El sector del crédito en la economía castrista, bajo mínimos
Elías Amor Bravo, economista
Los economistas saben que sin dinero no puede funcionar la economía de un
país. La política crediticia, impulsada por los bancos, es fundamental para que
los planes de los emprendedores se hagan realidad.
En estos días, algunos medios se han hecho eco de unas declaraciones del
vicepresidente del Banco Central de Cuba, Francisco Mayobre, en las que
alardeaba de haber concedido desde julio de 2011 un total de 62,5 millones de
dólares como préstamos en la Isla. En suma, como señalaba una nota de Granma al
respecto, esta política crediticia impulsada por las autoridades del régimen
bajo la estricta aplicación de los Lineamientos, parece que había beneficiado a
alrededor de 217.000 particulares fundamentalmente para “acciones constructivas
en viviendas”. ¿Eso es mucho? ¿Es poco? ¿Es lo adecuado? Veamos.
La banca comercial en Cuba está completamente controlada por el Estado, que
es su propietario. Es cierto que algunos bancos extranjeros operan en la Isla,
pero lo hacen básicamente para dar servicio a las empresas internacionales. Los
cubanos se han tenido que acostumbrar a convivir con un sector financiero
precario, dominado por decisiones políticas y no técnicas, en el que el Banco Central
ha carecido de la necesaria autonomía para impulsar políticas monetarias
eficientes como las que se postulan por los organismos internacionales.
El racionamiento del crédito y la canalización de recursos financieros
hacia las necesidades de un sector estatal deficitario, han provocado en la
economía castrista tensiones inflacionistas y un continuo deterioro del poder
adquisitivo de la moneda nacional, el peso cubano. Revertir esa situación por
medio de una nueva política financiera no resultará fácil si los bancos
comerciales no recuperan una cierta autonomía. Por ejemplo, se podría empezar a
ensayar con las cooperativas de crédito, como fórmula alternativa para la
actividad en el sector.
En cualquier caso, los 62 millones de dólares concedidos en préstamos en
Cuba desde 2011 aparecen como una ínfima cantidad cuando se comparan con los
niveles de actividad financiera existentes en otros países de la Región. Esto
se presenta de forma resumida en el Cuadro siguiente.
PIB
|
PIB pc
|
Crédito
|
Población
|
Crédito/Población
|
Crédito/PIB
|
|
Republica Dominicana
|
100,4
|
9.800
|
23,71
|
10.219.630
|
2,320
|
0,2362
|
Costa Rica
|
59,79
|
12.800
|
22,14
|
4.695.942
|
4,715
|
0,3703
|
Guatemala
|
49,88
|
5.300
|
20,5
|
14.373.472
|
1,426
|
0,4110
|
El Salvador
|
47,1
|
7.600
|
10,5
|
6.108.590
|
1,719
|
0,2229
|
Honduras
|
38,42
|
4.700
|
10,5
|
8.488.465
|
1,237
|
0,2733
|
Nicaragua
|
27,1
|
4.500
|
4,5
|
5.788.531
|
0,777
|
0,1661
|
Cuba
|
121,1
|
10.200
|
0,06
|
11.061.888
|
0,005
|
0,0005
|
Las informaciones del Cuadro se han elaborado para facilitar el contraste. De modo que
el Producto interior bruto, PIB, se presenta en términos de paridad de poder de compra para evitar las
distorsiones creadas por la inflación. PIB y Crédito aparecen en miles de millones
de dólares. PIB pc en dólares. Los indicadores de Crédito/Población y
Crédito/PIB son simples ratios entre las magnitudes anteriores. La fuente de
los datos es el Worldfact Book de la CIA.
Comparando la actividad crediticia de la economía castrista con la del
resto de países del Cuadro se observa que presenta unos precarios indicadores,
tanto en términos de población como de PIB, indicando que existe mucho
recorrido para mejorar de forma muy destacada la actividad de este sector
fundamental para la economía nacional.
Por mucho que Mayobre se empeñe en defender los resultados de la nueva
política crediticia castrista, empeñada en la financiación de los arrendatarios
de tierras y los que mejoran las condiciones de sus viviendas, existen muchos
capítulos para la expansión de los niveles de crédito en la economía, que ni
siquiera pasan por la cabeza de las autoridades.
Es cierto que, vista en perspectiva histórica, las medidas consideradas en
los “Lineamientos” se pueden calificar como una auténtica revolución, en una
economía que desde el triunfo de la llamada “revolución” no sólo destruyó
cualquier vestigio de la actividad bancaria en la Isla, sino que tras las
confiscaciones, centralizó todo el sector en manos de la planificación estatal,
con sus consecuencias ya expuestas.
Ante la perspectiva de la unificación monetaria a la vista, y la necesidad
urgente de incrementar la producción, es necesario realizar otra política
crediticia que suponga una mayor liberalización y la posibilidad que los
ahorros se canalicen hacia proyectos emprendedores y de futuro. Y esto solo se
puede materializar con una gestión técnica, menos política, alimentada por una
mayor competencia.
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