El deporte profesional como instrumento para recaudar divisas

Elías Amor Bravo, economista

Con gran preocupación, leo titulares de prensa en los que se afirma que el régimen castrista está introduciendo medidas de “mercado” en el deporte, en especial, el béisbol. Quienes afirman tal cuestión no sólo están equivocados, sino que utilizan de forma incorrecta el término mercado.

Desde 1962, ningún deportista cubano es dueño de su destino. Es el Estado. El Estado ejerce cualquier derecho de contratación, de promoción profesional o de olvido de las trayectorias deportivas. Aquellos que querían ser libres no tenían más remedio que huir, escapar de ese control absoluto. Ahora, medio siglo después, el régimen dice que quiere facilitar ese profesionalismo de mercado sin romper del todo los vínculos estatales. La pregunta es, y eso ¿cómo se llama?

La estampida de los profesionales del béisbol auspiciada por el régimen, parece generalizada. Las ligas más importantes del mundo están disfrutando de las hazañas de los peloteros cubanos, algo que, por otra parte, siempre ha sucedido. Yulieski Gourriel, Frederich Cepeda, prueban fortuna en ligas como la japonesa donde han alcanzado gran popularidad y prestigio por su correcto desempeño profesional. Detrás de esta operación con dos potentes equipos nipones, está la larga  mano del estado castrista, que ante la escasez de recursos económicos, se ha convertido en una especie de agente de estrellas del deporte, permitiéndoles participar en torneos profesionales con contratos en los que figura como parte el Estado castrista.

El eterno extractor de la riqueza de los cubanos se convierte por obra y gracia de los llamados “Lineamientos” en agente de estrellas del deporte. El Estado dice cuánto pueden ganar en los torneos nacionales, entre 1.500 pesos cubanos (unos 60 dólares) mensuales, si se trata de medallistas olímpicos, hasta 450 (unos 18 dólares), salarios determinados para seis categorías estructuradas por la calidad de los deportistas. En los contratos formalizados en el exterior, y previa autorización oficial, el comisionista Estado castrista quiere obtener un porcentaje de lo que paguen por ellos los equipos profesionales que integren.

Anteriormente, los jugadores cubanos desertaban para poder decidir con absoluta libertad su carrera profesional. El régimen rara vez concedía permisos para jugar en ligas extranjeras. El “buen comunista” debía rechazar las ofertas que llegaban procedentes del extranjero y sobrevivir en la isla con sueldos ínfimos. Ese era el precio a pagar. Por ello, no quedaba más remedio que la huida al exilio. Sabían que con dicha decisión, tendrían prohibido el regreso al país. Una decisión difícil que el régimen utilizaba para castigar a quienes decidían poner distancia de la absurda ideología del castrismo. Ahora, por medio de estos contratos en los que el Estado castrista actúa como agente comisionista de los deportistas, pueden entrar y salir libremente de la Isla protegidos por el nuevo marco regulatorio de la emigración. Nada de economía de mercado.

Con la nueva regulación, el régimen castrista convierte a los peloteros cubanos en las ligas extranjeras en una especie de “cuenta propista” privilegiado, que sigue atados al poder del Estado que decide si juega o no. El poder político se mantiene igual. No existen los necesarios cambios hacia una economía en la que los derechos de propiedad se conviertan en el centro de las decisiones económicas. El Estado continua siendo, en la filosofía práctica de los “Lineamientos”, el que todo lo controla, el eje del sistema; como a ellos gusta decir, “la base de la economía nacional”. El sector privado, el escaso espacio para la actividad independiente, queda circunscrito a pagos de impuestos, tasas, derechos y contratos en los que el Estado, como en el caso de los deportistas, aparece como comisionista con derecho a percibir ingresos del trabajador. Llamar a esto medidas de “mercado” o de "modernización" es un insulto a la inteligencia de los cubanos, que resulta inadmisible.

Si los deportistas cubanos quieren ser profesionales, tienen que tener libertad para decidir su opción, sin intromisiones del agente estatal castrista en su vida laboral, que suele ser muy corta.  El deporte castrista ha visto que esta vía puede permitir obtener ingresos con facilidad,  sobre todo a corto plazo, aprovechando el sentimiento de unidad familiar que muchos cubanos sitúan por encima de cualquier otro valor. Es lo mismo que cuando envían médicos, maestros o asesores militares a los distintos países a cambio de mercancías.  Ese comercio de Estado es la antítesis de la libertad de empresa, de los derechos de propiedad y de la libertad económica que el régimen niega a los cubanos.

La palabra “desertar”, tantas veces utilizada por el castrismo para atacar el derecho de libre elección de sus profesionales y deportistas, seguirá estando en el vocabulario mientras que este sistema perverso de extracción de rentas y control no desaparezca. Los profesionales cubanos del deporte no deben convertirse en moneda de cambio de un régimen que sólo busca fuentes de financiación de manera desesperada, allí donde lo prioritario es la libre elección de las personas. A las cosas hay que llamarlas por su nombre y no confundir. En el deporte cubano no existe mercado ni libertad.

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