a los restos del Estado comunista y con una notable
relación de poder político y de seguridad del Estado. Ese es el
marco que preside el nacimiento de la nueva Organización Superior de
Dirección Empresarial, cuyo objetivo es, según informa Granma,
integrar a 12 empresas exportadoras e importadoras del país, bajo la
estricta dependencia del Ministerio de Comercio Exterior e Inversión
Extranjera.
Justo
lo contrario de lo que necesita la economía castrista para superar
su atraso secular. Al Grupo Empresarial de Comercio Exterior
(GECOMEX), creado por la Resolución no. 195 del 2013 del Ministro de
Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca, se
le encarga la dirección de la nueva estructura. Cambios para volver
al punto de partida, y sin atender las prioridades fundamentales.
Una
economía basada en monopolios y oligopolios, que mantiene fuera del
control de la propiedad de dichos grupos empresariales a la mayoría
de la población, reservando su poder y dirección a determinados
segmentos sociales. Exclusión frente a participación. Reserva de la
propiedad y control del capital más rentable para unos pocos.
Mantenimiento de una estructura piramidal en la economía que es
similar a la que se diseñó para el poder político hace más de
medio siglo. Nada nuevo bajo el sol.
Según
informa Granma, el nuevo gigante del comercio exterior, se encuentra
integrado por empresas como CUBAEXPORT, ALIMPORT, la exportadora de
azúcar y derivados CUBAZÚCAR, la importadora de químicos
QUIMIMPORT, y de materias primas, MAPRINTER, las distribuidoras de
equipos industriales y metales, MAQUIMPORT y METALCUBA,
respectivamente; la empresa ejecutora de donativos EMED; TRANSIMPORT,
que se encarga del abastecimiento y venta de equipos de transporte
pesado, la Empresa de Contratación de Asistencia Técnica
CUBATÉCNICA, la Empresa de Gestión Informática y las
Comunicaciones GESEI y la Empresa Comercializadora de artículos en
general CONSUMIMPORT. Casi nada. Díganme ¿qué se puede mover con
libertad en la economía castrista?
Imaginemos
una opción similar a esta en cualquier país del mundo. Parece
improbable. Poner a tanta gente bajo la subordinación de una
estructura de poder, con el máximo nivel jerárquico. Imposible. Lo
peor de todo, es que este tipo de iniciativas se valoran por el
régimen como parte de un “proceso de perfeccionamiento de la
Administración Central del Estado”, que según indican, va a
continuar, lo que anuncia nuevos procesos de concentración de poder
económico justo lo contrario a la libertad. Una cosa es que el
estado se reserve la regulación y el control de la economía, otra
es que lo ejerza directamente.
No
cabe duda que en un futuro democrático, la privatización de este
tipo de organizaciones no resultará fácil ni accesible. Pero será
necesaria y urgente. Lo más probable será su fraccionamiento en
trozos para garantizar la necesaria participación de capital
privado. No es bueno que un estado, el que sea, domine la economía
por medio de empresas y grupos empresariales bajo su tutela. En Cuba,
el raulismo se está empleando a fondo en ello. En los últimos
meses, por ejemplo, el régimen subordinó el Instituto de
Aeronáutica Civil al Ministerio de Transporte, sustituyó el
Ministerio del Azúcar por el grupo empresarial AZCUBA y creó la
Organización Superior de Dirección Empresarial BioCubaFarma, donde
quedaron integradas las empresas productoras de medicamentos y las
instituciones del Polo Científico de la Biotecnología. Por último,
eliminó la gestión empresarial del Ministerio de
Comunicaciones con la creación de dos nuevos grupos empresariales,
el de Correos y el de Informática y Comunicaciones.
Y
mientras tanto, en la economía real, la única que puede funcionar
realmente, los cuenta propistas, los arrendatarios de tierras y la población, en general, sufren para conseguir llegar, ya no sólo a fin de
mes, sino a la mitad. Al mismo tiempo, quedan marginados de estos procesos de
construcción de poder económico, en los que el guante blanco,
la estrategia política y la obediencia política,
son las claves que facilitan
la toma de posesión de las más altas responsabilidades. Cada
sistema político tiene su propia apuesta
de futuro. Lo tristemente
penoso en el caso de Cuba, es que una vez más, y como ha venido
siendo un rasgo histórico,
la mayor parte de la población se queda al margen. El futuro de la
economía cubana, al igual que sus libertades políticas, pasa porque
el estado pierda toda esa grasa que, al fin y al cabo, no es más que
un parapeto artificial para ganar tiempo. Ni es una opción viable ni
sostenible. Ya tendremos tiempo de explicar por qué.
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