Ejército y sindicato único: una extraña convergencia de intereses

Elías Amor Bravo, economista

La dictadura castrista ha conseguido mantener bajo control a la población cubana por medio de un poderoso instrumento represivo que se proyecta sobre la vida de las personas desde la edad infantil hasta la muerte. Control ideológico, propaganda y movilización, combinados con restricción al consumo, han sido los ejes sobre los que se cimenta el sistema estalinista represivo instaurado en 1959, y que se resiste a desaparecer.
En este sistema, las organizaciones e instituciones son puestas al servicio del poder, la llamada “revolución”, sin ningún reparo. Entidades que, en otros países se distancian del poder ejecutivo, en el régimen castrista actúan como correa de transmisión de consignas, mandatos y resoluciones que, simplemente se aprueban y ejecutan, sin la más mínima contestación.
Un ejemplo de este mecanismo de control de poder ha sido el 95 Pleno del Consejo Nacional de la CTC, el sindicato único, celebrado el sábado pasado, en el que también se presentó un informe de rendición de cuentas de las FAR a los trabajadores. Es decir, sindicatos y ejército trabajando juntos en el cumplimiento de unos “30 Objetivos de Trabajo” aprobados en febrero pasado por el XX Congreso del sindicato único para el quinquenio en curso. ¿Coincidencia de clase social y de sentimientos y de causa? O como afirman, ¿es necesaria la unidad de la Revolución y del pueblo y de las fuerzas armadas para alcanzar una “victoria final”? ¿Qué victoria?
La extraña coalición del sindicato único, y de inspiración comunista, con los militares, es un fenómeno solo observable en la dictadura castrista. La razón es la enorme concentración de empresas y actividades productivas en manos de los militares de las FAR y el MININT, que se podrían calificar como la clase “capitalista” en una sociedad que se califica como igualitaria.
Ese espacio de juego entre dos organizaciones que prácticamente en ningún país del mundo convergen en proyecto alguno, tiene como objetivo, “alcanzar y poner a flote las reservas de eficiencia que tiene el sistema empresarial” comandado por el ejército castrista. Una tarea que se considera “estratégica” para el movimiento sindical, “porque es la esencia misma de lo que hoy necesita el país, y tiene que surgir como resultado del funcionamiento de las estructuras sindicales en la base” citando explícitamente la nota informativa de Granma.
Ejército y sindicato único proyectan en la dictadura castrista ideas comunes que carecen de cualquier sentido en los tiempos que corren, como una pretendida “consolidación de nuestra invulnerabilidad militar” ante esa eterna preocupación del régimen por una invasión que no termina por llegar, y, desde la perspectiva de obediencia al poder político, “el cumplimiento exitoso de las misiones y tareas planteadas, prevaleciendo la disposición y el esfuerzo para enfrentar las deficiencias y problemas analizados y continuar perfeccionando los resultados en todas las esferas de la defensa”. Y ponen como ejemplo de toda esa parafernalia, el desfile del 1º de Mayo, como ejemplo de “la unidad de las FAR y el MININT junto a la clase obrera” como se señala en Granma.
La extraña pareja ejército y sindicato único aparece así como un elemento perverso en la organización institucional de la economía castrista. No existe un marco para el diálogo y la concertación social entre objetivos dispares, sino que el sistema obliga a la integración de posiciones contradictorias desde la base. En vez de centrar un debate sobre las posiciones de capital y trabajo, se atiende a la preparación para la defensa nacional. Este tipo de planteamientos deja sin necesaria atención a la racionalidad económica en las decisiones empresariales, lo que debería significar el progresivo apartamento de las FAR y el MININT de las empresas. Con ello, las cosas podrían ser muy diferentes. Pero el sindicato único, lejos de fijar sus posiciones en defensa de los intereses de los trabajadores, calla y otorga.
Los “Lineamientos” dedican todo un apartado para conseguir algo que parece complicado en esa correlación de intereses creada por la "revolución". Pretenden hacer de las “FAR una institución cada vez más eficiente, racional y ajustada a las necesidades de la defensa nacional”. Si esto fuera así, y se pudiera apartar a los militares del control económico, se habría conseguido un objetivo importante, pero no parece que ese sea el objetivo, porque se va en la dirección contraria de dar al ejército un poder “coherente, integral, efectivo y consolidado posible”, duradero, y enfocado a los objetivos bélicos que seguirán sin producirse.
Y es que no se está hablando de cualquier cosa, si se tiene en cuenta que los trabajadores aportan más de 45 millones de pesos  a los gastos de defensa, cuando existen tantas necesidades en la Isla. En términos de análisis coste beneficio, no se sostiene.

El modelo funciona para el régimen, pero no tiene posibilidad alguna de continuidad de futuro en condiciones democráticas y libres. Es otra de las cosas que tendrán que cambiar. Tal vez deberían saberlo y prepararse para ello en vez de seguir preparándose para una invasión militar que nunca llegará. 

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