Sobre las consignas de Raúl Castro a los agricultores cubanos


 Elías Amor Bravo, economista


Confieso que no entiendo nada. O mi ignorancia es supina, o ahora resulta que estamos hablando de otro país. Me cuesta sinceramente creer que en Cuba, donde el Estado domina más del 90% de los activos productivos y se supone que planifica centralmente todas las decisiones de producción y consumo de los agentes que operan en la economía, tenga que implorar el máximo dirigente del país a los agricultores reunidos en un Encuentro nacional a que "cumplan sus compromisos" y que lo hagan con "orden y disciplina".

Del “orden y disciplina” no tengo mucho que decir. Ya hace tiempo descubrí que detrás de los llamados Lineamientos se esconde un modelo de economía cuartelera diseñada por el militar Murillo, cuyo objetivo es, según dicen, “actualizar el socialismo”. Poco hay que decir de todo ésto.

Ahora bien, lo que sí me ha llamado la atención de las palabras de Raúl Castro es la exigencia a los agricultores cubanos de “cumplir sus compromisos”. Vaya, ahora resulta que no se sabe muy bien por qué, pero la cosa es que no se cumple. Me extraña. Una afirmación de estas características podría tener sentido actualmente en Vietnam o China, socios ideológicos del régimen castrista, en los que desde hace años se dieron cuenta que la libertad de producción y de precios es lo mejor para su agricultura, y ahí están los excedentes de arroz vietnamita destinados a los principales mercados de consumo de Asia, que son la principal fuente de ingresos de esta economía.

Pero en la economía castrista, en 2013, aunque se han entregado algunas tierras infestas de marabú a unos cuantos agricultores, que nadie se engañe. Las decisiones de qué producir, cuánto producir y a qué precio producir no son libres, ni proceden del instrumento de asignación de recursos más eficiente que conocemos los economistas, que es el mercado, sino de una pamplina de decisiones burocráticas centralizadas, cuyo resultado es éste. Que Raúl Castro tenga que pedir a los agricultores que cumplan con sus compromisos.

Nadie puede estar en desacuerdo con los objetivos de independencia agrícola del exterior. Por supuesto que la balanza comercial podría mejorar, y mucho, si Cuba produjese, como hacía antes de 1959, suficiente para alimentar a la población. Que se pregunte Raúl Castro por qué ahora no sucede lo mismo, y por qué durante más de 55 años desde que la llamada “revolución” confiscó los derechos de propiedad de los empresarios agrícolas de la Isla, las cosas no han ido a mejor.

Creo que la economía tiene unas reglas que están más allá de la pesadez ideológica, y de tanto cuento chino del “55 aniversario del Primer Congreso Campesino en Armas, realizado en el territorio libre del Segundo Frente "Frank País", de la inexistente unidad entre el campesinado y el Ejército Rebelde. Toda esa palabrería sobra. Hay que ser prácticos. Porque si el espíritu crítico que dicen que predomina por todo el país, no se escucha realmente, y se mantiene la deriva totalitaria en la gestión de la economía, seguirán con los mismos problemas de improductividad e ineficiencia.

Cuando se den cuenta que superar el marasmo productivo no es ir dando pequeños pasos, corrigiendo por aquí, eliminando una traba por allí, sino por medio de una reforma en profundidad del marco jurídico de los derechos de propiedad y los instrumentos de asignación de recursos de la economía, otro gallo cantará. Desde luego, por esta vía, seguirán produciéndose incumplimientos, no habrá orden ni disciplina, y todos los años habrá que importar alimentos del exterior para evitar precariedad y hambruna en la Isla.

Las llamadas reformas introducidas en la agricultura ni están bien diseñadas, ni representan cambio significativo alguno para que la economía empiece a funcionar. Se trata de parches estéticos cuyo único objetivo es ganar tiempo, como las recientes autorizaciones a comercial a los establecimientos turísticos.

Yo le hago desde la modestia una propuesta al responsable económico del régimen para que, aprovechando este Encuentro Nacional adopte solo tres medidas muy concretas, y relativas a la agricultura: generalización de derechos de propiedad para los campesinos, con total libertad de elección de producciones y superficie; y generalización de la liberalización del comercio de todo tipo de productos y servicios. Ya verán como el cumplimiento de los compromisos no será necesario. Ni tampoco el orden y disciplina cuartelero. La economía agropecuaria cubana en menos de dos ciclos productivos salta de dimensión y empieza a ser productiva y autosuficiente. Hagan la prueba. No se cieguen por la ideología, que ya se acabó.


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