¿Ajustando mecanismos o apretando tuercas?
Elías
Amor Bravo, economista
Una de cal y otra de arena. Así parecen desenvolverse las actuaciones que se vienen desarrollando en la economía castrista hacia los llamados “cuentapropistas”. A pesar de que fuentes oficiales cifran en 436.342 cubanos (menos del 4% de la población) los que han elegido esta vía para desarrollar sus vidas, lo cierto es que dificultades no les faltan. En Granma, lo ha dicho con claridad meridiana un asesor de la ministra de trabajo, “los principales cambios en la nueva legislación están relacionados, de manera general, con la necesidad de adicionar nuevas figuras, eliminar limitaciones en el ejercicio de algunas actividades, así como definir mejor la denominación y el alcance de cada una de ellas... En esencia, desplegar esta forma de empleo con orden y disciplina”.
Estas
declaraciones se producen en un momento en que el régimen ha
autorizado, y cito textualmente, “diez nuevas actividades y
comienzan a otorgarse autorizaciones para otras ocho que estaban
suspendidas, pues no se contaba con un mercado lícito para adquirir
las materias primas, equipos y otros insumos”.
¿Qué
actividades son? Enumero algunas: “chapas de acero y de aluminio,
recorterías de mármol, chatarra de aluminio y de bronce, barras,
tubos de diferentes formas, máquinas de pulir pisos y botellones de
oxígeno y acetileno”. Todo construcción, que se encuentra en uno
de sus momentos más bajos. Y además, no se autorizarán en todo el
país.
Además,
la idea de las autoridades es velar “por la procedencia lícita de
la materia prima utilizada en cada una de las actividades”. ¿Qué
quieren decir con ésto?
Al
parecer, el régimen califica como “deformaciones”, y emprende
una guerra para eliminarlas, determinados comportamientos mercantiles
que están en la esencia de cualquier negocio por cuenta propia. A
saber, cuando el proveedor elegido no es adecuado (porque no
suministra en plazo, precio y cantidad negociadas) se busca otro. Al
régimen, no le gusta este tipo de liberalidades, que califica como
“deformaciones”. Y así, carga contra “los productos comprados
en las tiendas para luego revenderlos, lo que ha generado constantes
opiniones entre la población que se queja del desabastecimiento y
los altos precios impuestos por los acaparadores”
Un
ejemplo, el que desarrolle una actividad por cuenta propia como
"Carretillero o vendedor de productos agrícolas en forma
ambulatoria", no podrá comercializar bienes importados. Del
mismo modo, el "Modista o sastre" y el "Productor o
vendedor de artículos varios de usos en el hogar", no podrán
vender mercancías adquiridas en la red comercial ni importados,
justificando ello porque pagan pocos impuestos y aranceles, lo que es
un argumento falaz, ya que si pudieran aumentar su escala de
producción pagarían también más impuestos y el estado recaudaría
más.
Las
autoridades no quieren que se compren mercancías en los
establecimientos del Estado para luego “especular con ellas”. Lo
que hay que preguntarse es por qué esas mercancías no se venden por
el estado a los consumidores, y tratar de poner solución al
problema, si realmente existen. De nada han servido regulaciones
intervencionistas y predelictivas, tan características de la
dictadura castrista, como el fatídico Decreto Ley 274 "De las
contravenciones personales de las regulaciones del trabajo por cuenta
propia", en el que se establece en el artículo 3.13 que “una
de las infracciones es, precisamente, la venta de productos
industriales que se adquieran en la red de establecimientos”, o el
Código Penal castrista que señala en su apartado 230 “que incurre
en delito quien obtenga mercancías u otros objetos con el propósito
de revenderlos para obtener lucro o ganancia”. Más claro, ni el
agua.
Ser
trabajador por cuenta propia en la economía castrista se está
convirtiendo en una pesadilla. No me extraña que cada vez sea mayor
el número de abandonos. De ello no ofrecen cifras oficiales las
autoridades pero quienes viajan a la isla a visitar a sus familias
encuentran en el barrio y entre los conocidos numerosos experimentos
fracasados por la intervención administrativa y las deficientes
políticas del régimen.
No
creo, como dicen en Granma, que “el
fin de estos ajustes sea
continuar desarrollando las actividades no estatales, buscar un clima
de confianza y legalidad en el ejercicio de esta forma de gestión
nacida para generar empleos, elevar la oferta de bienes y servicios a
la población, y permitir que el Estado se concentre en actividades
trascendentales para el desarrollo económico”. Demasiado
bonito para ser cierto.
Más
bien todo lo contrario.
Limitar
un sector en su fase de nacimiento, es ahogar sus expectativas de
crecimiento. Las bases del funcionamiento de una economía se
encuentran en el respeto de los derechos de propiedad, la eliminación
de normas absurdas como el odio hacia el lucro y la ganancia, que son
la base del funcionamiento de cualquier sociedad próspera. El estado
se debe limitar a la regulación. Las contradicciones acabarán por
enterrar un sistema que no sabe qué hacer para sobrevivir, pero que
ya está condenado a muerte. Lo veremos.
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