¿Acaso es suficiente con aceptar el diálogo con la UE?
Elías Amor Bravo, economista
Atrás quedan los años del tono duro y desafiante. Por vez primera desde el derrumbe del muro de Berlín y la desaparición del “socialismo real”, el régimen castrista “acoge con satisfacción” una propuesta de la Unión Europea para negociar un acuerdo de diálogo político y de cooperación, planteada el pasado 10 de febrero en Bruselas. Recuerdo que en 2002 escribí un artículo titulado “Cuba y la UE: historia de un desencuentro” en el que hacía referencia al lenguaje soez y al tono desafiante que Fidel Castro y sus voceros dedicaban a la Unión en sus planteamientos legítimos de apertura democrática del régimen.
¿Acaso lo sucedido significa que se inicia el levantamiento del veto impuesto contra La Habana en 1996 por medio de la "posición común”? ¿Puede ello conducir a un proceso de apertura democrática? Dudoso.
Nos podríamos preguntar tal vez, ¿qué es lo que ha cambiado?
Sin duda, muchas cosas. En estos 12 años, Fidel Castro, por ejemplo, ya no es el encargado de alimentar el debate político en la Isla y agitar a las masas. Aunque mantiene parcelas de poder incuestionables, su rol ha quedado subordinado al de su hermano, que trata de mostrar un talante más moderado y reformista.
Segundo, el régimen necesita recursos económicos de manera desesperada. Más aun ante el previsible derrumbe de Venezuela. Ya no es el momento de adoptar posiciones numantinas y autárquicas propias del siglo pasado. Raúl Castro lo ha entendido y en cuanto ha surgido la oportunidad se ha mostrado favorable a dar pasos hacia el deshielo de las relaciones bilaterales con la Unión Europea, incluso cuando no se haga la menor referencia a un posible levantamiento del veto contra La Habana establecido en 1996 por medio de la llamada “posición común”.
Tercero, el mensaje oculto a Obama. Los grupos de presión y lobbies que tratan de alterar la política de Estados Unidos hacia Cuba pueden encontrar un instrumento de palanca para mover conciencias y voluntades, asumiendo que la Unión Europea ha cambiado de estrategia. El tiempo lo dirá.
Lo cierto es que los años, y las décadas, no pasan en balde. Incluso en el régimen castrista donde 55 años parecen un instante, no deja de sorprender que se enfatice por el vocero de relaciones exteriores que “Cuba acoge con satisfacción la propuesta del 10 de febrero de la alta representante (Catherine Aston) que significa el fin de las políticas unilaterales de la Unión Europea sobre Cuba y acepta el inicio de negociaciones al respecto”. Toda una frase para la historia. Que esconde algunas ideas falsas. Primero que la Unión Europea no pone fin a política alguna. Y segundo, que las negociaciones van a ser más complicadas de lo que se prevé.
No deja de ser significativo que el ministro de exteriores castrista haya pronunciado esta frase un mes después que las autoridades europeas ofrecieran la vía del diálogo a la última dictadura militar comunista de Occidente. Los tiempos en el régimen castrista siempre ha sido patrimonio de los Castro. ¿Por qué ahora iba a ser diferente?
La “posición común” se mantuvo desde 1996 como un instrumento diplomático que trataba de definir las relaciones entre el régimen castrista y la Unión. Pero en Cuba, los empresarios europeos no habían reducido sus planes de inversión, sino todo lo contrario. Los turistas llegaban a la isla por miles y las oportunidades para cualquier actuación económica o comercial, siempre que se aceptaran las reglas de la participación asfixiante del estado, se encontraban disponibles para cualquiera que quisiera o pudiera invertir.
De ese modo, la “posición común” tan solo actuaba en el ámbito político e institucional y de manera limitada, al explicitar que Cuba era el único país de América Latina con que la Unión Europea no había suscrito ningún tipo de acuerdo bilateral. El comercio y las inversiones fluían sin parar a la Isla, mientras que el avance democrático y el respeto de los derechos humanos brillaban por su ausencia. Fue a partir de 2008, con el gobierno socialista de Zapatero y el ministro Moratinos, que la Unión inició un camino hacia la cooperación con el régimen que le ha permitido obtener fondos cuantiosos procedentes del gobierno central, las Comunidades autónomas e incluso algunos ayuntamientos. En suma, acuerdos bilaterales de cooperación y memorandos de entendimiento para el intercambio político entre un espacio de naciones democráticas, libres y plurales, con una dictadura militar comunista enrocada en sus posiciones más extremas. Así son las cosas.
Ahora, el régimen asume la invitación europea de “manera constructiva”, aunque aprovechó para recordar que mantienen “plena vigencia los principios acordados en el 2008, cuando se reinició el diálogo político entre la UE y Cuba”, de respeto a la “igualdad soberana de los Estados”, a las leyes vigentes en ambas y a la “no injerencia en los asuntos internos de los Estados”. En ese contexto, el vocero castrista ha afirmado que el régimen estaría en disposición de discutir “cualquier tema”, “incluidos los temas de derechos humanos sobre los cuales tiene muchas preocupaciones de lo que acontece en diversos países europeos”.
Enunciados de estas características son una novedad histórica en el castrismo. Por su parte, la Unión Europea ha respondido, a través de una nota diplomática emitida por la delegación de La Habana, que recibe “con gran satisfacción la decisión positiva del Gobierno de Cuba y que el proceso se iniciará “cuanto antes (…), con espíritu constructivo y de respeto mutuo”.
Hasta el momento, la Unión no ha señalado las directrices que van a fijar las condiciones del diálogo. No tendría por qué hacerlo. Algunos países, como Alemania, Polonia y la República Checa, desconfían de cualquier negociación con la dictadura militar comunista de La Habana, y se han apresurado a exigir a la comisión negociadora que priorice las medidas que vayan dirigidas al respeto a las libertades políticas y de expresión en la isla. En las condiciones actuales, cualquier observador independiente, no podría asumir como válidos estos planteamientos. Mucho tiene que cambiar el régimen castrista.
La Unión Europea se lanza a una aventura de final imprevisible. Los diplomáticos y observadores lo saben. No es fácil negociar con quién no acepta ceder. Quienes crean que el régimen castrista ha dado un gran paso aceptando la oferta de la Unión, simplemente se equivocan. Tiempo al tiempo.
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